La
dirección de Tribunal en fuga es correcta; no hay ningún plano de
más. El guión extrae lo necesario de El jurado, probablemente el
texto más punzante de John Grisham, autor de los libros en los que se
basaron películas como El cliente, Fachada y Tiempo de
matar. Las estrellas Gene Hackman, Dustin Hoffman, John Cusack y Rachel
Weisz conforman un auténtico dream team, cada una en el papel
indicado, bien respaldadas por un reparto cuyas caras y nombres resultan
difíciles de recordar pero que constituye un sólido pilar sin el cual todo
el film se hubiese derrumbado. La fotografía y puesta en escena sacan
partido del look enigmático de la ciudad de Nueva Orleans. Y los
temas sobre los que gira la trama
–la
industria de las armas y la manipulación de los jurados–
invitan a la polémica.
¿Pero por qué Tribunal en fuga no termina de cerrar?
Vayamos por
partes, comenzando por el argumento, en el que en un juicio a una empresa
fabricante de armas se enfrentan dos fuerzas antagónicas: la primera
encabezada por Dustin Hoffman, un abogado honesto y algo ingenuo que
representa a la esposa de una víctima de esas armas. La otra está comandada
en las sombras por Gene Hackman, un especialista en armar jurados a medida y
manipularlos en beneficio de sus patrones. El condimento surge cuando
aparece una tercera fuerza, integrada por John Cusack y Rachel Weisz, capaz
de torcer el veredicto desde dentro mismo del jurado. Pero claro, esto tiene
un precio. Y ellos se convierten en los verdaderos árbitros del juicio.
Semejante historia hubiese resultado original de no estrenarse en una época
en la que Hollywood viene apelando, y mucho, a guiones con estafas, engaños
y vueltas de tuerca finales.
El mentado seleccionado de
actores tampoco convence del todo. Se limitan a cumplir correctamente con
sus papeles, lo que en muchos casos los lleva a repetir interpretaciones
anteriores. Y habrá muchos en la platea que se preguntarán si valieron la
pena cuarenta años de espera para ver a Hoffman y Hackman compartiendo
pantalla.
El director Gary Fleder
tampoco se caracteriza por su personalidad, sino más bien por su condición
de empleado de Hollywood: eficiente y chato por partes iguales. En cuanto a
los tópicos de las armas y los veredictos decididos por un jurado,
Tribunal en fuga no pasa de ser un film políticamente correcto, que
ataca, debate y polemiza… hasta un cierto límite. No sea cosa de ofender a
alguien.
Es que
estamos ante otro típico producto de esa maquinaria perfectamente
sincronizada y aceitada, que convoca a todo público y lo “entretiene”
con la condición de que casi todo (especialmente el tema) sea olvidado con
prontitud. Y cuyo ejemplo más claro y reciente es La estafa
maestra, otro film correcto de engaños y manipulaciones
protagonizado por un conjunto de estrellas jóvenes y Donald Sutherland.
Cuando esta industria se sale de sus normas suele plasmar películas hermosas
e innovadoras como Los imperdonables, Alta fidelidad,
Mentiras que matan o La momia, estelarizadas por los
protagonistas de esta bien llamada “película de juicio” que sirve, apenas,
para pasar el rato.
Rodrigo Seijas
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