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VIVAMOS
OTRA VEZ
(C'Est Quoi La Vie?)
Francia,
1999 |
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Dirigida por François Dupeyron, con Eric Caravaca, Jacques Dufilho, Isabelle Renauld, Jean-Pierre Darroussin, Michelle
Goddet.
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Cuando se habla de cine francés, suele caerse en el clisé de prejuzgarlo
y decir que se trata de un cine intelectual, mental y difícil de
decodificar. Tal vez sea resultado del impacto causado por la Nouvelle
Vague, por el cine realizado en Francia en los ‘60, que planteó
nuevos modelos estéticos, apartados de los convencionalismos del cine
institucional americano o linealmente narrativo. Sin embargo, el cine
francés de los últimos diez o quince años responde plenamente a esos
códigos ya convencionales, pues ha derivado en un formato de
entretenimiento y acción, con muchas comedias y melodramas de fácil
visión y aceptación del público, y hoy vive un reflorecimiento
comercial en todo el mundo.
Vivamos otra vez toma lo mejor de estos patrones: es un drama
narrativo, alejado del intelectualismo pero tan bueno como aquellos films
inolvidables de los '60, y agradecemos su demorado estreno. La historia
parece estar a contrapelo de las pautas que prevalecen en la
posmodernidad: se trata de un hermoso canto de amor a la tierra, a la
familia y a las tradiciones, que no resulta fuera de época sino, al
revés, un film necesario en este momento.
Una familia de tres generaciones de agricultores entra en crisis al
perder su granja por problemas de mercado: cargados de deudas, la
lechería no les paga la producción diaria y para colmo los amenaza el
mal de la vaca loca. El más joven intenta en vano ubicarse en el sistema,
varias veces se pregunta si la vida es esa rutina sin futuro –citando el
título original del film–, y quiere zafar de una situación que lo
tiene preso. Cuando el jefe de familia (Jean-Pierre Darroussin en su mejor
papel) renuncia a seguir luchando, el hijo se hace cargo de la familia:
junto a su hermana y sus viejos abuelos intentará una nueva vida en la
montaña, en la casa de sus ancestros. El film trata con mucha sutileza el
conflicto generacional: aunque muy viejo, el abuelo tiene mucho para
enseñar: el patriarca sigue venerando la tierra, y la salida del sol cada
mañana es para él una ceremonia. El padre es quien intentó insertarse
en la modernidad, pero no supo manejarse con las leyes del mercado. El
nieto intentará reiniciar la historia, haciendo el puente generacional, y
lo logrará cuando encuentre su lugar en el mundo. Eric Caravaca como el
nieto y Jacques Dufilho como el abuelo cumplen con notables actuaciones
que les valieron sendos premios.
Este es un film romántico en todo sentido, que rescata con mucha
emoción el amor a la tierra y el valor de la tradición, de la familia y
las costumbres ancestrales. El muchacho repite los gestos del abuelo y
como él siente un fuerte vínculo con la naturaleza, el amor por los
silencios y las cosas sencillas. Podría parecer un film reaccionario,
pero no lo es: con todo su romanticismo, habla sobre el real problema de
los granjeros empobrecidos, devorados por un capitalismo salvaje, en una
zona social poco visitada de un país desarrollado. Resulta también muy
emocionante observar cómo la solidaridad ayuda a superar la crisis, y la
mujer significa la vía de acceso a la realización.
Toda la desgracia familiar está admirablemente fotografiada, y el
dolor contrasta con la belleza de la imagen. El film tiene el ritmo de los
ciclos naturales, transmitido en la espléndida fotografía del japonés
Tetsuo Nagata, que capta los matices del amanecer y los ocres otoñales
con una belleza conmovedora.
Josefina Sartora
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