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SOPHIE SCHOLL, LOS ULTIMOS DIAS
(Sophie Scholl - Die Letzen Tage)

Alemania, 2005


Dirigida por Marc Rothemund, con Julia Jentsch, Fabian Hinrichs, Gerald Alexander Held, Johanna Gastdorf.



El 18 de febrero de 1943, Sophie y su hermano Hans son atrapados mientras reparten panfletos en el campus de la Universidad de Munich, e inmediatamente arrestados. Ambos son estudiantes y pertenecen a una agrupación de jóvenes llamada “La rosa blanca”, una de las pocas que durante el régimen alzó su voz para oponerse a Hitler. Con sólo veintiún años, Sophie es sometida a un interrogatorio y condenada de inmediato a muerte junto con su hermano y otros miembros de la Rosa Blanca.

Con el estreno de ésta película y de La caída (realizadas ambas en el mismo año), el cine alemán parece haberse dedicado a revisar esa época de su historia, una de las más oscuras y terribles del siglo XX para la humanidad entera. Si bien aquí hay menos lugar para la controversia, ya que Sophie Scholl es considerada una heroína nacional en su país, la película explora esos últimos momentos en plan de estudio profundo del personaje.

La puesta en escena es austera: los escenarios son la imponente facultad de Munich y los espacios de oficinas y celdas. El interrogatorio es el centro emocional de la película, y está basado en transcripciones obtenidas recientemente de los interrogatorios originales. Sophie Scholl, los últimos días podría haber sido tranquilamente una obra de teatro: sin embargo, lo que convierte a esta obra en otra cosa es la composición que Julia Jenstch (Los edukadores) realiza de su personaje. A partir de una gestualidad mínima, que se condice con la apuesta general del film, Jenstch despliega gradualmente ante la cámara los matices de Sophie: en el duelo verbal con el oficial Robert Mohr (jefe de la policía) se muestra pura pero no ingenua, apasionada pero no emocional. El director Marc Rothemund (su único film estrenado en la Argentina era el olvidable Hormigas entre las piernas) rehúye cualquier ensayo de sentimentalismo, incluso en momentos como la visita final de los padres de Sophie y Hans, o en el último encuentro con su hermano.

Cuando Mohr le ofrece a Sophie abjurar de sus convicciones para salvar su vida, ella –que hasta entonces, sin delatar a sus compañeros, había negado todo aquello de lo que se la acusaba– pasa de ser una jovencita idealista a una mujer que evalúa las consecuencias de sus actos y elige convertir su muerte en un gesto político de gran significado. Así también lo entienden los líderes nazis, quienes deciden realizar un “juicio” público y una ejecución inmediata para mostrar qué les pasa a quienes se rebelan. Después del veredicto, hay un momento en que Sophie mira a sus jueces y, con voz calma, les dice: “pronto, ustedes van a estar aquí, donde estamos nosotros”. La historia, más tarde, le daría la razón.

María Molteno      

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