Andrés (Leonardo Brezicki) mantiene relaciones con otro joven en
un cajero automático. Allí trabaja, y allí mismo cobra por sus
servicios sexuales. Reni (Cecilia Bengolea) se sumerge varios minutos en
la bañera conteniendo la respiración, luego observa pasivamente como su
muñeca lastimada sangra y va tiñendo el agua de rojo. Reni y Andrés se
conocen en uno de estos bancos/24 hs. y comienzan a frecuentarse,
aparentemente se gustan o tal vez sólo se presienten parecidos: muy
solos, autodestructivos, algo desorientados.
Cámara en mano, siempre de noche y apelando a recursos narrativos
bastante obvios como las luces del centro distorsionadas por el
movimiento, la banda sonora en primer plano y la cámara lenta, Vagón
fumador quiere presentarnos un mundo marginal, sombrío, decadente. Y
en él, los encuentros y desencuentros de los dos protagonistas de esta
historia. El se desplaza por la ciudad en rollers en busca de
clientes y ella canta en un grupo de rock que la rechaza. Hasta
ahí llegan sus aspiraciones, sus rebeldías. El resto del tiempo
comienzan a deambular juntos o a tener sexo en el hotel de turno y hasta
terminan "trabajando" en pareja.
Son personajes que quieren aparecer como raros, sórdidos,
"libres". Y no estaría mal –de hecho, en el cine suelen ser
mucho más interesantes que los caracteres que llevan una vida
convencional– si su relación despertara algún interés en el
espectador, si el film lograra que éste se identifique emocionalmente con
ellos o intente comprender qué es lo que les pasa o por qué hacen lo que
hacen. Pero esto no ocurre.
Ellos no hacen absolutamente nada sustancial, no se relacionan más que
con algún amigo o cliente ocasional y los diálogos que prodigan son
artificiales, repletos de frases vagas, muchas veces sin sentido. No
presentan motivaciones, ni conflictos. Ya poco importa, entonces, por qué
están juntos, por qué se drogan o se prostituyen. Y para colmo, de
repente explican que están muy solos porque "fueron creados en un
laboratorio genético" y simplemente reciben "un cheque todos
los meses a cambio de ir a tomar el té"; que quieren dinero
"para ser valorados y apreciados por los demás"; o que creen
que "se hacen mal pero eso es bueno".
Vagón fumador no dura más de 87 minutos, pero se hace
insoportable. Y reitero que esto nada tiene que ver con una densidad
temática o estética que aparenta ser tal pero no existe sino,
lamentablemente, con la falta de la misma. La película de la argentina
Verónica Chen ofrece algunas imágenes atractivas y la oportunidad de
adivinar ciertas obsesiones que la directora quiso plasmar con
personalidad, aunque la mayoría de sus intenciones naufragan frente al
espectador.
Yvonne Yolis