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8 MUJERES
(8 Femmes)

Francia, 2002


Dirigida por François Ozon, con Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Fanny Ardant, Danielle Darrieux, Emmanuelle Beart, Virginie Ledoyen, Ludivine Sagnier y Firmine Richard.



El nuevo niño terrible del cine francés, François Ozon, evade hábilmente todo intento de clasificación o encasillamiento. Si en Gotas que caen sobre las rocas calientes manifestaba inspirarse en Fassbinder y en Bajo la arena incursionaba en el thriller psicológico melodramático, en 8 Mujeres es evidente que decidió divertirse en grupo y divertir a los demás, alejado de todo convencionalismo. En esta última película, basada en una pieza teatral, Ozon parodia los géneros clásicos: por un lado el policial de intriga, con la aparición del cadáver de un hombre rico asesinado en un ámbito cerrado, una casa aislada en la nieve que encierra ocho posibles culpables... todas mujeres. Y no cualesquiera, sino interpretadas por lo más consagrado de las estrellas francesas, en un elenco impresionante: Catherine Deneuve, Isabelle Huppert, Fanny Ardant, Emmanuelle Beart, la veterana Danielle Darrieux, la negra Firmine Richard y las jóvenes Virginie Ledoyen y Ludivine Sagnier. En un disfrutable duelo actoral lleno de mordacidad y humor, esas mujeres discutirán ácidamente en sucesivos interrogatorios y confesiones hasta descubrir la verdad. Verdad que demuestra que la realidad siempre puede ser peor aun.

Por otro lado, el melodrama: Ozon ha abrevado en los maestros del género. Aprendió de Douglas Sirk y Fassbinder cómo contar las tramas que urden los personajes y, en este caso, los distintos vínculos femeninos: las hermanas, la madre, las hijas, las cuñadas, las amantes, las patronas, las mucamas muestran las distintas formas que toma el amor femenino en un mundo en el que el hombre ha muerto, o está ausente. ¿Alusión a las consecuencias del feminismo?

Ozon parodia también el musical de los ‘50: cada actriz tiene su propio número musical, una canción y coreografía concebida adecuadamente para ese personaje. El número musical es el instante de la confesión, a manera de monólogo teatral en el que cada mujer expresa su interioridad, sus más hondas motivaciones. Ozon exhibe una puesta en escena cuidadísima para esta obra eminentemente teatral: con vestuario y estética de los años ‘50, cada personaje está cuidadosamente presentado en un kitsch sofisticado: a cada una de las mujeres corresponde determinado vestuario, color, peinado y maquillaje que la caracterizan; de la misma manera, cada una de ellas guarda un secreto, e incluso en la presentación el nombre de cada estrella está acompañado por la flor que corresponde a su personaje.

El film abunda en homenajes y citas cinematográficas, y hasta las actrices se parodian a sí mismas. Si Deneuve cumple su consabido rol de respetable señora burguesa de larga boquilla y piel de leopardo con poses hieráticas y movimientos estudiados, Ardant es la rebelde al sistema y Huppert supera toda comparación. Como la cuñada solterona, fea, pobre y por añadidura virgen, apela a todos sus recursos histriónicos para caracterizar a una desopilante neurótica verborrágica que sorprenderá a todos con una transformación impactante. Incluso su número musical de mujer que llora su soledad es una parodia de La profesora de piano.

En sus películas anteriores, Ozon ya había demostrado ser un excelente fotógrafo del cuerpo humano. Aquí también revela una esmerada, admirada composición para cada estrella: Ardant siempre está filmada con algún marco escenográfico, el interrogatorio colectivo se dirime en intensos primeros planos, incluso el beso entre dos mujeres está provocativa y sutilmente registrado.

Por todo lo dicho es obvio que Ozon ha elegido apartarse de todos los códigos naturalistas. La historia es desorbitada, las actuaciones exageradas, los personajes estereotipados, los colores saturados, el doblaje y la continuidad evidencian la artificiosidad del dispositivo. Y en todo trasunta la diversión que debe de haber experimentado el equipo completo al realizar el film.

Vi 8 Mujeres en dos oportunidades: la primera en el Festival de Mar del Plata me asombró, no accedí fácilmente a la propuesta artificiosa y me sobraron números musicales. En la función previa a su estreno, con la mente y el corazón más abiertos, me divertí francamente con cada detalle.

Josefina Sartora      

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