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Medios locos, Todos al diván, Cafe Fashion


Tres al hilo


Cierta nota que garrapatié, pero después no publiqué, sobre la TV portaba un encendido elogio del programa Medios locos (Canal 7, lunes a viernes, 0 hs.), cuya osadía, valentía y agudeza me emocionaron la primera noche en que lo vi completo. Era el anochecer de un día agitado. De ese día en que el presidente argentino se permitió llevar los salarios de 140 mil trabajadores estatales un 12 y hasta un 15 por ciento por debajo del nivel, ya menguado, que acusaban luego de la sofocante década de la gestión anterior. Esa noche, los integrantes de Medios locos tuvieron el coraje de hacer oposición política, o mejor: de esbozar una política de oposición, desde el canal de televisión estatal. Es decir, desde la principal empresa de comunicación del Estado. Lo hicieron con inteligencia, no sin humor. Volví a sintonizarlos (¡sí, vivo sin cable!) en noches subsiguientes para presentir, al cabo, que aquel emotivo programa efectivamente había reflejado las consecuencias inevitables de eso que fue el ajuste: un resonante, amplio, grosero cachetazo en la cara de la población. Y los animadores de Medios locos son parte de la población (algo después supe, incluso, que la productora del envío se hallaba atrasada con el pago de sus sueldos). Sin embargo, no persistieron en la oposición política. O más concretamente, sí persistieron pero mayormente en el plano del chiquitaje, mientras que en las cuestiones de Estado (¡como lo fue el ajuste!) pasaron a mostrarse casi siempre oficialistas. O para el caso, estatales.

Hace un rato vi Todos al diván (lunes, 23 hs., Azul TV), que me dio mucha risa. Roberto Pettinato reúne caudalosas como variopintas dotes de profesional del humor (no en un sentido estricto sino a la Pettinato: stand up comedian, histrión, improvisador, conductor) y las conjuga con una inteligencia nada frecuente. Hay un psicólogo, Rolón, que supo (¿sigue?) acompañar a Alejandro Dolina en la radio y al que aquí le cabe poner el broche del programa con una escueta semblanza del perfil de cada uno de los invitados. Una semblanza psicológica, digamos, y digamos invitadas porque estaban Silvia Süller, Alejandra Pradón, María Gianmaria y Florencia de la Vega (sí, el travesti). Buen trabajo el que se consiguió Rolón, cuanto menos a juzgar por esta noche en la que le bastaron dos o tres trazos, dichos con convicción, fluidez –y aparentemente de taquito– para emocionar por turno a las pulposas presentes. También es cierto que, como la mayor parte de los adivinos, siempre terminó diciendo lo que ellas querían oír. Pero las emociones se dibujaban hondas en las mejillas, o lo que el maquillaje dejó ver de ellas, y no estamos hablando precisamente de grandes actrices. Esas emociones estaban ahí. Una quinta invitada, ¿Bárbara? (sepan dispensar esta y otras amnesias en una primera nota sobre la TV), fue virtualmente secuestrada por un apolíneo stripper que hizo su número, involucrando una por una a las beldades, con las que bailó, y entre las que pareció elegir a una. A esa. Y se la cargó sobre la espalda, para llevársela cabeza abajo, colgando felizmente sobre su hombro derecho. Nada se supo ya de la muchacha, desaparecida al promediar el "metraje" como Midge (permítanme esta asociación, ya que acá también hubo suspenso), la amiga de Jimmy Stewart en Vértigo.

Después vino Café Fashion (Azul TV, lunes a viernes, 0 hs.), que abrió con la nota obligada del día, el pésame por el Potro Rodrigo. Y corrió por cuenta de Fernando Siro. ¡Ay, Siro! Dijo en este orden que la vida tiene cosas agradables y desagradables; que esa noche, como ninguna, permitía verificarlo; que había que saber encontrarle la vuelta agradable a las cosas desagradables. Sí: para el marido de Elena Cruz la muerte de Rodrigo no vino a ser una cosa dolorosa, aciaga, desoladora, siquiera injusta, sino desagradable. Como un vino rancio o un mal olor. Claro: como las cosas desagradables no merecen pena, por este lado el encadenamiento (no voy a decir razonamiento) se perfila conveniente para inaugurar un programa de chistes en el medio de un velorio. Pero maldigo esa conveniencia, es falsa. Una muerte tiene poco que ver con un mal olor. Y a los vinos rancios no hay que buscarles ninguna vuelta agradable, sino desecharlos sin más ni más.

Guillermo Ravaschino, madrugada del 27 de junio del 2000