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LOS INFILTRADOS
(The Departed)

Estados Unidos, 2006


Dirigida por Martin Scorsese, con Leonardo Di Caprio, Matt Damon, Jack Nicholson, Mark Wahlberg, Vera Farmiga, Martin Sheen.



Tratándose de analizar un film que versa sobre paralelismo y simetrías, me resulta inevitable practicar el juego de las similitudes y diferencias entre esta película y su fuente. En el Festival de Mar del Plata de 2005 pudimos ver Infernal Affairs, una estupenda película de Hong-Kong dirigida por Andy Lau y Alan Mak que devino film de culto en los circuitos de videoclubes y películas sin estreno. Un film clase B con una idea muy inteligente: un policía logra infiltrarse tras un largo trabajo de simulación como un miembro más de la mafia, mientras un protegido de los mafiosos asciende en su carrera policial y debe investigar a sus amigos, a quienes tiene al tanto de cada movida en la investigación. El film alcanzó un gran éxito, tuvo dos secuelas no tan logradas, y tentó a Martin Scorsese para su remake. Es saludable que Marty vuelva a incursionar en lo que más conoce y mejor filma: la violencia urbana y el submundo de los gangsters. Son muchos quienes celebran este regreso al género, después de fallidas incursiones en otras áreas con Vidas al límite o El aviador.

Ahora bien: mientras la película china constituye una estilizada elaboración sobre el tema de la identidad y la esquizofrenia (más allá de ser un excelente thriller y película de acción), la de Scorsese resulta un –impecable, eso sí– ejercicio de estilo sobre una fórmula que ya le ha rendido buenos réditos. Scorsese traslada la acción a Boston, en el seno de la mafia irlandesa, que a juzgar por este film y la serie de TV “Brotherhood”, tiene tanto peso en Nueva Inglaterra como la italiana en Nueva York. Convocó un sonoro elenco masculino para esta producción: el monótono Matt Damon y el versátil Leonardo Di Caprio forman la pareja de dobles, ambos acompañados por otro par equivalente, Jack Nicholson y Martin Sheen como las figuras tutelares –opuestas y complementarias– de los más jóvenes. En los secundarios, son remarcables Ray Winstone, Alec Baldwin y Mark Wahlberg, éste con el personaje más filoso del film.

Scorsese elabora un largo trabajo de simetrías, a partir de la consigna de que es igual estar en uno u otro bando: como en el film chino, los dobles se parecen, sus nombres incluso –Colin Sullivan y Bill Costigan– presentan resonancias (en Infernal Affairs el parecido es extremo, al punto de confundir a Andy Lau con Tony Cheng, mientras que aquí siempre reconocemos a Damon y Di Caprio), visten de manera semejante, y su conducta y evolución personal también transitan por carriles paralelos. En este espectro coral, tanto el cuerpo de policías como la banda de pistoleros podrían ser intercambiables.

Si bien el film busca ser una parábola sobre la equivalencia del bien y el mal, sobre la muy sutil línea divisoria entre los justos y quienes no lo son –tema en el que persistía el original–, Scorsese parece menos interesado en sus habituales planteos morales que en plasmar la fascinación por el poder, en la figura del personaje de Damon, mientras el de Di Caprio, nunca expuesto a ejecutar acciones de violencia extrema, se debate ansiosamente en una doble vida, deseando recuperar una identidad donde ubicar su centro.

Este juego especular de disfraces y equivalencias del cual nadie queda ajeno se completa con la figura femenina: una psicóloga de la policía cierra un improbable, inverosímil e insípido triángulo como novia del policía oficial y terapeuta muy poco profesional y amante del encubierto.

Sigamos el juego: mientras Infernal Affairs era un modelo de síntesis y resolución dramática, Scorsese imprime vueltas de tuerca una y otra vez, agregando 45 minutos de artificio de género y variaciones sobre sus propios tópicos. La cumbre del film es la actuación de Di Caprio, pero esto ya no es novedad. En cuanto a la primera colaboración de Nicholson con Scorsese, no ofrece resultados destacables; agrega otro personaje diabólico a la lista de Jack (y para confirmar su deuda con Coppola, este padrino también tiene aficiones operísticas, trocando el rock de casi todo el film por la “Lucia” de Donizetti, obra maestra de simulaciones, triángulo y locura).

¿Y la redención? Esta vez, Scorsese prefiere la escéptica imagen final de la rata relamiéndose frente a la cúpula dorada del poder.

Josefina Sartora      

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