Contaba Billy Wilder que
las mejores ideas se le ocurrían mientras dormía, por lo que un buen día
decidió dejar un notebook en su mesa de luz... Por la mañana leyó lo
que había escrito en medio de la noche, y se encontró con una simple frase:
"chico encuentra chica". (Moraleja: las historias son siempre las mismas, y
su mayor o menor fortuna dependerán de quién y cómo las cuenta.)
Esa simple frase ("boy meets
girl") puede ser interpretada de muchas maneras: el género negro hará
del chico un rufián algo cínico y de la chica una mujer fatal que lo hace
caer en sus redes; la comedia romántica los convertirá en un galán
algo acartonado y una "adorable revoltosa"; el melodrama –por fin–
hará a uno pobre y al otro rico.
Diario de una pasión
(The Notebook) es
–en ese sentido– un melodrama pretendidamente clásico: ambientado en los
años '40, narra el encuentro entre un chico campesino y una chica bien
(y la obvia oposición de sus padres cuando esa relación deja de ser "un amor
de verano"; oposición que es, por supuesto, sólo el comienzo de una historia
atravesada por una guerra mundial, desencuentros varios y amores
cruzados...). Pero hay también otra historia, que enmarca el relato
principal: la de un hombre que relata esa pasión juvenil, en el presente, a
una mujer senil que vive en una "residencia para ancianos". Como en
Tomates verdes fritos, la película va y viene entre esos dos tiempos,
sin llegar nunca a proponerlos como historias alternas: la historia
presente es sólo un modo de sostener –en todo sentido– el relato
principal, anclado en el pasado.
La historia de esa vieja
pasión es narrada con viejos recursos, dejando en sombras la historia de
amor entre los juveniles ancianos (interpretados por Gena Rowlands y James
Garner). Esta otra historia, por cierto, amenaza con ser más
interesante que la que se cuenta en primer plano... pero eso no se concreta
nunca, porque la historia actual –como descubrimos demasiado pronto– sólo
viene a refrendar la añeja. Y su moraleja: la pasión siempre concluye con la
separación o la muerte, ya que una pasión "convencional" sería un
contrasentido, aunque de algún modo esa sea la esencia del género (al menos
en su versión clásica).
Y lo que hace a esta película
francamente convencional es precisamente su mirada sobre el lugar del
género: toda la historia gira alrededor de la indecisión del personaje
femenino, quien debe optar –precisamente– entre la pasión y la convención.
Pero la película misma se encarga de demostrar que no están tan lejos...
Al apelar al melodrama más
convencional, Diario de una pasión cae en todos los clisés del género
(sin que tampoco esa saturación funcione como guiño...). Porque el melodrama
no es un género más tradicional que cualquier otro, y –como les sucede a
todos– sólo se mantiene vital cuando se vuelve anómalo (o simplemente cuando
no se lo respeta demasiado).
Y no hace falta remontarse a
los melodramas de Douglas Sirk (o a las per-versiones de Fassbinder):
alguien tan clásico como Clint Eastwood lograba darle otra vuelta de tuerca
al género en Los puentes de Madison... Por no hablar del mismísimo
John Cassavetes (padre del director del film que nos ocupa, y también él
actor y cineasta), quien hizo de la indagación del amor una obsesión (sólo
igualada por Francois Truffaut, otro romántico muerto joven, con su pasión
intacta...).
Pero los hijos no deben
cargar con el fantasma de su padre... a menos que ellos mismos lo asuman
como un destino. Y Nick Cassavetes –como un Hamlet inconstante– vuelve una y
otra vez sobre la pasión, las sombras, y las mujeres bajo influencia. Aunque
no lo hace con la misma originalidad y frescura que su padre: lo más cerca
que ha estado de lograrlo es con Cuando vuelve el amor, que era un
viejo guión de John Cassavetes... Lo que prueba no sólo que el talento no se
hereda, sino que un padre muerto puede ser más vital que su heredero.
Porque lo que en Cassavetes (padre
–también– del cine independiente norteamericano) era la marca de un estilo,
en el hijo sólo queda como gesto, como impostura (más cercana al cine
"independiente" actual, cuyo mayor riesgo es adaptar best-sellers de
supuesta calidad, como el "Noah's Notebook" de Nicholas Sparks, en el que se
basa esta película). Como la simple aplicación de una fórmula agotada: una
pasión convencional.
Nicolás Prividera
|