Las XXII Jornadas de Cine y Video Independiente organizadas en Villa Gesell por la Unión
de Cineastas de Paso Reducido (Uncipar) concluyeron el sábado 22 de abril con la victoria
absoluta del cortometraje Asociación Argentina de Actores de Sebastián Alfié,
protagonizado por Jean Pierre Reguerraz. Junto con el corto de Alfié, viajarán este año
a Holanda (para competir en el festival internacional organizado por UNICA) el documental Los
pibes de la película de Pablo Ramazza y el divertimento de Ariel Winograd Dracool.
La selección que el jurado operó sobre los 50 trabajos en competencia exhibidos a lo
largo de tres agotadoras jornadas estuvo fuertemente acotada por los tiempos estipulados
por UNICA para los cortos argentinos: sesenta minutos para todo el "paquete",
con cuatro minutos "en blanco" entre cada realización.Con la competencia internacional del año pasado (en la que
participaron La prueba de Diego Lerman y 100% Lana, del mismo Ariel
Winograd), Argentina perdió algo del "handicap"acumulado tras varios años de
competición, reduciendo su cuota de participación de 75 minutos a una hora. Esta
reducción, sumada a la tendencia del jurado a enviar al exterior trabajos "que
muestren realidades nacionales", hizo que se acabara seleccionando un trabajo de
larga duración (Los pibes de la película dura 28, el tiempo máximo fijado
en las bases de la competencia), el corto de Alfié y un trabajo que completará los
sesenta minutos tratando de desperdiciar la menor cantidad de tiempo posible. Ese es Dracool,
un corto vampírico de unos cinco minutos.
Los pibes de la película, de Pablo Ramazza,
tiene lo suyo. Es un documental sobre la película de Fernando Birri Tire dié,
identificada por Ramazza y su equipo como la que inició un movimiento de cine social en
Argentina. A lo largo de tres años, estos jóvenes cineastas se encargaron de investigar
sobre la película y, sobre todo, sobre sus protagonistas. Muchos de los chicos que en el
film aparecen pidiendo monedas (de ahí el título, por "tire diez") o las
mujeres que aparecen contando su vida cotidiana fueron ubicados en el presente, y
entrevistados. El lugar donde el film de Birri se desarrolla fue revisitado y hasta se
hizo una proyección del film para los que estuvieron involucrados en el mismo, tal como
había ocurrido en la fecha del estreno original. De esa forma, el trabajo combina una
suerte de recuperación (como en la película que habla sobre la chilena La batalla de
Chile de Guzmán o como los Faro document de Ingmar Bergman) con un cine
documental de hondo contenido social, y lo hace con acierto, sin ruido en la propuesta. Asociación
Argentina de Actores busca mostrar, a través de una ficción en la que Reguerraz
maneja un taxi engañando a sus pasajeros, la realidad de desempleo que sufren los actores
argentinos. Ambos trabajos, con algunas pequeñas desprolijidades, estuvieron entre lo
mejor de la muestra. Poco puede decirse de Dracool, salvo que carece del nivel que
tenía el otro corto de Winograd, 100% Lana (ganador del festival en 1999), y que
varios justificaron su elección por tener el tiempo justo para redondear los sesenta
minutos del paquete.
Antes de la entrega de premios, el jurado hizo
manifiesto su deseo de haber podido galardonar a muchos trabajos más. Cosa que hizo, en
parte, a través de las numerosas menciones otorgadas: "por la compaginación y la
banda de sonido" para Admisión y permanencia de Fernando Livschitz (una
prematura visita al infierno, que el Demonio aprovecha para hacer pecar a un salvo),
"por el trabajo de cámara" para el impecable trabajo en fílmico El
tiracables del alemán Dirk Von Braunmül y el argentino Diego Sabanés, "por su
realización" al corto ciberpunk repleto de efectos digitales Pandemonium de
Carlos Alonso, "por la fotografía" a La salida, profesionalísimo
trabajo de ficción de Claudio Villaruel, "por el guión y el contenido" a Black
Eleven de Leonardo Di Césare (que cuenta con audacia las aventuras y desventuras de
un joven argentino exiliado en Nueva York), "por mejor película de animación"
para el segundo capítulo de la creación de Ayar Blasco y Juan Antín Mercano el
marciano, "por la investigación y actualización de una realidad que merece
justicia" para Mapuche Ñi Mapuche, un profundo documental sobre esa comunidad
indígena, "por mejor actor" a Marcelo Testa, de Félix & Co.
(dirigido por Andrés Schaer) y Jean Pierre Reguerraz, protagonista del corto ganador, y
"por mejor actriz" para María Merlino de la comedia Con vos contar
corderitos (dirigida por Leonardo Brzezicki Conde).
El premio del público (fruto de las votaciones que
los asistentes hacían en forma voluntaria a la salida de cada una de las tandas de
proyección) dio como ganadora a Felix & Co., una frenética comedia de
impecable factura que parecía más parte de un serial que un trabajo unitario. No fueron
pocos los miembros del público que opinaron que tal vez trabajos como Con vos contar
corderitos merecían un premio más importante o que realizaciones como Barro
fundal (un drama de carácter social de casi 25 minutos filmado en Super 8 y sin
luces) merecían figurar entre los ganadores. También sin premio quedaron cortos notables
como 1.Elipse, videocreación de Sebastián Zicarello, el corto sobre desaparecidos
El paso de Valeria Petrone, el drama policial Cinco cinco del cordobés
Ramón Bendersky, el documental-videoarte Pisadero de Alejandro Quiroga, La cuna
de Emiliano Di Giusto o el contundente Anhelo de Patricio Alvarez Casado.
La no realización durante 1999 del encuentro anual
que venía realizando la SAVI (Sociedad Argentina de Videastas) convierte a las jornadas
de Uncipar en el último bastión del cine amateur: en ningún otro espacio pueden verse
tantos y tan variados trabajos de este ámbito de producción. Este año viajaron a Gesell
casi 400 cortometrajes. La totalidad de ellos iban a ser exhibidos mediante la que sería
la más importante innovación de las XXII Jornadas: la suma de una segunda sala
"simultánea" en el cine San Martín, ubicado en el primer piso de las galerías
Combo. Sin embargo, el tradicionalismo del público no dio brazo a torcer: para la
sección Pantalla Abierta (que suele realizarse de 0 a 6 y que incluye aquellos trabajos
que no consiguieron espacio en la selección oficial) el público siguió eligiendo la
sala de la Casa de la Cultura como lugar de encuentro. El primer día de proyecciones,
mientras en la nueva sala el púbilco no superaba las 15 personas, en la sala de costumbre
cientos de jóvenes se peleaban a gritos con las imágenes en un pandemonium que ya se ha
convertido en uno de los ritos de este festival. El segundo día de muestra, la asistencia
a la sala 2 se redujo a cero, con que el proyectorista decidió cerrar el boliche y
acompañar a su colega en la sala principal. Cerca de 100 trabajos se quedaron sin una
proyección que, de cualquier modo, no hubiera sido presenciada por nadie.
¿De dónde salen tantos trabajos, y en qué
consisten? Pantalla Abierta es el "cambalache" de las Jornadas: allí puede
encontrarse desde trabajos de estudiantes de primer año de escuelas de cine hasta
mediometrajes muy producidos que quedaron fuera de la muestra por su extensión, pasando
por cortos hiperbizarros y obras de teatro filmado. Para los videastas asistentes (en su
mayor parte de alrededor de 20 años) se trata de un espacio de catarsis: se grita y se
patalea con más o menos creatividad toda la noche, con quejas incesantes frente a los
trabajos de larga duración y el grito de "¡¡Efe-Efe!!" (por Fast Forward)
para los cortos que se tornan demasiado aburridos. Esta tendencia del público provocó
algunos conflictos entre asistentes o entre asistentes y proyectoristas, aunque la cosa no
pasó a mayores. Sin embargo, acaso fue esta soltura cada vez mayor la que hizo que el
viernes algunos asistentes se rieran a carcajadas ante trabajos altamente dramáticos como
El enemigo del cordobés Julián Planells, obligando a las autoridades del festival
a pedir silencio.
Las Jornadas también ofrecieron la oportunidad de
fascinarse con largometrajes como ¿Quién diablos es Juliette? del mexicano Carlos
Marcovich, emocionarse con el documental sobre las Abuelas de Plaza de Mayo de David
Blaustein Botín de guerra, o descubrir nuevas cinematografías, como la
desarrollada por la realizadora Lillian Morello en su mediometraje Once. También
se pudo repasar cuatro de los trabajos más célebres desarrollados por créditos de la
cubana Escuela de Cine y TV de San Antonio de los Baños, ver los cortos de recientes
competidores de UNICA, compartir los mejores trabajos del festival francés de Angers (que
incluyó varios cortos británicos notables y la visita de algunos de los organizadores de
ese festival). Desde el escenario de la Casa de la Cultura se realizó un nuevo
llamamiento para participar del concurso Georges Mèliés, cuya propuesta temática anual
está vez gira en torno de "los espacios para no fumadores". El evento concluyó
con la ya tradicional fiesta sobre la playa, con marcha, folklore y cuarteto cordobés que
el alcohol y el fogón se encargaron de encender. Un momento agradable, nada menos.
Con menos público y algo menos de nivel artístico
que en el '99, Uncipar sigue confirmándose como un espacio importante, necesario. Hace ya
mucho tiempo que la muestra dejó de ser un lugar reservado para los practicantes
solitarios del paso reducido. Hoy, con secciones como el Foro de Directores de Escuelas de
Cine y Video, las jornadas son una vidriera de lo que los estudiantes de cine logran
concretar hacia el fin de sus carreras. Trabajos de FUC, CIC, CIEVyC, ENERC (ex CERC) y
escuelas de cine de Córdoba, Mendoza y muchas otras provincias del país tienen en este
festival su bautismo de fuego. Además, ya casi no existen trabajos independientes que no
sean de alumnos de escuelas como estas o que no estén vinculados de una u otra forma al
quehacer académico.
Junto a esta realidad se encuentra la de la técnica
y la tecnología. La evolución técnica pudo advertirse con claridad (parte de este
mérito lo tienen justamente las escuelas) en términos de montaje, iluminación y
encuadre. Respecto de la tecnología, las palabras que más sonaron en los pasillos de la
Casa de la Cultura de Villa Gesell fueron transfer, video digital, edición en
PC, mail y páginas de Internet. Los realizadores argentinos empezaron a gozar
del fácil acceso a la imagen digital de alta calidad sin grandes sacrificios que no sean
económicos (aunque los costos, en este campo, siguen tendiendo a bajar). ¿Qué le falta
a este cuadro? Factor humano, tal vez. La elaboración argumental del grueso de los
trabajos de ficción que se vieron en Gesell sólo pasa el examen con grandes cuotas de
benevolencia. La situación es paradójica: con todos los elementos al alcance, parecería
que la mayor parte de los estudiantes y/o futuros realizadores tuvieran pocas cosas que
decir.
Máximo Eseverri
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