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EL LOBO

España, 2004


Dirigida por Miguel Courtois, con Eduardo Noriega, Patrick Bruel, José Coronado, Melanie Doutey, Silvia Abascal, Santiago Ramos, Jorge Sanz.



Son varios los problemas que presenta esta premiada película española con director francés.

Uno de ellos es la credibilidad del personaje principal. Un joven constructor de una ciudad vasca (Eduardo Noriega) se niega a aceptar la ayuda laboral o económica de su suegro, pero acepta trabajar por dinero como espía del servicio secreto del régimen franquista bajo el apodo de Lobo, infiltrándose en la ETA. Un concepto muy personal de la dignidad, por decirlo suavemente. Por otra parte, asume semejante actitud de traición por el bienestar de su familia, pero justamente por ese motivo la pierde inmediatamente... lo cual no impide que siga adelante con su plan macabro. El hombre está dando alas a su lado más oscuro y ruin.

Otro problema: la organización guerrillera vasca está presentada sin matices ni sutilezas (como todo en el film). Se trata de un grupo de fanáticos que no se sabe muy bien por qué luchan ni cuáles son sus ideas, y que resuelven sus diferencias internas mediante el asesinato por la espalda y a sangre fría. Tan sólo el protagonista parece inocente de todo crimen.

Y el punto más grave: la unidireccionalidad de todo el mensaje. El protagonista entra en la ETA y permanece en ella durante dos años, participando de sus actividades a la vez que delata a sus compañeros, y sale de ella con el mismo espíritu con el que entró, nada en él parece haber cambiado, excepto su rostro. En lo que al franquismo respecta, sus esbirros demuestran ser mucho más capaces que los etarras; se percibe en el film cierto tufillo admirativo de aquel sistema. El problema de la ETA es mucho más complejo y polifacético de lo que se muestra en este film, como puede comprobarse en el documental La pelota vasca, la piel contra la piedra, de Julio Medem. Pero aquí entramos en el terreno de las ideologías. Quedémonos en el de lo cinematográfico: hay un poli bueno y un poli malo, quienes tampoco modifican su posición durante todo el film (que es muuy largo). Es decir, personajes y mensajes cuadrados y esquemáticos... al cubo.

Otro inconveniente: en una película que se pretende thriller de espionaje a la manera de aquellos sobre historias de John Le Carré, falla el ritmo en la acción, los diálogos son pesadísimos y la cámara juega sin cesar con el plano-contraplano, a veces mediante paneos entre interlocutores que terminan por aburrir al espectador. Y no vamos a detallar las inverosimilitudes del guión ni el acento de los etarras interpretados por actores franceses (Mélanie Doutey, Patrick Bruel).

Todo lo anterior pretende excusarse diciendo que El lobo está basada en la historia real de Mikel Lejarza, y que el éxito de la Operación Lobo sobre la ETA le quitó argumentos a la extrema derecha, que quería bloquear el proceso hacia la democracia. Habría que conocer los motivos profundos que decidieron la realización de un film sobre un personaje tan despreciable, pero de eso no está exento el cine.

Josefina Sartora      

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