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HARRY POTTER Y LA CAMARA SECRETA
(Harry Potter And The Chamber Of Secrets)

Gran Bretaña, 2002


Dirigida por Chris Columbus, con Daniel Radcliffe, Emma Watson, Richard Harris, Maggie Smith, Kenneth Branagh, Alan Rickman, John Cleese.



Vuelve el niño mago más famoso. Apenas un año después que su primera aventura fuera llevada al cine, Harry Potter (Daniel Radcliffe) encara su segundo desafío, ahora ya más crecido y con la voz más gruesa, acompañado por sus fieles amigos, el colorado Ron (Rupert Grint) y la traga Hermione (Emma Watson). La primera entrega, subtitulada La piedra filosofal, era más que nada una introducción a ese mundo de los magos que convivía en paralelo con el de los seres humanos (a quienes ellos llaman muggles) y que estaba poblado por fantásticos personajes y lugares. Había en verdad poco espacio para la diversión; sólo funcionaba como medio masivo para reclutar más fanáticos de la saga.

En este segundo capítulo ya no hay necesidad de tantos preámbulos y el público puede sumergirse rápidamente en la aventura. Harry se topa con un elfo doméstico de nombre Dobby, una extraña pero muy divertida criatura que a toda costa intentará impedirle que vuelva a la Escuela Hogwarts de Hechicería y Magia. Muy pronto comprende por qué: una siniestra criatura está haciendo estragos y el pequeño mago descubre que todo está relacionado con el pasado más remoto de la Escuela, cuando uno de los fundadores del colegio, el mago Slytherin, creó una cámara secreta que guarda algo desconocido y, por cierto, bastante terrorífico. Mucho más no se puede revelar, excepto que, como siempre, Potter y sus amigos tendrán que volver al pasado para resolver el misterio.

Hay que decir que Harry Potter y la cámara secreta supera con creces a su predecesora. No sólo porque ofrece más aventura y acción sino porque evidentemente todos los involucrados en el primer film que continúan en el segundo se muestran más cómodos en sus respectivos roles. El trío protagónico está mucho más suelto y los personajes secundarios como el rector Dumbledore (Richard Harris en su última aparición antes de morir), la profesora McGonagall (Maggie Smith) y el profesor Snape (Alan Rickman) van adquiriendo, ahora sí, una dimensión respetable. Pero las verdaderas revelaciones son dos personajes nuevos: Lucius Malfoy, el padre de Draco Malfoy, uno de los peores enemigos de Potter, interpretado por Jason Isaacs (El patriota), y el soberbio y pedante profesor Gilderoy Lockhart, brillantemente personificado por Kenneth Branagh, en una aproximación muy particular a lo que es una estrella de Hollywood.

Asimismo, Chris Columbus, director de las dos películas, evolucionó en su oficio, lo que le permitió filmar muy buenas secuencias de acción, entre la que destaca la correspondiente al partido del quidditch, el deporte favorito de los magos.

Pero a pesar de las mentadas virtudes, este film vuelve a ser la "película del libro", pues sigue siendo mucho más recomendable sumergirse en el texto de J.K. Rowling que enfrentar una producción en la que, otra vez, resulta mucho más importante el envoltorio que lo que hay dentro del paquete. Para dar un ejemplo, el partido de quidditch no pasa de ser una especie de intermedio repleto de escenas espectaculares, cuando en las hasta ahora cuatro novelas publicadas (quedan tres por publicar hasta completar la saga) este violento juego funcionaba como un campo de batalla en el que los alumnos de la Escuela resolvían sus disputas. Y no es casualidad que lo que más se comente ahora sean las escenas en que Harry y sus amigos se enfrentan a fenomenales criaturas, cuando la verdad es que estas confrontaciones constituyen una pequeña porción de lo que llevó a millones de lectores a devorar los libros.

En el camino también quedaron oscuros aspectos que han convertido, parcialmente al menos, a los libros de Rowling en novelas de terror. La pérdida de los seres queridos, la ambigüedad, la unión siempre presente entre el Bien y el Mal, la competencia, incluso cierta tendencia racista que muestran los magos hacia los humanos y especialmente la entrada en la adolescencia –con el consiguiente descubrimiento del amor– de algunos personajes son asignaturas pendientes, temas a desarrollar en las tercera y cuarta películas, que se denominarán El prisionero de Azkabán y El cáliz de fuego, respectivamente. La solución probablemente pase por arriesgarse a ser menos fieles a lo textual –valga la redundancia– de los textos, algo que ya será inevitable en lo que al cuarto libro respecta, ya que tiene más de 600 páginas.

Aunque todavía no alcanzó un sitio de honor entre las películas de aventuras, la saga de Harry Potter demuestra que tiene un gran potencial. Sólo es cuestión de esperar que crezca.

Rodrigo Seijas      

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