Para Franz Kafka 
    “escribir significa revelarse uno mismo hasta el exceso”. De algun modo, 
    este es el proceso que el escritor Mort Rainey (interpretado por Johnny 
    Depp) sufre en el transcurso de esta última transposición cinematográfica 
    del best seller “Secret Window, Secret Garden” de Stephen King.
    El recurso de 
    ubicar a un escritor como personaje central no es nuevo en la vasta 
    colección de este novelista. Recordemos a este propósito el film Misery. 
    Tampoco es nueva la aventura de llevar a imagen la literatura de Stephen 
    King, aunque no siempre estos intentos salgan airosos. A pesar de la 
    recurrencia a ciertos lugares un tanto comunes, y a pesar de tornarse un 
    tanto obvia por momentos, La ventana secreta logra, con dos o tres 
    recursos, un buen clima de suspenso condensado –claustrofóbicamente, 
    podríamos agregar– en un excelente trabajo de actores. 
    
    Mort Rainey, 
    escritor exitoso, atraviesa un profundo bloqueo creativo relacionado con que 
    se encuentra inmerso en un difícil caso de divorcio. Se aboca a dormir 
    durante todo el día en vez de intentar trabajar en un nuevo libro. Al 
    parecer nada sucede, todo está detenido, y en esa detención lo único que 
    irrumpe es el recuerdo (primeras imágenes del film) de él ingresando a un 
    motel mientras sorprende a su esposa con otro hombre. Estas imágenes 
    cargadas de una intensidad lumínica inusual, casi irreal, van acompasando la 
    historia; se reiteran una y otra vez convirtiéndose en el anzuelo para 
    captar la empatía de la audiencia sobre el personaje. Todo o casi todo se le 
    disculpa a este extraño escritor que, en definitiva, ha sufrido tanto. 
    
    Aquel transcurrir sobre la nada es interrumpido cuando un atípico 
    personaje se presenta en la puerta de la cabaña de Rainey. Se trata de John 
    Shooter, quien lo acusa de plagio y demanda reparación… aunque no económica: 
    lo conmina a cambiar el final de la historia plagiada. En un comienzo Mort 
    no le presta demasiada atención, pero el personaje se torna cada día un 
    tanto más hostil y peligroso. Rainey y Shooter se sumergen paulatinamente en 
    un juego de espejos en el que no se podrá discernir quién es el bueno y 
    quién es el malo, quién es el plagiado y quién el plagiador. 
    
    Aunque estos 
    enfrentamientos sean un lugar común en un thriller de estas 
    características, el film de David Koepp logra una resolución bastante 
    acertada a nivel de la imagen, 
    ya desde el movimiento de cámara 
    que, durante 
    los créditos iniciales,  va desde el exterior al interior de la cabaña. 
    Esta traslación se opera a través de la ventana, que luego sabremos 
    secreta en dos sentidos: es encontrada por su esposa el día de la 
    mudanza (presentado a modo de flashback), justamente en un momento de 
    apogeo de la relación matrimonial; y es el umbral que divide a los dos 
    personajes centrales, Shooter y Rainey. Por otro lado, ese mismo movimiento 
    de cámara culmina adentrándose en un espejo 
    del que la 
    cámara nunca saldrá, desafiando los límites de lo filmable. Es que, 
    efectivamente, este thriller trata de un único personaje y de sus 
    proyecciones, metaforizadas en el espejo del principio (bien que las 
    imágenes también se reiteran hacia el final), el cual se encuentra en un 
    espacio clausurado: ese hogar que, aunque cargado de recuerdos felices, se 
    ha transformado en un espacio siniestro, irreconocible. Y sobre todo, La 
    ventana secreta trata de la pérdida de contacto con la realidad que 
    sufre, paradójicamente, una persona entregada a la construcción 
    ficcional. 
    
    Aunque no deja 
    de ser un film menor, olvidable al cabo de una semana, La ventana secreta 
    logra su objetivo puesto que lo que promete, lo cumple. 
    Silvina Rival 
         
    
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