"No creo en el cine
revolucionario, creo firmemente en la Revolución. Aquello del Che con el
escritor conflictuado viene muy bien al caso: ‘Comandante’, le dijo el
intelectual, ‘soy escritor ¿Qué puedo hacer por la Revolución?’
Che: ‘Yo soy médico...". (Raymundo Gleyzer, carta al cineclubista
mexicano Carlos de Hoyos, 15 de septiembre de 1971)
A
veces pasa: hay vidas que, como los guiones de las buenas películas, cierran.
Forman un todo coherente, sólido. Y cuando uno, que es como la mayoría
de la gente, se encuentra frente a esas vidas excepcionales, no puede
menos que sentirse conmocionado, conmovido, enamorado. Raymundo Gleyzer
llevó una vida como el guión de una buena película. Su obra permite que
ese encuentro se produzca, al igual que el libro "El cine quema"
de Fernando Martín Peña y Carlos Vallina. Por una sencilla razón: todo
lo que da cuenta de su existencia transmite la misma imagen.
Cineasta-militante-hombre son términos que no pueden separarse; todos
dicen lo mismo sobre él.
A través de los testimonios de sus amigos, colaboradores
y familiares y fragmentos de cartas que él mismo escribió, Peña y
Vallina desnudan en "El cine quema" la personalidad y la obra de
Raymundo Gleyzer, el más importante director de cine político que
haya existido en la Argentina.
Su militancia en el PRT, su coherencia ideológica, su
pasión por el cine como instrumento para generar la reflexión y el
debate político y su convicción revolucionaria lo convirtieron en otra
víctima de la última dictadura militar (que lo desapareció en
1976), la que no sólo destrozó a la "generación del ‘70"
sino a las subsiguientes: la ruptura que provocó la desaparición de
aquellos intelectuales sigue repercutiendo hoy en la fisonomía de nuestro
castigado panorama cultural.
Los testimonios –recogidos al cabo de 7 años de
investigaciones– dan cuenta cronológicamente de la vida de Gleyzer.
Resulta apasionante conocer las raíces que lo marcaron. Sus padres eran
comunistas, emigrados judíos y artistas. Estudió cine en La Plata, pero
mientras sus compañeros intentaban aprender cómo se hace una película,
el inquieto Raymundo ya había cargado una cámara al hombro y estaba
recorriendo el Brasil para recolectar las imágenes que luego se
transformarían en La tierra quema, su primer documental.
El libro de Peña-Vallina no deja momento en la vida de
Gleyzer sin desmenuzar. Así no sólo reconocemos al cineasta político,
sino al camarógrafo que trabajando en Telenoche consiguió una
autorización para ser el primer argentino que pisó y filmó las islas
Malvinas. A uno de los tres responsables de cámara que registró el
famoso recital Adios Sui Generis. A un admirador divertido de las
primeras películas de Woody Allen. A un militante que no trepidó en
contradecir a sus superiores dentro de la Organización cuando se
trataba de utilizar su arma más poderosa: la cámara.
"El cine quema" consta de una primera parte con
los testimonios. En la segunda, los autores emprenden un análisis (algo
escueto, acaso) de la filmografía de Gleyzer y refieren qué sucedió con
los demás integrantes de Cine de la Base, el grupo de cine político
próximo a las orientaciones del PRT (así como Cine Liberación de
Fernando Pino Solanas y Octavio Getino tenía lazos con Montoneros)
después de la desaparición de Raymundo.
La amplitud de la investigación emprendida por los
autores redunda en información muy abundante sobre el cineasta, y sitúa
a cada dato en su debido contexto.
Un hombre lúcido
"Tal vez sepas, o no, que hemos realizado un film
en tu país sobre un tema que apasiona y ejemplifica en otros lugares de
Latinoamérica: México, la revolución congelada. Es justamente el
análisis de una revolución sin ideología, ni vanguardia que la sustente
y la garantice. La Revolución mexicana es la primera gran experiencia
dolorosa de las luchas latinoamericanas de este siglo. Podemos decir que
no se les podía pedir a Zapata o a Villa que estuvieran al día con las
lecturas sobre marxismo, pero ello nos sirve para ejemplificar que las si
las grandes masas no tienen como objetivo la transformación de la
sociedad, fracasan en la toma del poder, y que la burguesía, que sí
tiene ideología, espera su turno", escribe Raymundo Gleyzer en 1971,
en una carta dirigida a Carlos de Hoyos, conocido militante de base
universitaria y difusor de cine político.
Como muchos de los artistas e intelectuales de su
generación, muchos de ellos también desaparecidos, Gleyzer era dueño de
una increíble lucidez para leer las situaciones en el mismo
momento en que las vivía. De la misma forma que sorprende y espeluzna la
claridad de pensamiento de Rodolfo Walsh en la Carta Abierta a la Junta
Militar, el cine de Raymundo es una carta abierta en la que pueden verse
sus ideas. En sus películas se permite realizar críticas a otras
revoluciones latinoamericanas admiradas por sus compañeros, como la
mexicana, o arremeter (en Los traidores) contra la burocracia
sindical en un momento en el que tantas direcciones "combativas"
empezaban a (¡y terminaban de!) convertirse en la correa de transmisión
de los intereses empresariales.
El libro tiene el mérito de desentrañar la personalidad
de Gleyzer en diversos aspectos. Desde lo formal, resulta llamativo su
"montaje". Si bien la elaboración de la información
recolectada es un hecho innegable, "El cine quema" se postula
como un "documental escrito" en el que las voces de los
entrevistados se turnan para marcar los tiempos y las acciones. Es un
libro que emociona y aumenta la admiración por ese hombre coherente y
comprometido que fue Raymundo Gleyzer.
Eugenia
Guevara |