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EL HIJO
(Le Fils)

Bélgica-Francia, 2002



Dirigida por
Jean-Pierre y Luc Dardenne, con Olivier Gourmet, Morgan Marinne, Isabella Soupart, Nassim Hassaini, Kevin Leroy, Félicien Pitsaer.



Por fin se estrena El hijo, un film belga (sí, belga) que me ha sacudido estética y emocionalmente cada vez que he podido verlo. Un film con un guión férreo, sin concesiones fáciles al espectador, quien no puede sino entregarse a la intriga y a su profundo planteo moral. Olivier (el gran Olivier Gourmet, actor fetiche de los hermanos Dardenne) es un carpintero a cargo de una escuela de aprendices en una suerte de centro de orientación vocacional y reinserción social, un solitario, un perfeccionista que pone igual cuidado en la construcción de un banco de madera que en la atención a su cuerpo, algo excedido de peso y con problemas de espalda. Un día, se ve sorprendido y extremadamente perturbado por la llegada de un nuevo alumno. Obsesivamente lo persigue, lo espía, busca saber de él, quiere y no quiere acercársele. La información nos va siendo sugerida, insinuada a través de las acciones y de pocas líneas de diálogo, y habrán de transcurrir unos cuarenta minutos del film hasta que comprendamos la dimensión del conflicto moral del protagonista.

Los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne se han caracterizado por un cine de hondo contenido humanista y moral, por la profundidad de sus temas, el respeto a todos sus personajes y por su particularísimo estilo visual. Si en La promesa (1996) y en Rosetta (1999) se adentraban en la temática social –el trabajo de los jóvenes, la desocupación, los problemas de la inmigración clandestina– y las relaciones paterno-filiales, en El hijo reiteran estos temas cargándolos de intensa complejidad ética. Amantes del cine moderno, se siente en sus películas la impronta de Robert Bresson, en su interés por los jóvenes, en su estética despojada, en la ausencia de música, en la sacralidad de ciertos momentos.

La austeridad de El hijo, su minimalismo, la falta de información, logran abrir preguntas más que sugerir respuestas. ¿Qué busca Olivier realmente? ¿Recomponer una paternidad, una vida? ¿Recuperar la familia perdida? ¿Venganza o comprensión hacia hechos del pasado? En todo caso, el film es un excelente ensayo sobre el dolor y las relaciones humanas, alejado de toda intención didáctica o moralista.

Pocas veces tenemos la posibilidad de ver el rostro de Olivier: la cámara móvil se mantiene a su espalda, o mejor dicho, a veinte centímetros de su nuca durante gran parte del film, acompañando en cierto modo su punto de vista sobre las situaciones, aunque conozcamos tan poco de su rostro como de sus motivaciones. A algunos podrá molestar este enfoque cerrado –utilizado también en Rosetta, con primerísimos planos del rostro de la protagonista–, algo intrusivo hacia el personaje, pero que reproduce su obsesión y aporta un enorme dramatismo a la acción. Tan cercano y sin embargo tan alejado, pues nunca llegamos a entrar en lo profundo de la psicología de Olivier, y tampoco él conoce la razón de sus actos. Tan obsesiva como la cámara es la mirada sobre el cuerpo: el trabajo manual descripto en todos sus detalles, casi documentales, la higiene y alimentación, la gimnasia, el dormir, la agitación física. La cámara de Alain Marcoen y la banda sonora con sus sonidos y silencios dan detallada cuenta de todos ellos. Gourmet recibió un premio en Cannes por su composición del personaje, por el alto grado de sutileza que exige un film sugerente. Por el otro lado, el joven Morgan Marinne interpreta un antagonista a su medida, un personaje simétrico al de Gourmet, y también sabe dar la medida justa para expresar velados o tal vez inconfesables sentimientos. Este film de silencios, de momentos huecos y sin rumbo aparente, va creciendo en su propio ritmo dramático hasta culminar en un final magistral.

Podríamos tomar como un buen augurio que en la primera semana del 2006 se estrene semejante film europeo, cuyo lanzamiento anhelábamos los que lo admiramos durante el Bafici 2003. Desconozco los arcanos de la misteriosa decisión que por fin permite al público acceder a él, tal vez porque se anuncia para este año el estreno de El niño (L´Enfant), el último film de los Dardenne, también premiado en Cannes. O tal vez por el inminente estreno de La corporación, de Costa-Gavras, producida por los Dardenne y con la participación de Gourmet. No tuvo tal suerte Rosetta, ese otro film extraordinario. Ojalá que no sea ésta una vana esperanza.

Josefina Sartora      

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