Ya de entrada la estructura es más coherente, más
compleja y, de resultas, más interesante. Acá no hay un Arnold desaprovechado sino un
Gabriel Byrne que está muy bien como una especie de Fox Mulder pontificio. Hablo
de un sacerdote y científico de la Santa Sede que investiga los "milagros"
cuando el resto del mundo falló en explicarlos. La función del padre Kiernan consiste en
refutarlos desde la ciencia... o confirmarlos desde la religión (pensándolo bien,
también tiene algo del padre Brown, el curita de Chesterton). El hecho de que
generalmente los refute nos permite caminar buena parte de esta historia de su mano.
Patricia Arquette también está muy bien, por instantes en el sentido de Isabel Adjani
en Posesión, acaso la actuación femenina más impactante de la historia.
Frankie, que así se llama Arquette aquí (donde acusa muy improbables... ¡23 años!), es
una chica más o menos cualunque de Pittsburgh una gran ciudad que empieza a
ser víctima de un fenómeno pseudo-religioso raro y torturante: el estigma. Al
principio, misteriosas cicatrices en el cuerpo. Poco después viene el dolor, y esto
recién empieza. Ustedes saben quién será enviado a investigar.
El estigma en sí es mucho más original que tantos "cuerpos ocupados por el
Diablo" inspirados en El exorcista. Sólo diré que el estigmatizado no porta
exactamente a Satanás... Por lo demás, al Vaticano no se lo pinta por encima ni por
debajo del mundo. ¡Pero qué mundo! Absolutamente dominado por cierta variante feroz,
generalmente destructiva, de la competencia. Lo que importa, en todo caso, es que el film
de Rupert Wainwright por momentos busca su propio camino. Y lo hace vigorosamente.
Otra cosa es cuando recurre a los trucos de siempre. Un callejón, la oscuridad, las
frases en arameo y muchos vidrios rotos de Estigma están muy vistos, y
precisamente eso la familiaridad los divorcia del terror, de la inquietud. Y
que me lleve el Diablo si este no es un film de terror