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CINEISMORECOMIENDA

TREN DE SOMBRAS

España, 1997



Dirigida por José Luis Guerin, con Juliette Gaultier, Ivon Orbain, Anne Celine Auché, Carlos Romagosa, Lola Bresses.



Tren de sombras
es una hermosa película. Inteligente y tierna. Más que como un "homenaje al cine" habría que definirla como un homenaje a la historia del cine y a los hombres que la vivieron. Empezando por los hermanos Lumière, pasando por Antonioni y Bergman y terminando en Kiarostami, por nombrar sólo a algunos.

La película comienza explicando que ésta es una reconstrucción a partir de las supuestas películas caseras que un abogado francés de apellido Fleury filmó en la década del 30, poco antes de su misteriosa muerte. Esas cintas sufrieron el paso de los años y los efectos nocivos de la humedad. Los primeros minutos son una verdadera joya porque allí reinan la ingenuidad y la genialidad de un realizador aficionado. Al margen de las proezas de los movimientos de cámara, las acertadas concepciones sobre fotografía o los bellos encuadres de Fleury retratando a su familia en la gran mansión de Le Thuit, lo que resalta en esta primera mirada sólo puede describirse con un término: felicidad. Los Fleury son felices y esa sensación está perpetuada en las películas familiares. Como en el invento de Morel (en la novela de Bioy Casares), setenta años después los rostros de los niños y los adultos siguen vivos, intactos, repitiendo en cada proyección esas jornadas teñidas por la felicidad.

Y digo setenta años después, porque es entonces cuando la cámara del director español José Luis Guerin regresa a la mansión. Los años pasaron y la humedad no sólo carcomió las películas. El tiempo también se encargó de dejar atrás, en la historia, aquella felicidad. Sin embargo, las siete décadas transcurridas permiten que los adelantos de la técnica y el lenguaje cinematográficos sean puestos al servicio de completar la tarea que había emprendido Fleury. La luz, el color y el sonido que le faltan a los retratos familiares del abogado-cineasta surgen para revivir a la gran mansión deshabitada. Así como Fleury filmó el exterior, la naturaleza que lo rodeaba, Guerin se interna en la casona para ofrecer una nueva visión sobre aquellos escenarios.

Pero hay más. Guerin, como el fotógrafo de Blow Up, descubre un secreto que siempre estuvo a la vista en las películas familiares de Fleury. En Tren de sombras –como en el cine mismo–, la mirada parece ser la clave de la comprensión. Excelentemente fotografiada, montada y musicalizada, esta película puede llegar a resultar incomprensible para algunos y para otros, lenta. Pero son tan sólo 80 minutos. Poco más de una hora de auténtica poesía cinematográfica.

Eugenia Guevara      


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