Un artesano buscavidas, un jugador empedernido y
un muchachito de lo más ingenuo ganan la ruta para cumplir con un extraño encargo:
entregar una escultura de la Virgen en tamaño natural a un mafioso que los espera al otro
lado de la selva. Cuestión de fe está filmada acá nomás (o casi: en Bolivia)
pero su solidez, su falta de prejuicios y el soberano pito catalán que le hace a los
clisés del "cine latinoamericano" la convierten en una pieza única, como de
otro mundo.
Como era de esperar, los infortunios
que amenacen con frustrar la entrega sana y salva de la virgencita empezarán a
acumularse. Lo que no se puede imaginar es la destreza con que Marcos Loaiza, el director,
aprovecha las mil y una circunstancias del periplo que son físicas, geográficas y
humanas para hacer aflorar las grandezas y miserias de sus personajes.
Interpretaciones memorables de actores poco o nada profesionales y un puñado de medios
tonos agridulces (trazados con un pulso que remeda al del enorme Luis Buñuel) enaltecen a
Cuestión de fe, una de las pocas grandes obras que ha dado el cine
latinoamericano de factura reciente. |