Chascos
Si con La
humanidad y La vida de Jesús Bruno Dumont me había parecido un
realizador destacable, original y a tener en cuenta
(por su poder de
sugerencia y la elocuencia de su cine “del cuerpo”),
Veintinueve palmas fue una total decepción, y vino a confirmar esa
regla no escrita que nos advierte del efecto pernicioso que produce
Hollywood sobre los directores europeos. Filmada en un desierto de
California, donde la pareja de protagonistas deambula durante varios días
sin que sepamos qué están haciendo allí, además de practicar asiduamente el
sexo y pasear desnudos por donde se les antoja (en medio del desierto, entre
las rocas, en la piscina del motel, e incluso en el dormitorio), el guión no
propone rumbo alguno y carece de sentido, hasta de lógica. En todo caso, se
trata de mostrar la animalidad de los hombres y la magnificencia del
desierto, bien fotografiado, por supuesto. Para colmo, culmina con una
escena de violencia que de tan sorpresiva, brutal y ridícula motivó las
risas del público, a esa altura harto del film.
La otra
decepción me la produjo el último film de Bernardo Bertolucci, Los
soñadores, aunque en este caso las opiniones de los críticos estuvieron
bastante divididas. Esta realización, que parece querer evocar a Ultimo
tango en París, muestra un Bertolucci añejo, reblandecido y
exhibicionista. La historia de lo que pretende ser un homenaje a la
Nouvelle Vague está ambientada en abril y mayo de 1968 en París, cuando
la juventud salió a la calle para manifestarse por un mundo distinto. Dos
hermanos adoptan a un joven estudiante yanqui y se lo llevan a vivir
con ellos al enorme departamento familiar, en ausencia de sus padres. A
partir de ese encuentro, el film se encierra en ese ámbito hermético, donde
los tres protagonistas se dedican a juegos literarios y cinéfilos y a
ceremonias eróticas en las que se articulan el sexo, el incesto y la
homosexualidad. Con homenajes a los films franceses que cambiaron el cine y
obvias alusiones a Los hijos terribles de Cocteau y un patético
montaje paralelo con Mouchette de Bresson, Los soñadores
me pareció un ejemplo patético de cuando el mal cine imita al arte,
exhibiendo todos los clisés de la decadencia. El tiempo y los planos que
Bertolucci dedica a los enormes y hermosos pechos de Eva Green hablan del
limitado alcance del film, que no será recordado como una historia de
iniciación a la madurez sino –y en todo caso– como un retrato de la
obsolescencia de este director. Y los ideales del ’68… ¿dónde fueron a
parar?
En El
milagro de P.Tinto había descubierto que Javier Fesser es un director
absolutamente delirante, creativo y genial, por eso su esperada y postergada
La gran aventura de Mortadelo y Filemón fue mi otra gran decepción
del Festival. Fesser adora homenajear las tiras cómicas, las historietas, y
lo hace bien. El problema radica, empero, en la falta de dosificación de los
elementos que emplea: gags reiterados, efectos especiales para evocar los
comics y, sobre todo, un ritmo vertiginoso que no conoce pausas ni
momentos remansos. A caballo de una historia de humor absurdo sobre
espionaje, adelantos tecnológicos y agentes secretos caricaturescos, el film
reproduce la estética y la lógica de las historietas, pero a mí no me
arrancó una sola carcajada, y su ritmo monocorde me resultó un error
mayúsculo. ¿Un problema de sensibilidad? Puede ser… pero no fui la única que
se retiró de la sala más agobiada que divertida.
Alegrías
Al segundo día,
luego de muchas películas mediocres, la programación del Festival empezó a
darme algunas alegrías. Unas las motivó American Splendor, de Shari
Springer Berman y Robert Pulcini. Junto con Vai E Vem, la película
más interesante, original e inteligente que vi en esta temporada. Se trata
de un cruce entre documental y
ficción sobre el
protagonista de una historieta de mucho éxito en Estados Unidos, un seudo
perdedor que ironiza sobre la cotidianidad americana. El film articula la
historia retrospectiva actuada por
Paul Giamatti y Hope Davis
con entrevistas y
declaraciones del personaje real, su esposa y sus compañeros de trabajo, un
conjunto de freaks. Y por
supuesto, las tiras cómicas.
Brillante, y con una
extraordinaria banda sonora, ya que el protagonista es fan del jazz. Por
suerte, ya ha sido confirmado su estreno comercial.
Los lectores de estas
páginas saben que no soy devota de Lars Von Trier. Por ello, tuve una
agradable sorpresa con el interesantísimo Las cinco obstrucciones.
Claro que no fue gracias a Von Trier sino al otro codirector danés, Jorgen
Leth, quien en 1967 había realizado un corto notable, El perfecto humano,
sobre el comportamiento de hombres y mujeres. Von Trier desafía a Leth a
reelaborar ese corto cinco veces, proponiéndole distintas limitaciones de
tiempo, espacio, actores. El juego se convierte en un tour de force
que exprime la capacidad del director, quien sale victorioso de la prueba.
La confrontación del petulante Von Trier con el verdadero artista y creador
que tiene delante empequeñece una vez más su figura y pone en evidencia
dónde reside el verdadero talento. Por añadidura, Leth se presentaba al
final de las exhibiciones del film a dialogar con el público. El film podrá
volver a verse en el inminente Bafici (Festival de Cine Independiente de
Buenos Aires).
Otros aciertos fueron
la turca Uzak y la danesa Reconstrucción de un amor (que
después llegó a las salas comerciales, y ya ha sido criticada en CINEISMO).
Competencia
Como ya viene
siendo habitual, fue la sección más pobre del evento. ¿No será hora de
cambiar el status del Festival de Mar del Plata? Su condición de Clase A
limita las posibilidades a la hora de elegir los films en competencia,
porque las obras más interesantes se presentan con antelación en los
grandes festivales Clase A del mundo, y Mar del Plata se las pierde.
Ergo, lo que llega suele ser material de descarte. Vi muy poco, desalentada
por los comentarios tantos colegas que habían arribado antes. Por eso,
cuando vi Buena vida delivery, en seguida sentí que ganaría algún
premio. La opera prima del argentino Leonardo di Cesare presenta un drama
privado derivado de la crisis pública: un muchacho ve su casa invadida (y su
vida arruinada) por una familia que ha quedado en la calle. Sin caer en el
sentimentalismo ni en los golpes bajos, el film de Di Cesare encuentra el
tono justo para presentar un cuadro de la realidad social argentina, que
algunos críticos acusaron de fascista, por la imagen negativa que presenta
de las clases más castigadas. También a Julio Cortázar lo acusaron de
gorila cuando en “Casa tomada” simbolizó el avance imparable del
peronismo. Buena vida delivery habla de algo más: de la crisis
actual, de sus consecuencias mediatas, de la solidaridad y de la estafa
social. Sin haber visto algunos films de competencia, acuerdo con el primer
premio que se le concedió.
Nicoletta
Braschi (la principessa de La vida es bella) ganó con toda
justicia el premio a la mejor actriz por su interpretación, en Mi Piace
Lavorare, de una trabajadora que es víctima de la flexibilización
laboral y el capitalismo salvaje. A partir de Recursos humanos, de
Laurent Cantet, los europeos por fin están tomándose en serio el tema del
trabajo como sujeto cinematográfico, algo que reclamaba Godard en el
documental sobre su film Pasión. Esta película de la directora
italiana Francesca Comencini presenta muy sobria y ajustadamente la manera
en que las grandes empresas anónimas se fagocitan a sus trabajadores. Sin
explicitar nunca el sufrimiento que atraviesa una trabajadora mientras es
sistemáticamente humillada, el film sólo patina al final, pero resultó un
título –y una directora– a tener en cuenta.
Intermezzi
Mi amigo Jorge
García contabilizó 13, entre cócteles, almuerzos y cenas, financiados por el
INCAA, las delegaciones extranjeras, la ciudad de Mar del Plata, etc. Yo
sólo fui invitada a 2 de ellos, lo que demuestra que en la Oficina de Prensa
(que funcionó mucho más organizadamente que en años anteriores) hubo hijos y
entenados. De todas maneras, no lamenté ocuparme del cine más que de las
fiestas, pues para eso había viajado. Un cóctel estuvo organizado por el
programa Raíces, de coproducción y distribución cinematográfica entre
Argentina y los países de donde provienen nuestros antepasados inmigrantes,
que este año se desarrolla en colaboración con Italia. El otro, la fiesta de
cierre, fue un bochorno, especialmente –aunque no sólo– por el calor que
hacía en la carpa que montaron especialmente para el evento en la rambla
Bristol.
Birri
Fue una oportunidad
única poder ver la retrospectiva-homenaje a Fernando Birri (quien estuvo
presente), ya que sus documentales clásicos circulan en video, pero no se
presentan muchas ocasiones de verlos en fílmico. Títulos ineludibles como
Tire dié o Los inundados –que no han envejecido un ápice–, La
pampa gringa o Un señor muy viejo con unas alas enormes confirman
que sigue siendo el pope del cine social en Argentina.
La mujer y el cine
La que fuera en
años anteriores una de las secciones más pródigas en felices hallazgos, en
esta oportunidad (ya con competencia y premios propios) ofreció un nivel
mediocre, sin un solo punto sobresaliente… fuera de la extraordinaria
actuación de la siempre gratificante Frances McDormand en Laurel Canyon,
el film independiente de Lisa Cholodenko.
Joyitas
El último de Manoel
de Oliveira, Um Film Falado,
no fue ninguna joyita: me
dejó indiferente con su temática y tratamiento. Y me pareció demasiado
didáctico su planteo sobre la historia del Mediterráneo y la posibilidad de
comprensión de la humanidad, más allá de las lenguas y nacionalidades.
Aunque fue un placer volver a ver en pantalla a Irene Papas (ah, la
nostalgia). El que me dejó maravillada es otro gran realizador portugués,
Joao Cesar Monteiro, con su maratónico Vai E Vem. Film
inclasificable, que sigue el derrotero de la figura desgarbada del viejo
Vuvu, su protagonista (el mismo Monteiro, poco antes de morir) en su
recorrido diario en ómnibus desde su departamento hasta una plaza donde
transcurren sus horas. Después de varios viajes casi idénticos, en los que
nada sucede más allá de lo habitual en un transporte urbano, descubrimos que
el protagonista es un personaje interesantísimo, un loco lindo original y
absolutamente libertino, amante del sexo, de las mujeres hermosas, de la
escatología, del lenguaje y la literatura. En larguísimos, bellísimos planos
fijos en interiores, asistimos a sus encuentros eróticos y no tanto, siempre
disparatados y estrafalarios, con diversas jóvenes que escuchan al viejo en
sus recitados, parlamentos, citas literarias, etc., como si de un maestro se
tratara. Y es que Monteiro sí es un maestro: de la vida, el arte, el amor y
la libertad. Volví de Mar del Plata con “tarea”: ver los films anteriores de
Monteiro (dicho sea de paso, Vai E Vem volverá a exhibirse en el
próximo Bafici).
El otro
descubrimiento fue Last Life In The Universe, de Pen-ek Ratanuang. A
juzgar por ésta y por Blissfully Yours, premiada en Bafici 2003, la
emergente cinematografía tailandesa promete ser tan digna de interés como la
coreana. Mezcla de thriller y melodrama romántico, con toques de realismo
mágico, Last Life In The Universe relata la historia de un joven
obsesivo (el actor japonés Asano Tadanobu, quien ha filmado con Kitano y
Miike) al que el destino libera del suicidio para mezclarlo con algunos
yakuzas y dos muchachas que alterarán su vida definitivamente. El film
avanza al compás de los dos jóvenes que profundizan su relación a pesar de
las diferencias sociales y culturales, en un clima de irrealidad, humor y
suspenso poco habitual en el cine que solemos ver. Aunque el final no está a
la altura del resto, lo rescata la fugaz presencia de Takeshii Miike como un
yakuza en una escena divertidamente violenta. Por lo diferente, sugestiva y
bien realizada, con una fotografía fría y magistral, resultó una de las
perlas más inesperadas del Festival.
Josefina Sartora