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Festival de San Sebastián 2005


Perlas donostiarras


Mi primera cobertura del Festival de San Sebastián, que cumplía su 53ª edición. Los años le han dado una experiencia que se tradujo en una organización impecable, ajustada en los mínimos detalles, una concurrencia de público (98% español) que llenaba todas las funciones, y un tratamiento exquisito hacia la prensa. La ciudad es un bellísimo ejemplar de la belle époque; enclavada entre el mar y la montaña luce artísticos edificios del siglo XIX magníficamente conservados.

Mucho se ha escrito sobre la presencia argentina en este festival, sobre el reiterado éxito de Iluminados por el fuego, sobre el nivel algo decepcionante de la selección de films presentados, sobre el desacuerdo entre las preferencias del jurado y las del público y la crítica, pero yo quiero referirme a ciertas perlas de las que el Festival me permitió disfrutar. No en vano su bella costa se llama Playa de la Concha, y el premio mayor, Concha de Oro.


Un collar de perlas: los documentales
Desde hace unos pocos años en España, y en particular en Barcelona, se ha consolidado una escuela documental que ha dado óptimos resultados. Después del insuperable El sol del membrillo, de Víctor Erice, surgió un grupo de documentalistas que renovaron el género con títulos como En construcción, de José Luis Guerín, De niños, de Joaquín Jordá, o el apócrifo Cravan vs. Cravan, de Isaki Lacuesta. Todos ellos con una cuidada puesta en escena, un esmerado proceso de construcción e importante planteo estético.

En la nota sobre el último Bafici, ya me he referido al admirable El cielo gira, film dirigido por Mercedes Alvarez que en esa ocasión barrió con todos los premios. Tuve la oportunidad de conversar con Álvarez, quien nos confirmó que El cielo gira se estrenará en Buenos Aires el próximo enero. Aguaviva, dirigida por la catalana Ariadna Pujol, podría parecer un derivado del film de Alvarez, pero nos enteramos de que ambas fueron compañeras en el escuela Pompeu Fabra de documentales, donde es fuerte la influencia de José Luis Guerín. Se nota esta filiación en el modo austero pero elocuente de filmar la realidad, en este caso, como en el de El cielo gira, la de un pueblo de España que corre el peligro de desaparecer. La migración del campo a la ciudad parece un problema que los españoles están afrontando en estos momentos, y en este caso, el alcalde de Aguaviva hizo un llamado a los inmigrantes para que se instalaran en su pueblo, ofreciéndoles beneficios laborales y sociales. La cámara de Pujol registra los testimonios y más aun los sentimientos de argentinos, chilenos y rumanos que acudieron al llamado. El desarraigo, la añoranza, la diferencia y todas las características de los grupos trasladados están plasmadas con sensibilidad, sin que falte la nota de humor.

Días azules en cambio, de Israel Sánchez Prieto, es un documental en la línea de la recuperación de la memoria, género que en Argentina ya está instalado, pero que España recién empieza a cultivar. Se trata del seguimiento de los trabajos realizados para recuperar los cadáveres que dejó una matanza producida en un pueblo de León en una noche de 1936, cuando algunos resistentes a Franco fueron llevados por la fuerza a un descampado y allí fusilados y enterrados. Desde entonces están desaparecidos, y algunos familiares han atravesado décadas viviendo con esa falta. Un grupo de arqueólogos se ve ante la experiencia insólita de desenterrar restos de personas que han sido conocidas por los contemporáneos: hermanos e hijos que esperan reencontrar los restos de sus seres queridos. Las estrellas del film son dos ancianas que han pasado su vida tratando de rescatar la memoria y los huesos de sus hermanos. Si bien de personalidades opuestas –una es católica y creyente; la otra, atea y extrovertida–, viven con la herida abierta, y declaran que no hubo en época de Franco dignidad sino exterminio de los vencidos, con un manto de silencio tendido sobre crímenes inconfesables. El film sigue paso a paso el desarrollo de los trabajos de excavación que se realizan en base a los testimonios de los sobrevivientes de aquella época, el hallazgo y desenterramiento de los esqueletos, las pruebas de ADN para la identificación de los mismos, y las discusiones que se originan entre los habitantes del pueblo que acompañan a sacar a luz lo tapado por metros de tierra. Treinta muertos en una noche en un pueblo pequeño. Una muestra del horror de la guerra, y un duelo que se vive con 60 años de atraso. Un film valiente y valioso.

La casa de mi abuela, de Adán Aliaga, es otro documental que presenta –como En construcción– un tiempo que se acaba, en la figura de la anciana que vende su antigua casa para que allí se construya un edificio de departamentos. Discípulo de Guerín, Aliaga presenta con delicada sensibilidad el mundo íntimo de esa mujer, su amistad con las vecinas, su relación con una nietita irreverente que se rebela contra viejas convenciones, produciéndose un intercambio de lo nuevo y lo viejo entre ambas generaciones.

A pesar de su título, ¡Viva Zapatero! no se refiere a la realidad española sino a la italiana. La directora Sabina Guzzanti, que ha sido comparada con Michael Moore, presenta un polémico documento contra la censura que ejerce el premier italiano Silvio Berlusconi, una denuncia en la lucha por la libertad de expresión en un país gobernado por quien controla o posee los medios de comunicación.

El premio Horizontes Latinos fue para Toro negro, que también pasó por el Bafici. Un singular documental mexicano, duro, íntimo y polémico, sobre un torero de provincias que arriesga su vida en las fiestas populares mayas por unos pocos pesos, en un camino de violencia y autodestrucción que corta el aliento.


La perla escondida
Las perlas más cuidadas de San Sebastián siempre han sido sus retrospectivas. Estas procuran exhibir la filmografía completa de un director, y se edita un libro con el análisis de su obra. Este año estuvieron dedicadas al tema Rebeldes e insumisas, y a los directores norteamericanos Abel Ferrara y Robert Wise. Rebeldes e insumisas  fue un interesante rescate de films protagonizados por las grandes actrices del cine mundial que interpretaron papeles de amazonas o de aquellas que no se ajustaron a las convenciones: así, vimos por supuesto a Mae West en un film difícil de encontrar, Every Day's A Holiday, a Katharine Hepburn en A Woman Rebels, a Greta Garbo como Reina Cristina, a Bette Davis en Jezabel, Anna Magnani en L'Onorevole Angelina, y el documental Dolores, sobre Dolores Ibárruri, la Pasionaria, entre otros. También se exhibió La Raulito, y Marilina Ross estuvo invitada durante todo el festival.

Como el tiempo no daba para ver la enorme cantidad de películas programadas, elegí dedicarme a la retrospectiva de Robert Wise, director para mí menos conocido y más interesante que Ferrara. Wise estaba esperando un merecido rescate. En realidad, murió unos días antes del inicio del festival, a los 95 años. Se lo conoce sobre todo por dos de sus musicales: West Side Story y The Sound Of Music (entre nosotros, La novicia rebelde). Sin embargo, éstas distan de ser sus mejores películas, y podrían confundirlo con un director de musicales, cuando justamente su característica más notoria es que nunca se limitó a cultivar un solo género. Wise se movió con soltura no sólo pasando de un género a otro, sino realizando films de clase B después de grandes y ambiciosas producciones espectaculares. En sus comienzos fue montajista de El ciudadano y de otros trabajos de Welles, y siempre más interesado en la historia que en el género, alternó thrillers con dramas, westerns, alguna comedia y el musical. Ideológicamente fue un liberal, y en sus películas siempre esgrime la defensa de los derechos humanos. Tuve la suerte de ver uno de sus mejores film noirs, Born To Kill (1947), con un guión complicado, lleno de idas y vueltas y ambigüedades sobre la moral, exquisitamente filmado e interpretado por una Gene Tierney generosa en matices expresivos, víctima de un amour fou, y por Walter Slezak como un detective de antología. Más oscuro resultó I Want To Live! (1958), su alegato contra la pena de muerte. Susan Hayward en el papel de su vida, luce extraordinaria como la mujer de vida fácil y moral lábil, siempre transitando el borde de la legalidad, injustamente acusada de un asesinato. Este film estableció las pautas para el subgénero pena de muerte, con el juicio, la cárcel, los rituales previos a la ejecución, la tensa espera del perdón, etc., que Hollywood reiteraría hasta el cansancio. Something For The Birds (1952) es su única comedia, con enredos del tipo screwball interpretada por Patricia Neal y Victor Mature, una sátira a los grupos de poder económico que ejercen presiones sobre el gobierno, de candente actualidad. Mucho menor, Captive City (1952) es también un film político, el desenmascaramiento que lleva a cabo un periodista de la red criminal que subyace bajo la aparentemente ordenada estructura de su pequeña ciudad. Wise es un maestro en el manejo de la luz y del contraste lumínico en sus películas, y sabe cómo extraer todo el dramatismo de grises y negros, así como del uso de la música de jazz. También sentó las bases del film de boxeo en The Set Up (El luchador, 1940) sobre el veterano humillado que pelea para recuperar su dignidad, con un magnífico Robert Ryan. La historia discurre en tiempo real, con una sabia administración de negros y contraluces. Por fin, The Haunting (1963) está considerada una de sus películas más peculiares, un film gótico de horror en el que una casa encantada parece la proyección monstruosa de los reprimidos deseos sexuales de la protagonista. Un film de terror en el que el monstruo es la casa misma, donde el efecto está logrado en base al sonido y juegos de cámara sobre los objetos y el espacio.


La perla es una piedra femenina
Este parece haber sido el año de las mujeres. No sólo porque la presidenta del jurado oficial fue Anjelica Huston, ni por la magnífica sección retrospectiva Rebeldes e insumisas que mencioné antes, sino sobre todo por la cantidad de films dirigidos por mujeres presentados en el Festival.

A los documentales de Pujol, Alvarez y Guzzanti se agrega el film de ficción Me And You And Everyone We Know, de la directora y artista multimedia Miranda July, que había sido premiado en Cannes y tuvo muy buena recepción en San Sebastián. Con un guión típico de Sundance, este film incursiona con soltura en los tópicos del cine independiente: familias disfuncionales, adolescentes que se inician en el sexo, amores contrariados, en fin, la problemática de la vida cotidiana norteamericana, con el agregado de que la directora es también la actriz principal.

Del otro extremo del mundo vino La cueva del perro amarillo, otra excursión etnológica en el pueblo de Mongolia, obra de Byambasuren Davaa, cuya Historia del camello que llora tuvo una sonada aprobación en el Bafici 2004. Se esperaba una reiteración de sus temas, que se produce, y esto no va en detrimento del film. La directora –formada en Alemania– recupera las raíces de su etnia mongola a través de otra historia sencilla en el seno de una familia nómada en su carpa de la estepa. El film tiene una frescura y autenticidad para retratar una familia real, y la directora sabe filmar niños y animales con mirada y mano sabias, en una película que no considera que la dupla  ficción/documental implique abordajes diferentes.

Entre las películas argentinas, estuvieron Géminis, de Albertina Carri, y Cómo pasan las horas, de Inés de Oliveira Cézar.


Perlas cultivadas
Por último, hubo un grupo de films que deben destacarse, y hay que estar atentos a su posible estreno en Argentina. Paradise Now, dirigida por el palestino Hany Abu-Assad, ya pasó por el Bafici. Un film excelente sobre el último día de dos guerrilleros suicidas que con una carga de explosivos adheridos a sus propios cuerpos han de llevar a cabo un atentado en Israel. Aunque el film decae hacia la mitad, abre interrogantes, plantea cuestiones más allá de la ideología o la moral sobre un conflicto en el cual ambos bandos consideran tener la razón.

En su reciente film Mary, Abel Ferrara incursiona nuevamente en temas religiosos o devocionales, siempre en el borde, nunca sabremos si lo hace en serio o de manera contestataria. Film clase B, sobre la filmación de una película revisionista sobre Jesús que reivindica la figura de María Magdalena como discípula favorita, lo cual hace pensar en un film post El código Da Vinci. Lo dogmático se cruza con la crisis de fe, la puesta en abismo del hecho cinematográfico, la discusión teológica, la guerra en Israel… no falta nada. A pesar de lo pesado del tema, el film tiene alguna propuesta diferente a la convencional, y está filmado casi todo en primeros planos, y muy bellos planos generales de una Nueva York nocturna.

El jurado oficial ignoró una de las favoritas, Je Ne Suis Pas Là Pour Etre Aimé de Stéphane Brizé, una muy buena comedia sobre el amor en la edad madura y una de las películas más agradables del festival. Nada pretenciosa y muy convencional, mantiene siempre un tono contenido, tanto como el protagonista, un ejecutor judicial avinagrado y reprimido, cuya vida cambia al tomar clases de tango.

El último opus de Jim Jarmusch, Flores rotas, causó cierta decepción. Tal vez el problema resida en la actuación de Bill Murray como el soltero empedernido a quien una anónima ex amante le anuncia que hace 19 años ha tenido un hijo suyo, y éste sale en su busca. Murray insiste últimamente en una representación minimalista, sosteniendo la misma expresión durante todo el film, como si quisiera llevar al extremo el desapasionamiento de Perdidos en Tokio. Ni siquiera el elenco de magníficas actrices que lo acompañan –de lo mejor del cine yanqui: Sharon Stone, Jessica Lange y la inglesa Tilda Swinton– logra sacarlo de su pasividad.

Otra decepción fue El arco, de Kim Ki-duk, un viejo conocido a quien pudimos entrevistar (ver link abajo). Reiteración de sus temas y motivos de siempre: el lugar apartado, la inocencia amenazada, la llegada del héroe, el elemento mágico, el objeto fetiche. En este caso, una niña vive casi secuestrada durante 17 años en un barco, donde su padrino espera su madurez para desposarla. Además del reciclado de elementos, un montaje torpe que no está a la altura de su filmografía anterior. Y por supuesto, no podía estar ausente la misoginia.

En cambio, nadie salió decepcionado de la presentación del último Woody Allen: Match Point es el regreso del mejor Allen, una reelaboración de Crímenes y pecados, un film noir dostoievskiano que transcurre en Londres, con mucha elegancia británica y ni una gota de humor. Su protagonista es un nuevo Ripley, un ser ambicioso y carente de moral, y el elenco, un lujo. Será un buen estreno en 2006.

Josefina Sartora      


Los premios más importantes:

Concha de Oro: Algo como la felicidad (Stesti), Bihdan Sláma, República Checa

Premio Especial del Jurado: Iluminados por el fuego, Tristán Bauer, Argentina

Conchas de Plata:

   Mejor Actor: Juan José Ballesta en 7 Vírgenes

   Mejor Actriz: Ana  Geislerová en Algo como la felicidad

   Mejor Dirección: Zhang Ryan por Girasol

   Mejor Fotografía: Jong Lin por Girasol

   Mejor Guión: Wolfgang Colase por Verano en Berlín (Sommer Vorm Balkon)

Premio FIPRESCI: Tideland, Terry Gilliam, Gran Bretaña-Canadá


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