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EN CONSTRUCCION

España, 2000



Largometraje documental dirigido por José Luis Guerín.



Todo indica que están soplando vientos de cambio vivificador y creativo en la zona del documental. Ultimamente hemos tenido oportunidad de disfrutar de excelentes documentales nacionales y extranjeros que demuestran que no está todo dicho en el género, al contrario: es un campo abierto y fértil para la experimentación y la novedad. Así parecen entenderlo hasta las distribuidoras, que decidieron estrenar comercialmente films tan singulares como Cités De La Plaine, Memoria (Voyages), La fe del volcán, Bowling For Columbine y ahora el extraordinario En construcción. Otra perla –y local–, Los rubios, podrá apreciarse después de su presentación en los festivales europeos.

En construcción es la historia de una mutación, la del Barrio Chino de Barcelona, o Raval, donde se construye un gran edificio de viviendas a costa de viejas casas que son demolidas. "Cosas vistas y oídas" durante las obras, anuncia el film, y en eso se acerca al documental: la cámara registra múltiples instantes de ese proceso. Sigue los trabajos de hombres y máquinas, los comentarios de los vecinos, de los obreros, durante la erección de un inmueble que alterará el paisaje urbano y humano de una ciudad en transformación. Inmediatamente surge el interrogante: ¿cuáles son los límites del documental; dónde termina el documento y comienza la ficción? Guerín filmó más de cien horas de trabajos, de vida íntima y conversaciones durante dos años y construyó, él también, una obra única, con la selección de personajes, escenas y guiones surgidos espontáneamente. Después –o antes– de todo, arte es elección. Toda selección de material es una construcción del realizador, y toda representación constituye una ficción. En todo caso, Guerín elige otra manera de encarar la narración, en una película única e incatalogable.

Como en su film anterior, Tren de sombras, fugazmente visto en Buenos Aires, Guerín filma el paso del tiempo: el cambio del clima según pasan las estaciones, gente que muere, jóvenes que crecen jugando en la obra, viejos que rememoran el viejo barrio que se niega a desaparecer. La presencia del pasado estalla con el descubrimiento de restos arqueológicos de la época romana, en una escena que perdurará en la memoria. Y mientras las palas derriban todo a su paso y un edificio premoldeado se levanta, la iglesia románica permanece, testigo inalterable de los tiempos. En construcción nos remite de alguna manera a otro film español fascinante, El sol del membrillo, y no en vano su director, Víctor Erice, está mencionado en los agradecimientos. La obra de Erice también trabaja la articulación entre el paso del tiempo y el lenguaje fílmico, ante a la posibilidad que tiene el cine, como la pintura, de registrar la permanencia y la mutabilidad.

En el film de Guerín (quien acaba de dar una clase magistral en el marco del Bafici) una peculiar galería de personajes expresa la sabiduría popular: un viejo marino, los obreros, un inmigrante marroquí que combina poesía y filosofía religiosa con un agudo sentido de la observación, una pareja joven e indolente que difícilmente encuentre lugar en ese barrio en el futuro, todos opinan sobre cualquier tema. Rostros, espaldas, palas, escombros, gatos y chicos construyen un documental de gran lirismo y un extraordinario sentido del ritmo, con un permanente juego de contrastes y acciones que alternan con intermedios descriptivos. Máquinas, sombras tras una ventana, perfiles entrevistos tras los barrotes de un balcón por una cámara sensible, sutil, que nunca grita, siempre sugiere. Guerín filma el trabajo en largos y luminosos planos, con unas tomas de sonido impecables.

En construcción reflexiona sobre la transformación del espacio. El Chino era un barrio popular, de marginalidad, okupas, inmigrantes, bares y prostitución, un barrio con pasado que verá alterada su fisonomía por ese edificio de hormigón y grandes ventanas, donde en el futuro han de instalarse seres muy diferentes de sus vecinos: una pequeña burguesía que no quiere ver ropa colgada en las ventanas de enfrente. Se trata del pasaje de un barrio de fuerte personalidad catalana a una urbanización globalizada. Ese edificio sin carácter nada dice frente a la elocuencia de esas calles estrechas llenas de bares, de esos balcones desde donde los vecinos asisten, impotentes, a la intrusión posmoderna. Durante todo el film, aun cuando el edificio está casi terminado, continúan las imágenes de demolición: hay todo un espacio, una manera de vivir y vincularse que se está derribando. La película exuda humanidad, porque a pesar del fuerte localismo, las historias y la problemática del barrio son universales. Por eso resulta fascinante el largo travelling final, de la pareja que va a ninguna parte, en un espacio que ya no los contiene.

Josefina Sartora     

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