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VIDA EN PAREJA
(5 x 2)

Francia, 2004


Dirigida por François Ozon, con Valeria Bruni Tedeschi, Stéphane Freiss, Géraldine Pailhas, Françoise Fabian, Michael Lonsdale, Antoine Chappey
.



Hay varias maneras de acercarse a las relaciones de pareja y François Ozon sigue insistiendo en tomar el camino menos tradicional, como si el mero hecho de aferrarse a esta postura garantizase buenos resultados. Pero al director de Ocho mujeres y La piscina sus intenciones se le vuelven contraproducentes en el plano narrativo.

Comencemos con la forma en que se abordan las vicisitudes de Marion (Valeria Bruni Tedeschi) y Gilles (Stéphane Freiss): Ozon toma cinco momentos cruciales de la historia de la pareja y los expone en cronología inversa, empezando por el inevitable final del romance: el divorcio. A continuación, presenciamos la inocua vida matrimonial, el embarazo de Marion, el casamiento y la génesis de la relación con la cual, paradójicamente, la película concluye. Es evidente que el film focaliza en dos aspectos: el narrativo y el actoral, con una puesta en escena que, más allá de acompañar los vaivenes de la historia, no aporta nada singular.

En cuanto a lo narrativo, la estructura del relato es más bien tramposa. Desde el desarrollo de la despedida sexual post-divorcio, Ozon desafía al espectador y lo somete a un juego en que él tendrá que dilucidar qué fue lo que condujo a la pareja a la decisión definitiva. Por ello introduce personajes que buscan acrecentar nuestras sospechas de posibles infidelidades, para luego remarcar que los secretos de la relación son mucho más complejos e indescifrables. Así es como la película no se preocupa demasiado por intentar desnudar las contradicciones de los personajes centrales, y se queda con la cáscara, con el desfile de sus actitudes. Ahora bien: esto no se constituiría en una debilidad del film si no fuera por esa suerte de regodeo en lo inexplicable, que se detiene demasiado tiempo en los comportamientos incomprensibles, haciendo que los personajes, más temprano que tarde, se vuelvan irritantes.

Una vez que se aproxima el final, esto es, el momento en el que Marion y Gilles comienzan con su flirteo, ya nos importa poco la etapa primigenia de su romance, puesto que Ozon no nos permitió ver más allá de las situaciones estereotipadas y de los personajes unidimensionales. Y partiendo de una historia construida en relación a una pareja, es imperdonable que su director se esfuerce tanto –y de semejante modo– en dejar en claro su absoluta incompatibilidad.

El plano final, con Marion (perfecta Bruni Tedeschi, el gran mérito del film) y Gilles nadando hacia un ocaso, es el único momento poderoso de una película a la que faltó profundidad para abordar la riqueza argumentativa que reside en todas las historias de amor. Ozon ha querido mostrar las contradicciones de la naturaleza humana, pero el tono medio con el que las sobrevuela deja trunca su ambición.

Milagros Amondaray      

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