Vida bandida es una película curiosa, algunos dirán despareja, en
varios sentidos. Siempre elude la posibilidad de ser identificada con un
solo género, porque va pasando de uno a otro. Esta vaguedad, si bien tiene
sus ventajas, se complica con un guión un tanto errático, aunque por
momentos muy divertido, que deposita casi todo el peso del film en las
espaldas de un elenco estelar. Organizada como un largo flashback, la
estructura es la del relato enmarcado, un final con sorpresas y el epílogo.
Mientras se narra un largo viaje (2 horas de película) del pasado al
presente, el carácter va variando de manera que permite pasar de un clima a
otro, sin sobresaltos.Sabemos desde el principio que los protagonistas,
dos populares bandidos ladrones de bancos, fueron cercados y están muertos
después de un tiroteo producido durante su último asalto. A partir de ese
hecho se reconstruye la historia. Joe (Bruce Willis) y Terry (Billy Bob
Thornton) huyen juntos de una prisión del norte de los Estados Unidos, y
desde ese primer movimiento del azar, conciben un sistema de asaltos a
bancos de ciudades pequeñas que responde siempre a un mismo esquema:
secuestran al gerente en su casa, pasan la noche allí y acuden con él al
banco para saquear el Tesoro. Durante el secuestro y robo, disfrazados hasta
el ridículo, ambos dispensan un trato muy amable y cordial a sus víctimas y
sus familias. Nunca han usado la violencia, nunca se ha disparado un tiro.
En la calle, tienen el apoyo de un primo de Joe, que sueña con ser doble de
riesgo en Hollywood. Joe y Terry funcionan como un par complementario:
puesto que lo interpreta Bruce Willis, Joe, obviamente, encarna la acción,
la intuición y el impulso, y el atractivo sexual. Terry es, además de un
neurótico insoportable hipocondríaco, el ser pensante, que siempre debe
tener una razón para actuar. Bruce Willis hace lo que sabe, no le pidamos
más, que ya es bastante simpático como macho bruto; Billy Bob Thornton
demuestra nuevamente que puede desarrollar cualquier papel, hasta el más
absurdo, magistralmente.
El azar cruza en su camino –literalmente– a Kate (Cate Blanchett), un ama
de casa frustrada, con un marido que la ignora a pesar de sus esfuerzos por
atenderlo y agradarle. La mujer queda fascinada con estos bandidos que
aportan riesgo y aventura a su vida, y los fuerza a llevarla con ellos. La
situación es difícil al principio, pero pronto ella descubre que, si bien
cada uno de los hombres tiene sus defectos, juntos componen al hombre
perfecto. El triángulo ya está instaurado.
La banda tiene como objetivo llegar a México y allí levantar un hotel con
el producto de sus atracos, para lo cual inician el viaje hacia el Sur,
deteniéndose en cada punto que ofrezca un buen banco para ser robado. De
esta manera, el film se despliega como una road movie que encierra
una historia romántica a dos puntas, matizada con el suspenso de la acción
entre ladrones, víctimas y policía, a la vez que es un film sobre la
amistad.
Hasta la mitad, la película resulta un tanto reiterativa en su planteo,
pero a partir de la relación triangular va ganando interés, hasta que
durante el asalto final se llega al clímax de suspenso y diversión.
Es obvio que todos deben haberse divertido mucho en la filmación. La
australiana Cate Blanchett actúa al nivel de Thornton: ambos habían
trabajado juntos previamente en Mi espacio, de Mike Newell. Después
de su consagrada labor en Un plan simple, Thornton –que ha sido
también guionista y director– acaba de recibir el premio de la National
Board of Review como mejor actor del año por Vida bandida y The
Man Who Wasn't There, de los hermanos Coen. Blanchett, que fue la reina
en Elizabeth, fue elegida por el mismo jurado como la mejor actriz de
reparto por El señor de los anillos, que se estrenará en nuestro país
en los primeros días de 2002.
El film responde a los modos de producción propios de la posmodernidad:
además de plegarse sobre sí mismo una y otra vez, con uno y otro asalto, uno
y otro desencuentro, la historia está cruzada –como aquel ejemplo
paradigmático, Asesinos por naturaleza– con un programa de
televisión. Cuando los ladrones ya son famosos conceden una entrevista
secreta a un programa policial de TV, en el que cuentan su historia. Porque
en realidad, Vida bandida es en última instancia una película
narrativa de bandidos, un homenaje al cine y un film sobre la representación
misma. El pliegue se vuelve sobre el propio cine, la autorreferencia es
permanente, desde el momento en que el primo de Joe se entrena como actor:
todos los planes delictivos hacen referencia al espectáculo y a lo
cinematográfico, incluso los ladrones representan otros roles, como
empleados de banco, y sobre todo el golpe final, todo remite al cine. Son
tan obvios los disfraces como la peluca que usa Willis, de quien nunca
podemos olvidar que es Bruce Willis haciendo una película de acción. Hay
citas más o menos encubiertas a otras películas, como Bonnie & Clide,
Butch Cassidy y Sundance Kid, Tarde de perros, Lo que
sucedió aquella noche. Incluso los nombres de los protagonistas –Joe,
Terry, Kate– son convencionales, sin ninguna inventiva, son clisés, tanto
como muchas de las situaciones que se presentan en su viaje. Podríamos
lanzar la hipótesis de que este es un cine sobre el cine mismo, sobre cada
uno de los tópicos cinematográficos, parodiados, satirizados
permanentemente. Incluso la comedia musical está presente, porque cada
protagonista se anima con una canción (tanto Willis como Thornton han
formado parte de conjuntos musicales). Sin embargo, estas características no
impiden –o avalan– que reclamemos al film una mayor originalidad.
Josefina Sartora