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UN AMOR DE BORGES

Argentina, 2000


Dirigida por Javier Torre, con Jean Pierre Noher, Inés Sastre, Mónica Galán, Claudio Gallardou.



Hay que reconocer que Javier Torre es muy original. ¿A quién se le hubiera ocurrido filmar una historia de la vida de Jorge Luis Borges como si se tratara del mismísimo Forrest Gump? Durante el transcurso de la película se espera que la versión criolla de aquel grito alentador: "Run Borges, run" (por "Corre Forrest, corre") irrumpa en alguna de las aburridas y solemnes escenas. La incitación al jogging bien podría provenir de su posesiva madre (Inda Ledesma), de su amor imposible, Estela Canto (Inés Sastre) o de su exquisita mecenas, Victoria Ocampo (Mónica Galán).

El Borges de Torre es interpretado por Jean Pierre Noher (idéntico al escritor, ¿no? Y de paso me pregunto: ¿quiénes hacen los castings de las películas argentinas? Si lo de Sbaraglia en Los libros y la noche era patético, esto carece de adjetivo calificativo), quien compone a un Borges fronterizo, tartamudo, casi idiota. Y su voz... es una extraña mezcla de compadrito porteño con un personaje remoto (hasta hoy lo había olvidado) creado por Juana Molina para Juana y sus hermanas: aquella conductora de programas femeninos que repetía un melodioso "coco".

Las explicaciones de tamaño horror podrían ser varias: 1) Torre no sabe nada de Borges y no se molestó en realizar un verdadero acercamiento a esta figura mítica de la literatura. 2) Su ignorancia no le impide faltarle el respeto. 3) Paradójicamente, su escaso conocimiento entronca con la cobardía endémica del cine argentino a la hora de enfrentar a ciertos personajes públicos, que después de cada una de estas intentonas quedan mucho más "intocables" de lo que estaban antes.

Pero acá no termina sino que empieza el verdadero espanto (porque a Javier Torre y a Borges, indudablemente no los une el amor). Basándose en "Borges a contraluz", la biografía del autor escrita por Estela Canto, un nombre que cualquiera que haya leído El Aleph conoce, Torre intenta reconstruir ese amor trunco entre el escritor y la dama. El que conoce algo del apócrifo mundo literario borgeano podría haber creido que Estela no era menos ficticia que Pierre Menard. Sin embargo, fue real. Los amigos de Borges la odiaban. Silvina Ocampo decía que era "la mentirosa más divina que había conocido" mientras que su esposo, Adolfo Bioy Casares, se limitaba a definirla como "medio chusma". Esta mujer, comunista, traductora y aspirante a escritora, fue una de las tantas que enamoró a Borges. La historia que Torre no cuenta indica que ella lo abandonó por otro hombre y que cuando el escritor ganó fama y prestigio internacional, ella intentó reconquistarlo. Borges, casi ciego, no volvió a darle una oportunidad. Pasaron los años, el autor de "Historia universal de la infamia" murió y poco tiempo después Estela, destruida por el alcohol, publicó su biografía de Borges que él ya no podría contradecir.

Por su lado, Torre no sabe qué contar. ¿Quiere hablarnos de ella? ¿Cree acaso que un paneo de su cuarto (mostrando los libros de Marx y Lenin) alcanza? ¿No hubiera sido mejor que Estela hablara? ¿Por qué Borges se enamoró de una mujer inexpresiva, muda? Quizá quiera contarnos sobre Borges. Pero, ¿quién pretende hacernos creer que era? ¿Un Forrest Gump muy leído? ¿Un charlatán que citaba sin cesar y practicaba filosofía de cuarta? ¿Un impotente o traumado sexual? ¿Un dominado por su autoritaria madre? ¿Un pelele sobrevalorado? El título de la película parece anclar en un sentido: se trata del amor de Borges por Estela Canto. Sin embargo, ¿cuándo nace? ¿Por qué se termina? ¿Por la ineptitud de Borges para el sexo?¿Por las intromisiones de su madre y los consejos de Victoria Ocampo?

Se podría agregar que Torre tiene un pésimo manejo de los actores (¿qué son esos extras zombies que deambulan por las calles de la Buenos Aires del ‘40?) y que el director incluye escenas que no sirven para nada, personajes a los que no termina de relacionar con la historia (Patricio Canto, por ejemplo, o Elvirita, la aristócrata empobrecida) y situaciones silenciosas, aburridas y solemnes.

Lo más triste no es que esta versión argentina de Forrest Gump no va a recibir ningún Oscar, sino que su director se acaba de poner al descubierto como el padre de uno de los productos menos inteligentes del 2000. Y como si eso fuera poco le dedica el zafarrancho a su respetable padre, Leopoldo Torre Nilsson... ¿qué más se puede decir?

Eugenia Guevara