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CINEISMORECOMIENDA

WESTERN

Francia, 1997



Dirigida por
Manuel Poirier, con Sergi López, Sacha Bourdo, Elizabeth Vitali, Marie Matheron.



Western está en las antípodas de la ley no escrita que rige al Mainstream –conflictos fuertes, ritmos histéricos, resolución previsible– a tal punto que su nombre, que remite a uno de los más asentados géneros del cine norteamericano, puede tomarse como una ironía del director Manuel Poirier. Aunque, si bien se mira, podrá verse a un par de fantasmas del lejano Oeste sobrevolando a este film: Western es una historia de fronteras, en la que el futuro no está asegurado para nadie. Esto les cabe a Paco (Sergi López), vendedor de zapatos español, y a Nino (Sacha Bourdo), inmigrante ruso, virtuales forasteros en tierra bretona (campiña del West francés) llamados a cruzar sus destinos, hacerse amigos e iniciar un largo viaje hacia ninguna parte.

Sólo al comienzo Western recurre a un par de conflictos típicos, como para tomar fuerza al calor de un planteo dramático "reconocible". Mediante un ardid Nino consigue que Paco lo levante en la ruta. Y al primer descuido, le roba el auto. Poco después se reencuentran, Paco le devuelve la vileza con un par de golpes que emparejan las cosas entre ambos. Ya no está el auto (el ruso lo malvendió) y por toda riqueza hay una bolsa llena de zapatos. Trágicamente igualados, deciden compartir su calvario de a pie. La vocación para levantarse de las caídas ya se perfila como una de las constantes temáticas de Western, que parece recomenzar aquí –lo hará varias veces luego– y será tan capaz de reinventarse a sí misma como sus protagonistas. Road-movie de caminantes (como La vía láctea, de Luis Buñuel, aunque sin la causticidad del Maestro), ésta los llevará por distintos parajes que, a su pasar, dejarán coloridos retratos de la clase media baja rural. Ahí está la "solidaridad de provincias" de la mano de Marinette, la francesa que le da techo y comida a Paco aunque parece tan pobre como él. Ahí están los boliches y las calles, donde el sex appeal del español contrasta con la desgracia infinita de Nino, que no conquista a una mujer ni de carambola. Lo que da pie a una singular encuesta diseñada por el ibérico para conseguirle chicas (algo así como una "licitación dibujada"), con la que golpea las puertas de las muchachas galas... ampliando el muestrario humano de la región.

Otros contrastes hacen crecer la química de la dupla. Paco es serio, especie de caballero español, Nino (ruso auténtico, reclutado para el elenco en París mientras se desempeñaba como músico callejero) tiene el perfil del clown que hace reír con su sola presencia. Y ninguno de los dos se toma las cosas demasiado en serio. El sexto largometraje de Manuel Poirier apoya en ellos su dinámica singular. Una narrativa ciertamente intrigante (nunca se sabe cuál será el próximo paso de los caminantes) y al mismo tiempo laxa, que discurre sin apuros (aunque nunca se pone lenta) y va dejando meandros emotivos en el espectador. Un cauce que mezcla las sonrisas con la inevitable melancolía de otra historia, nunca declamada, que transita por detrás de la principal: la del desarraigo, la soledad y la falta de perspectivas que aquejan a los despojados de aquí y allá.

Guillermo Ravaschino