| Western está en las antípodas de la ley no escrita
    que rige al Mainstream conflictos fuertes, ritmos histéricos, resolución
    previsible a tal punto que su nombre, que remite a uno de los más asentados
    géneros del cine norteamericano, puede tomarse como una ironía del director Manuel
    Poirier. Aunque, si bien se mira, podrá verse a un par de fantasmas del lejano Oeste
    sobrevolando a este film: Western es una historia de fronteras, en la que el futuro
    no está asegurado para nadie. Esto les cabe a Paco (Sergi López), vendedor de zapatos
    español, y a Nino (Sacha Bourdo), inmigrante ruso, virtuales forasteros en tierra
    bretona (campiña del West francés) llamados a cruzar sus destinos, hacerse amigos
    e iniciar un largo viaje hacia ninguna parte.
 Sólo al comienzo Western
    recurre a un par de conflictos típicos, como para tomar fuerza al calor de un planteo
    dramático "reconocible". Mediante un ardid Nino consigue que Paco lo levante en
    la ruta. Y al primer descuido, le roba el auto. Poco después se reencuentran, Paco le
    devuelve la vileza con un par de golpes que emparejan las cosas entre ambos. Ya no está
    el auto (el ruso lo malvendió) y por toda riqueza hay una bolsa llena de zapatos.
    Trágicamente igualados, deciden compartir su calvario de a pie. La vocación para
    levantarse de las caídas ya se perfila como una de las constantes temáticas de Western,
    que parece recomenzar aquí lo hará varias veces luego y será tan capaz de
    reinventarse a sí misma como sus protagonistas. Road-movie de caminantes (como La vía
    láctea, de Luis Buñuel, aunque sin la causticidad del Maestro), ésta los llevará
    por distintos parajes que, a su pasar, dejarán coloridos retratos de la clase media baja
    rural. Ahí está la "solidaridad de provincias" de la mano de Marinette, la
    francesa que le da techo y comida a Paco aunque parece tan pobre como él. Ahí están los
    boliches y las calles, donde el sex appeal del español contrasta con la desgracia
    infinita de Nino, que no conquista a una mujer ni de carambola. Lo que da pie a una
    singular encuesta diseñada por el ibérico para conseguirle chicas (algo así como una
    "licitación dibujada"), con la que golpea las puertas de las muchachas galas...
    ampliando el muestrario humano de la región. Otros contrastes hacen crecer la química de la dupla.
    Paco es serio, especie de caballero español, Nino (ruso auténtico, reclutado para el
    elenco en París mientras se desempeñaba como músico callejero) tiene el perfil del
    clown que hace reír con su sola presencia. Y ninguno de los dos se toma las cosas
    demasiado en serio. El sexto largometraje de Manuel Poirier apoya en ellos su dinámica
    singular. Una narrativa ciertamente intrigante (nunca se sabe cuál será el próximo paso
    de los caminantes) y al mismo tiempo laxa, que discurre sin apuros (aunque nunca se pone
    lenta) y va dejando meandros emotivos en el espectador. Un cauce que mezcla las sonrisas
    con la inevitable melancolía de otra historia, nunca declamada, que transita por
    detrás de la principal: la del desarraigo, la soledad y la falta de perspectivas que
    aquejan a los despojados de aquí y allá. Guillermo Ravaschino      |