| Western es una de esas películas que aparecen muy de vez en cuando. Prescinde de
    conflictos fuertes y ritmos ajetreados. No sólo carece de una resolución previsible
    sino, hasta cierto punto, de un final. Y sin embargo atrapa, interesa, divierte. Narra las
    desventuras de dos extranjeros en la campiña francesa, obligados a emprender un viaje
    hacia ninguna parte.
 Si bien se mira, la situación de los
    protagonistas es desesperante. A Paco (Sergi López), vendedor de zapatos español, le fue
    robado el coche que utilizaba para trabajar (¡ni más ni menos esencial que la ilustre
    bicicleta de Vittorio de Sica!). Nino, el ruso (Sacha Bourdo), es como el Loco Chávez:
    empezó de abajo... y nunca tuvo nada. Lo que se puede ver, empero, es que ninguno de los
    dos se abruma mayormente por las circunstancias. Ahí está el motor de Western.
    Que se hecha a andar en parte por la vía cómica y absurda, en que se luce Bourdo, una
    especie de alfeñique-clown, mientras López lo contrasta desde su seriedad de Don Quijote
    proletario. Buena química la de la dupla. La otra parte de la energía se consume
    en una línea más sutil, pero también más inquietante. Lo que hacen Nino y Paco es
    intentar vivir su vida de hombres como los otros hombres, los que tienen una
    casa, un trabajo, tal vez una mujer, un coche. En rigurosos términos esto no implica
    mucho más que comer, dormir y fornicar. Pues vean Western y sabrán ustedes todo
    lo que permanece, y lo que cambia, de estas simples ceremonias cuando se trasladan a un
    desocupado. Y Nino y Paco lo son en un sentido amplio: les falta ocupación laboral,
    territorial y nacional.  No por nada su territorio es Western. Ellos dos son
    forasteros. Como tales gozan, sufren, viven las miserias del planeta actual. |