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HARRY POTTER Y EL PRISIONERO DE AZKABAN
(Harry Potter And The Prisoner Of Azkaban)

Estados Unidos, 2004



Dirigida por Alfonso Cuarón, con
Daniel Radcliffe, Emma Watson, Rupert Grint, Robbie Coltrane, Michael Gambon, Richard Griffiths, Gary Oldman.



Las dos primeras entregas de la saga de Harry Potter, dirigidas por Chris Columbus (Mi pobre angelito) habían sido bastante decepcionantes. No es que fuesen malos films; ambos ofrecían tramos interesantes, en especial el segundo, Harry Potter y la cámara secreta, donde el humor, ciertos ajustes en las actuaciones, el uso de los efectos especiales y la planificación de las secuencias de acción marcaban la diferencia sobre Harry Potter y la piedra filosofal. Pero a pesar de todo esto, las adaptaciones a la pantalla grande de las aventuras del niño mago no dejaban de ser traslaciones literales de los acontecimientos relatados en los libros. Faltaba un director con ideas propias, conocimiento del mundo de los niños e imaginación visual.

El mexicano Alfonzo Cuarón, director de La princesita, Grandes esperanzas e Y tu mamá también, constituía una adecuada, y al mismo tiempo arriesgada, elección para dirigir Harry Potter y el prisionero de Azkaban. Adecuada porque a lo largo de su filmografía había demostrado una excelente conexión con el universo infantil, valentía para asumir contingencias a la hora de adaptar obras literarias y talento para filmar diálogos y conversaciones jugosas. Arriesgada porque nunca había estado a cargo de un proyecto de tamaña envergadura.

Sin embargo, Cuarón dio por tierra con todas las dudas planteadas, a pura inteligencia, simpatía y frescura. El mexicano tomó nota de que Potter y sus amigos ya crecieron, están más rebeldes y la vida se les irá haciendo cada vez más dura y difícil.

Este film vuelve a encontrar a Harry en casa de sus tíos, sin poder soportarlos hasta que finalmente termina usando magia sin autorización y escapa de un hogar que odia para volver al mundo que realmente ama. Pero el supuesto castigo por practicar magia en condiciones indebidas no llega, y él no tardará en darse cuenta de que hay gato encerrado. Efectivamente, Sirius Black (Gary Oldman), antiguo secuaz de Lord Voldemort, el mayor enemigo de Harry, ha escapado de la prisión de Azkaban y todo hace suponer que va tras el protagonista. Es por eso que los Dementores, los guardias de Azkaban, unas criaturas impresionantes y no precisamente amistosas, se encargarán de custodiar Hogwarts, el colegio de magia que dirige Dumbledore. Harry volverá a verse allí con Ron y Hermione, sus mejores amigos; Draco, su peor compañero; los profesores, y un enigma que conecta a sus padres muertos, Sirius Black, su nuevo profesor Remus Lupin y a él mismo en un círculo marcado por la traición.

Básicamente, la historia de Harry Potter es un cuento de amistad y andanzas de jóvenes que rápidamente se dan cuenta de que tienen que madurar rápido. Cuarón actuó en consecuencia, prestando especial atención a los chicos, mostrando sus conversaciones, ritos y rivalidades, sus preocupaciones superficiales, sus enfrentamientos con los profesores y lo que es verdaderamente importante: sus ligeros pero permanentes coqueteos. El prisionero de Azkaban transcurre en una edad de despertar sexual, en la que empieza a manifestarse cada vez mayor interés por las personas del sexo opuesto.

Es por eso que el director, a pesar de contar con el “dream team de la actuación inglesa”, utiliza a los personajes adultos como simple apuntalamiento de los chicos, que son los que importan. No hay ningún actor de prestigio que haya ocupado el centro de la escena sólo para lucirse, lo que paradójicamente logra actuaciones muy buenas de Michael Gambon, Gary Oldman, David Thewlis, Alan Rickman, Emma Thompson, Maggie Smith y Julie Walters. Además, se han potenciado las performances del trío protagónico compuesto por Daniel Radcliffe, Rupert Grint y Emma Watson.

Mediante una aparente reescritura del guión (a pesar de que lo firma oficialmente Steve Kloves), Cuarón aporta diálogos pícaros y con un excelente timing. También ofrece un plus en la dirección y confección de los efectos especiales, el vestuario y el maquillaje, alcanzando una gran fluidez narrativa y una puesta en escena más actual, superior a las de La piedra filosofal y La cámara secreta.

Pero por sobre todo, Cuarón no le teme a la novela y se tira a la pileta. Elimina algunas subtramas, reformula otras, cambia acontecimientos de lugar y brinda su propia visión de la historia. De esta manera, se aproxima al impresionante trabajo de Peter Jackson con El señor de los anillos y logra por momentos una obra independiente del libro escrito por J.K. Rowling. Porque para eso está el cine, para aportar su particular mirada –en su propio espectro– sobre el mundo.

Rodrigo Seijas      

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