El triunfo de los nerds es uno de esos films que no deberían estrenarse fuera de
los Estados Unidos. Y no estoy diciendo que deban estrenarse allí. Pero en aquel país,
al menos, la peculiar variante del humor que ejerce esta película todavía goza de cierta
salud. Paradójica y odiosa, pero salud al fin. El triunfo de los nerds es esa
clase de comedia que aspira a condensar toda la estupidez del mundo en cada uno de sus
fotogramas. Ahí vendría a estar la gracia. Cada cosa que dicen y hacen los hermanos Doug
y Steve Butabi (Chris Kattan y Will Ferrell) está a la altura de la premisa. Son dos
hijos de familia acomodada, viven en una mansión y cada tanto hacen que trabajan en el
negocio de flores artificiales de papá (Dan Hedaya). Doug y Steve están más bien
maduros acusan unos treinta años y lo único que de verdad les interesa
es montar su BMW para salir de gira por las discotecas (no esperen ver a ningún nerd,
es sólo un engañoso título elegido por la distribuidora).
Son tan torpes, brutos y desagradables
que ni siquiera les resulta fácil trasponer las entradas de los boliches,
celosamente custodiadas por los patovicas de rigor. Y nunca se llegará a saber qué es lo
que realmente les atrae de la noche. ¿Las mujeres, a las que espantan a fuerza de
empujones, frases espásticas y gestos desubicados? ¿El baile, que ejecutan desastrosa y
desgraciadamente? ¿El debut sexual, ante el cual se arredran con timidez monacal cuando
están en condiciones de concretarlo? Acaso el sueño de la "discoteca propia",
que se afirma cuando un empresario de la noche (Chazz Palminteri, que no quiso figurar en
los créditos) hace buenas migas con los muchachos.
Doug y Steve son torturantes. Se la
pasan remarcando ritmos de onda con sus bamboleos de cabeza... con o sin música
de por medio. Son incapaces de terminar una frase como corresponde. El guión, en tanto,
les obsequia un solo chiste bien escrito en todo lo que dura el film. Will Ferrell (Steve)
debutó en la primera entrega de Austin Powers, ese espía casi tan aferrado a la
idiotez como estos hermanos. Doug está tan dibujado que podría pasar por integrante de
la barra de Beavis y Butthead. Y ninguno de los dos tiene el carisma que hubiera sido
necesario para que el film no resultara tan estúpido como sus personajes.
Guillermo Ravaschino
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