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SOÑANDO DESPIERTO
(La Science Des Reves)

Francia-Italia, 2006


Dirigida por Michel Grondry, con Gael García Bernal, Charlotte Gainsbourg, Alain Chabat, Miou-Miou, Pierre Vaneck, Emma de Caunes, Aurélia Petit, Sacha Bourdo.



La nueva película de Michel Gondry... sin guión de Charlie Kaufman. No será la única crítica sobre Soñando despierto que formule esta aclaración. Es que el nombre del guionista ha cobrado con pocas películas tanta o mayor relevancia que los directores que llevaron sus ideas a la pantalla. Todos sus films tienen similitudes estilísticas y temáticas. Por eso cada director que ha filmado un guión suyo debe tomar una decisión fundamental antes de dar su próximo paso: admitir el talento de Kaufman y mezclarse con él (Spike Jonze con El ladrón de orquídeas), o alejarse sistemáticamente de sus marcas autorales (George Clooney con su excelente Buenas noches y buena suerte). Pero nunca, jamás, imitarlo. Michel Gondry, sin embargo, parece querer ignorar la ausencia de Kaufman con una película que presenta notorias similitudes temáticas y formales con la obra de este último. Uno no puede más que recordar los viajes a través de la memoria de Jim Carrey en Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (de Gondry/Kaufman) mientras Gael García Bernal confunde sueños y realidad en Soñando despierto.

El argumento gira en torno de Stéphane, un joven mexicano que viaja a Francia en busca de un trabajo que le ha conseguido su madre, en el que espera poder lucir su creatividad como dibujante e inventor. Pero el trabajo consiste en poner títulos a almanaques pornográficos, y su madre sólo quiere aprovechar para tenerlo cerca luego del fallecimiento del padre (que se lo había llevado consigo años atrás, durante la separación). Eso es todo lo que Gondry desarrollará de aquella línea narrativa. La relación madre/hijo es dejada torpemente de lado cuando Stéphane conoce a... Stéphanie, su nueva vecina del departamento de enfrente y, tras varias idas y vueltas, se da cuenta de que se ha enamorado.

Todo lo que el protagonista siente, sus miedos y frustraciones, sus anhelos, su amour fou, todo es retratado a través de sus sueños, tomando elementos de la realidad para transformarlos en fantasías de cartón y plastilina. Sí, Stéphane sueña animaciones...

¿En que se diferencian las pesadillas surrealistas de Eterno resplandor... de las de Soñando despierto? En que unas son una representación desesperada del miedo a la muerte (la muerte del amor, de la memoria, de la identidad), mientras que las otras son paródicas alegorías infantiles provenientes de un ego insatisfecho, que sueña con sexo, poder y venganza. O al menos esto ocurre durante gran parte del relato, hasta que llega la hora de representar el amor puro y ecológico con caballitos de peluche y barquitos de telgopor que transportan bosques atravesando el mar (!). El problema no es que los sueños de Stéphane sean cursis o infantiles, el problema es que carecen, lisa y llanamente, de imaginación. ¿Hay un objeto más obvio para representar la inocencia de la niñez que un barquito de telgopor sobre un mar de celofán? ¿Hay algo más burdo y convencional que tener sexo sobre la fotocopiadora con una compañera de trabajo para metaforizar las frustraciones de los oficinistas?

Para crear las fantasías sin vuelo del protagonista Gondry apela al cine de género, a la psicodelia animada estilo Baby Snakes (ese gran documental de Zappa recientemente exhibido en Bafici) –esta vez con música de The White Stripes– y, dicen (no he visto lo suficiente para afirmarlo), a buena parte del legado de la animación de Europa oriental.

Cada sueño equivale a un bache narrativo, ya que nada de lo que se muestra despierta algún resquicio de misterio o fascinación. Todo lo que nos atrae y nos asusta de los sueños, su inestabilidad, su irracionalidad, su impredecible desenlace, brilla por su ausencia en Soñando despierto. Es una verdadera pena porque, gracias la química que se produce entre García Bernal y Charlotte Gainsbourg, la historia de amor entre estos dos vecinos logra contagiar eludiendo casi todos los obstáculos que la apocada creatividad del director les pone en el camino. Gondry, como un mago en desgracia, saca conejos de la galera cada cinco minutos, sin asombrar a nadie. Como ese aparato que avanza o retrocede el tiempo durante un segundo, que luego usará para fastidiarnos narrativamente, como una especie de involuntaria metáfora sobre la estética posmoderna.

Ramiro Villani      

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