Si leyeron los nombres que
figuran más arriba y se ilusionaron, creo que voy a romper el hechizo. Lo
mejor que tiene la nueva película de James Foley (El corruptor, ¿Quién es
esa chica?) es la banda de sonido: Groove Armada, Madonna, Aretha
Franklin y Coldplay parecen ser el premio que recibimos por perseverar en la
espera de que las cosas se pongan buenas en la pantalla. Y Coldplay llega
recién con los créditos finales.
Confidence
pone en cartel (con una estética muy videoclipera) otra historia sobre
estafadores profesionales en la que nada es lo que parece y los ardides se
suceden continuamente. Ahí tenemos la reciente Los Tramposos, de
Ridley Scott. Y aunque pueda empezar a sonar a clisé, es inevitable nombrar
a la muy superior Nueve reinas, del argentino Fabián Bielinsky, como
un acto de justicia entre tanto más de lo mismo.
Igual, el
problema más grave de Confidence no es la reiteración, o el
formulismo, sino su asombrosa capacidad de irritar hasta lo indecible
(en apenas 97 minutos de cinta) con recursos que al principio resultan
atractivos, pero que después devienen provocativos. A saber: la idea de
hilar toda la historia a partir de los flashbacks que surgen del
relato que el protagonista (Edward Burns) formula mientras está de rodillas
y con un arma apuntándole a la cabeza; el tono presumido de cada uno de los
personajes, en una lucha constante por contar el chiste más gracioso; y,
last but not least, la propia voz de Burns, insoportablemente monocorde,
contándonos todo de principio a fin.
La trama
narra la historia de Jake Vig, el cerebro de una banda de
delincuentes que estafa a sus colegas con la ayuda de un par de policías
corruptos de Los Angeles, ciudad en la que está ambientada el film. Joven,
inteligente y atractivo, Vig no soporta ni las palomas ni las chicas
pelirrojas: traen mala suerte. Ahí está Ed Burns (15 Minutos, Rescatando
al Soldado Ryan) haciendo lo que puede con un papel que le sienta
perfecto... y un guión aburrido.
El
conflicto surge cuando, sin saberlo, Vig y sus compañeros se meten con un
peso pesado de la mafia (Dustin Hoffman). En un pacto de caballeros, Vig se
compromete a organizar otro golpe y así pagarle lo robado. Para planificar
el nuevo engaño (y para que el romance aparezca en pantalla) suman a una
ladrona de billeteras, Lily, a la banda. Por ahí también anda Gunther Butan
(Andy García), un agente que se empeña en sorprender a Vig con las manos en
la masa.
El
personaje de Lily es interpretado por la hermosísima Rachel Weisz (Un
gran chico, Enemigo al acecho). Párrafo aparte para ella. No sólo por su
encanto, sino por el mérito de haber escondido su acento británico y lograr
actuar con todas las de la ley. Lily hasta sufre por amor.
Además de
Weisz, los mejores momentos se los llevan Dustin Hoffman y Andy García
haciendo surgir, y crecer, a sus personajes en escena: las caricaturas del
gángster y el agente federal que ya vimos tantas veces, pero inyectadas de
humanidad y gracia. Por algún motivo, la ironía que el guión persigue
constantemente... sólo florece en ellos. Lástima que aparezcan tan poco.
Analía Crivello
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