HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS














CINEISMORECOMIENDA

CARANCHO

Argentina-Francia-Chile, 2010



Dirigida por Pablo Trapero, con Ricardo Darín, Martina Gusmán, Carlos Weber, José Luis Arias, Fabio Ronzano.



Pablo Trapero es uno de los pocos directores surgidos del denominado “nuevo cine argentino” que lograron aproximarse a los géneros clásicos sin resignar su mirada personal. Así es como en Leonera trasmutaba un subgénero con frecuente destino exploitation como el de cárceles de mujeres en un anti-relato de inusual potencia, enfriaba a cero absoluto el melodrama con el viento patagónico en Nacido y criado, configuraba una comedia familiar/road movie centrípeta con Familia rodante, amalgamaba policial y costumbrismo en El bonaerense y, como se dijo en el momento de su estreno, coqueteaba con la ciencia ficción con esas máquinas engullehombres de Mundo grúa (¿y no es “mundo grúa” acaso un nombre de película de ciencia ficción?). Carancho es un paso firme en la misma dirección. Pero esta vez Trapero enfrenta un género difuso, un anti-género, el “film noir”, categoría que engloba un numeroso y disímil cuerpo de películas estadounidenses realizadas entre los inicios de la década de 1940 y mediados de la década siguiente, caracterizadas por formular estructuras formales que se desmarcaban del modelo de representación institucional del cine clásico, por desarrollar una mirada desencantada sobre la sociedad de la época y por proponer una moralidad ambigua. En definitiva, si el Hollywood clásico era la fábrica de sueños, el “film noir” representaba las pesadillas que finalmente se colaban en la superficie.

Es cierto, Carancho no posee, en el plano formal, la artificiosidad marcadamente expresionista del cine negro, pero aun así el film de Trapero también se siente como un mal sueño, el del individuo desamparado contra fuerzas mayores, el del extraño en tierra de nadie, el del descenso imparable al inframundo. En este sentido Carancho es un film noir en espíritu pero no en apariencia, una película que construye un mundo de una negrura casi total (y ese “casi” es clave) con las herramientas de un realismo implacable y sucio, sin la opacidad formal típicamente “noir” pero encarnando el mismo sentido que ésta.

En Carancho tenemos al “Carancho” Sosa (Ricardo Darín), aquel que recorre las calles en busca de víctimas de accidentes automovilísticos para llevar esos casos a juicio. Como buen ave de rapiña, Sosa revolotea por los alrededores del hospital donde comienza a trabajar Olivera (Martina Gusmán) en busca de nuevas víctimas (de tránsito, pero también y a la vez, de su negocio sucio). Olivera sospecha de la diligencia del intruso, pero pronto se convence de que es un mal menor. Y en una de esas largas noches de guardia, que Trapero retrata sin sordina, Sosa y Olivera se enamoran en un café de estación de servicio, contando los autos que pasan en rojo.

Pero la labor del Carancho no se limita a cazar accidentes sino también, en un giro que otorga al personaje de Darín una ambigüedad fascinante, a provocarlos, contratando a personas con necesidad de dinero fácil para tener un “accidente”. En esta comunión aparentemente contradictoria de accidente planificado o realidad simulada radica la clave del cine de Trapero, cuya impresión de realismo está íntimamente ligada a su capacidad fabulatoria. Sirva como ejemplo el caso de “carancho”, término repetido por todos los personajes para referirse a Sosa y que como espectadores tomamos inmediatamente como verdadero, pero que fue inventado por el realizador, según aclaró en alguna entrevista.

El mundo que describe Carancho es el de la corrupción colándose en los intersticios de un sistema debilitado y enfermo. En ese panorama desolador, de faroles de luz amarillenta que proyectas sombras de cine negro sobre las calles de tierra del conurbano, la posibilidad de felicidad existe en esa unión fortuita de doctora novata y abogado chanta en busca de redención. Y ese paraíso recuperado es un espacio concreto, el departamento de Olivera, al cual se accede exclusivamente por corte y elipsis, como quien retorna de la Tierra de los Muertos con la promesa de nunca mirar para atrás. Y de él se sale por un ascensor que es, en realidad, siempre “descensor”, una especie de antesala de intimidad al infierno nuestro de cada día. En Carancho la única forma de escape es el crimen y la fuga, como sucedía en el cine del último gran director de género de nuestro medio, Fabián Bielinsky (de hecho, sólo el autor de Nueve reinas y El aura pudo descifrar la inmensa oscuridad que puede alcanzar Darín, ahora resurgida en Carancho).

Pero la novedad más notable de este film con respecto a los anteriores de Trapero, más allá de esa pátina clásica diseñada a partir de actores profesionales en los protagónicos y una estructura típicamente noir, es una puesta en escena que privilegia la cámara en mano y la cercanía carnal con los personajes sobre los planos generales más “contextuales” que dominaban sus primeros films. Esto tiene, en principio, dos consecuencias notables: en primer lugar, Carancho es su film más emotivo e intenso, y, tal vez por eso, el más “accesible” y, a priori, masivo, como lo confirman las cifras de su primera semana en cartel. Pero además le otorga una movilidad fundada en un uso casi virtuoso del plano secuencia, de una perfecta y secreta coreografía, con un pie en el cine de los hermanos Dardenne y el otro en la espontaneidad de lo marginal del programa televisivo “Policías en acción”. En Carancho Trapero logra –¡por fin!– hacer cine de género efectivo y estructuralmente irreprochable reafirmando, a la vez, su más radical individualidad.

Hernán Ballotta      

ARTICULOS RELACIONADOS:
   >Crítica de Elefante blanco
   >Crítica de Leonera
   >Crítica de Nacido y criado
   >Crítica de Familia rodante
   >Crítica de El bonaerense
   >Crítica de Mundo grúa


Enviá tu crítica al Foro