No hace mucho se estrenó El mismo amor, la misma lluvia, una película argentina
digna que trataba las idas y vueltas de una pareja durante 20 años. La tercera
producción dirigida por Alberto Lecchi en el 2000 pretende contar una historia similar de
amor y desencuentros. Lo paradójico es que Nueces para el amor no es una película
de amor. Ni de nueces. Y el problema es justamente definir de qué se trata esta
película. O algo aún más sencillo, entender de quiénes se trata, cómo son sus
protagonistas, qué son.
El film comienza con imágenes del recital
"Adiós Sui Generis" (Buenos Aires, 1975). Luego aparece, por primera vez y para
siempre, el tren donde se produce el encuentro entre Alicia y Marcelo. Ambos vuelven de
ese recital y es aquí donde se inicia la historia de su "amor" imposible. En
esta oportunidad, la relación se concreta y extiende hasta el golpe de 1976, cuando
Horacio, el novio de Alicia, le comunica que regresa a casa luego de haber cumplido con el
servicio militar. El segundo encuentro se produce en Madrid, en las vísperas del fin de
la Guerra de Malvinas. Marcelo concurre a un seminario de profesionales de Ciencias
Económicas y en la calle vuelve a ver a Alicia. Exiliada. Sola. Con una pequeña hija de
Horacio... que está desaparecido. Años después, otra vez en el tren, se ven
las caras nuevamente. Ella volvió "por nostalgia". El está casado y tiene dos
hijos. A pesar de todo, reanudan una relación que concluye por los temores de Marcelo en
el mismo momento en que el presidente Menem firma el decreto del indulto. Finalmente, en
la actualidad un nuevo encuentro y claro, también el tren.
Nueces para el amor es increíble por
infinitos motivos pero basten algunos (quizá los más relevantes) para demostrar por
qué. En primer lugar, toda la película gira alrededor de la idea de un amor inmortal que
Lecchi jamás muestra. No es posible entender por qué o cómo estos personajes se aman,
qué es lo que los une o los separa. En consecuencia, poco creíbles pueden
resultar sus llantos ante cada separación, las borracheras de Marcelo por la
imposibilidad de ese amor o las sacrificadas decisiones de Alicia.
En segundo lugar, cuesta creer que alguien haya
podido extremar de semejante forma los estereotipos. Nueces para el amor está
construida sobre la base de estereotipos de estereotipos, algunos extraídos del
mismo cine argentino. Por ejemplo, la militancia política de Alicia se ilustra del mismo
modo en que Marco Bechis lo hizo en Garage Olimpo: a partir del ejercicio de la
docencia en una villa miseria. Pero Alicia también es un estereotipo de intelectual, de
"mujer inteligente de los 70", de "comprometida". Nótese, al
respecto, la imagen de Ernesto "Che" Guevara diseminada por todos los ambientes.
Sigue siendo triste la manera en la que el cine argentino de ficción encara el tema de la
militancia setentista.
En tercero, ¿quién dijo que cuando uno crece se
termina transformando en su propio hermano? Resulta insólito que, en apenas siete años,
Marcelo cambie tanto su fisonomía como para dejar de ocupar el cuerpo de Nicolás Pauls e
instalarse en el de su hermano Gastón. Esa circunstancia, sumada al hecho de que en igual
lapso a Alicia le desaparece el lunar sobre la boca y cambia la dentadura (de Malena Solda
a Ariadna Gil), profundiza esa sensación de inverosimilitud que contamina a toda la
película.
En cuarto, ¿para qué las nueces? ¿Para qué el
tren? ¿Para qué esos números de teléfono o direcciones que Alicia escribe en la mano
de Marcelo? Sí, se entiende, son metáforas. Pero las de siempre. El tren que va y viene,
las nueces que se asocian con el amor y la pasión, los escritos que se borran aunque ello
no es irreversible. Pero... ¿para qué? Ninguna de estas "pistas" sobre la
relación o la opinión del realizador es desarrollada. Forman parte, en cambio, del todo
amorfo que constituye Nueces para el amor.
En quinto, la inclusión de todas esas fotografías
sobre la historia argentina de los últimos 25 años carece de función estética,
narrativa, expresiva o tan siquiera descriptiva. Encima, que los personajes hablen de
ellas no aporta absolutamente nada.
En sexto, resulta ofensivo que se intente
"interpretar" tan superficialmente cómo o en qué estado calamitoso quedaron
los hijos de los desaparecidos y los exiliados, cuando la historia de los padres no ha
sido en absoluto elaborada. La hija de Alicia se siente mal, confundida, no tiene
esperanzas. Pero... ¿por qué? ¿Qué le pasó? ¿Qué sentimientos tiene y con respecto
a qué? Otro de los personajes indefinidos de la película, que sin embargo existe con la
pretensión de ilustrar una parte de una historia que no ha sido contada.
En séptimo, Lecchi filmó una telenovela. Con
actores de telenovela (con todo lo que ello implica), parejas de telenovela (Pauls y
Duplaa... los de "Montaña rusa"), enredos y situaciones de telenovela.
La enumeración de los motivos por los cuales Nueces
para el amor resulta increíble podría continuar hasta el cansancio. Uno más: como
para completar su "opinión" sobre nuestra historia reciente, este director de
cine elige mostrar una verja casera donde en 1976 se lee "ERP" y en los '90,
"Marihuana libre". Cabe peguntarse si realmente estamos hablando de un cineasta,
de alguien que apostó por los recursos expresivos.del séptimo arte.
Eugenia Guevara
|