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Bafici 2004


Apuntes festivaleros


La verdad es que no sabía muy bien cómo encarar la cobertura de este variado VI Festival de Cine Independiente de Buenos Aires. Finalmente, me incliné por redactar una serie de apuntes de lo que me pareció más importante. Es probable que hayan quedado cosas en el camino, pero después de doce días a toda máquina es difícil consignarlo todo, así que sepan disculpar (gracias). Aquí vamos.

Ay, Sarita
Después de ver las películas de Sara Driver, quien también produjo a Jim Jarmusch y vino a Buenos Aires como jurado de la Competencia oficial, siempre surgía la misma pregunta: ¿y esto? La verdad es que Sleepwalk y You Are Not I funcionan como artefactos de los ochenta, sólo entendibles en el contexto en que se filmaron, con permanentes autorreferencias. A Sara me la definieron muchas veces como muy simpática, muy abierta. Cada vez que oía esas afirmaciones recordaba a mi padre cuando hablábamos de Diego Milito, el 9 de Racing, que lo que menos hacía era meter goles:"sí, es un buen muchacho que transpira la camiseta, se mata por el club, paga los impuestos y cuida a su familia, pero... ¿y los goles?". Y entonces digo: Sara Driver será una tipa bárbara, pero... ¿se entienden sus películas?

Retrospectivas
Completando o complementando la muestra que tuvo lugar en el 2000 en la sala Lugones, llegó al Bafici una pequeña retrospectiva de Kiyoshi Kurosawa, compuesta por cinco largometrajes del director más el documental Ambivalent Future: Kurosawa Kiyoshi, sobre la filmación de Bright Future, incluida en la muestra. Hay que decir que el documental no es gran cosa, sólo un mero registro de la filmación de la película. Sin embargo, Doppelgänger, a pesar de marear con varias vueltas de tuerca sobre el final, no deja de ser un interesante ensayo sobre la doble personalidad y los polos opuestos. En cuanto a Pulse, combina de forma inteligente el terror y el thriller tecnológico. El ciclo inspiró deseos de ver más de este director que se las arregla para imprimir su huella autoral... sobre films comerciales.

Una de las retrospectivas más parejas del festival fue la dedicada al documentalista norteamericano Emile De Antonio, cineasta enemigo de Nixon por excelencia, quien se atrevió a denunciar los males del macartismo, la guerra de Vietnam y el ascenso de Nixon mediante notables películas, muy entretenidas, editadas con sagacidad absoluta, en las que las imágenes cambian de significado en la mesa de montaje y la sátira política conserva gran actualidad. Point Of Order (sobre el juicio a McCarthy), In The Year Of The Pig (en la que se describe la tragedia y los errores de Vietnam) y Millhouse: A White Comedy (donde se revela la espantosa caricatura que era Richard Nixon) muestran con dureza e ironía lo peor de una sociedad que, en la era Bush, se sigue repitiendo a sí misma.

A propósito de las reflexiones documentales, o seudo-documentales, es oportuno referirse a Thom Andersen, quien en Los Angeles Plays Itself detalla la ciudad californiana desde el punto de vista hollywoodense, exponiendo con acierto la estrecha mirada de los estudios sobre la ciudad que funciona como su soporte. Es verdad que por momentos Andersen se pasa de rosca y deja aflorar una buena dosis de cinismo y narcisismo, entablando también un innecesario "match intelectual" con el neoyorquino Woody Allen, pero las casi tres horas se pasan bastante rápido. La retrospectiva de Andersen permitió acceder a una rareza como es The Exiles, película de Kent Mackenzie con fuertes influencias neorrealistas acerca de la vida de los indios y sus descendientes en Los Angeles. Un relato crudo, certero y breve totalmente apartado del esquema del cine de denuncia estadounidense.

Tuve la fortuna de hacerme cargo de la pequeña retrospectiva dedicada a John Ford. Ver sus films en pantalla grande es un placer inigualable. Casi me pongo a llorar de solo ver el ancho de la imagen durante la proyección de Cuna de héroes, relato ultrapatriótico sobre la vida de un hombre que pasa su vida enseñando en la academia de West Point. Es difícil saber cómo hace Ford para hablar de una institución militar como aquella... sin ofender a nadie. (Casi daban ganas de enlistarse y morir por la patria yanqui.) Prisionero del odio constituye un trepidante relato de aventuras sobre un médico –simpatizante de los confederados para más datos– al que acusan falsamente de complicidad con el asesinato de Lincoln y encierran en una cárcel ubicada en una isla donde surge una epidemia tremenda. Aquí Ford ya demuestra que el revisionismo histórico iba a ser una de sus temáticas predilectas. El joven Lincoln es una obra maestra absoluta, y una prueba de que se puede "bajar del pedestal" a los próceres sin por eso soslayar su (futura) grandeza. Además, la película ofrece segmentos de gran nivel humorístico, aun en los momentos más oscuros y siniestros. Pero el gran hallazgo de esta muestra fue Resplandece el sol, la historia del juez Priest y de cómo rige el pueblo en el que vive. Este film de 1953 constituye un excelente resumen de toda la filmografía de Ford, incluso de la posterior a ese año. La desmitificación, la ambigüedad de los personajes, el fin de la era del Oeste y el comienzo del dominio del Este, la utilización de estudios y escenarios artificiales como grandes decorados abiertos, las miradas y actitudes que lo dicen todo sin necesidad de una palabra, el hábil uso del espacio off, el humor en circunstancias dramáticas, todo lo que hace a Ford uno de los grandes maestros del cine mundial está en este título. Me perdí Caravana al Oeste, pero ya sé que también es una obra maestra.

Acción, no súper
La sección Superacción no fue exactamente de superacción: hubo pocos tiros y explosiones. Eso no significa que no haya sido entretenida, y puedo asegurar que nadie se durmió. P.T.U. es una película dirigida por Johnny To, habitué del Bafici, quien deja un poco de lado la acción pura en este relato que funciona en base a anticlímax, lo que lo convierte en una comedia de situaciones en la que se parodia a la autoridad policial. Sympathy For Mr. Vengeance fue seguramente uno de los títulos más polémicos del festival, una película donde la revancha y las retribuciones "con la misma moneda" exponen lo peor de la sociedad y la diferencia de clases. Gozu, de Takashi Miike, confirmó que este director está loco, pero no deja de ser un loco astuto, que pone toda la carne al asador al principio y al final del metraje. El problema es que durante el nudo del asunto la carne no es muy buena. El balance es discreto. Zatoichi, de Takeshi Kitano, combina de manera ágil y vertiginosa el drama con las luchas de samurais, los efectos especiales e incluso el musical. Uno de los puntos altos del festival, y apto para todo público. Finalmente, The 36th Chamber Of Shaolin es un torrente de imaginación visual, en el que la narración llega a adquirir una lógica similar a la de los videojuegos, perfectamente encadenada y coherente. Las coreografías y peleas son memorables. Para más datos, la película se filmó hace ¡veintiséis años! Me quedé sin ver Intimate Confessions Of A Chinese Courtesan que, según dicen, influyó notoriamente a Kill Bill, de Tarantino.

De todo un poco
Sobre los films en Competencia sólo me voy a limitar a decir que Parapalos, la gran ganadora, no me gustó. Y que Deborah San Martin, del sitio psicoanalítico El sigma, pronosticó con gran lucidez el premio del público para Whisky Romeo Zulu. ¿Yo acerté en algo? Ehhhhh... no.

Un cálido refugio y una apuesta a lo seguro durante las agitadas jornadas del festival lo constituyeron los films seleccionados por la Cinemateca Francesa. Vi The Matinee Idol, de Frank Capra, una película muda fabulosa que posee el tono tierno y gracioso que oculta a medias una visión pesimista sobre el mundo salvaje y despiadado al que nos enfrentamos. Típico del director de ¡Qué bello es vivir! y Sucedió una noche. También vi La saga de Anatahan de Josef Von Sternberg, filmada en 1953 con dos mangos, pocos actores y casi nada de diálogo, pero con un extenso y extraordinario uso de la voz en off. Un raro, raro experimento. Sería bueno que este ciclo se consolide en futuras ediciones festivaleras.

Y empieza el popurrí. La tan publicitada La quimera de los héroes no me gustó y me gusta cada vez menos. Goodbye Dragon Inn me confirmó, a pesar de sus fanáticos, que el cine de Tsai Ming-Liang me produce tanta emoción e interés como una clase de química. Fui a ver un film de Rivette que duraba dos horas y media y me fui a la media hora. El documental Piano Blues de Eastwood me decepcionó bastante. De Raúl Ruiz y su La Ville Des Pirates no entendí el 99%. Sin embargo, Sonata For Viola Dmitri Shostakovich de Sokurov demuestra que este ruso ya era un genio en 1981 y que incluso es capaz de encontrar inesperados e inconscientes cómplices, como Sergio Wolf y Lorena Muñoz, directores de Yo no sé qué me han hecho tus ojos, obra con la que comparte búsquedas e inquietudes similares en la edición y en el uso de la voz en off. El documental Johan Cruijff: en un momento dado es apasionante y conmovedor por partes iguales, y acerca a los espectadores contemporáneos la figura de un gran jugador como fue el holandés. Algo similar transmite The Revolution Will Not Be Televised, que muestra los (des)manejos y la manipulación de la televisión privada venezolana durante el frustrado golpe contra Chávez. Shara, un drama familiar pleno de impresionantes planos secuencias, fue una de las sorpresas más agradables. Primavera, verano, otoño, invierno... y primavera fue quizá "la" película del Bafici, un relato sencillo pero complejo al mismo tiempo, donde todo parece conducir al lugar común para ofrecer un nuevo sentido. Crimson Gold, del iraní Jafar Panahi, con guión de Abbas Kiarostami basado en un hecho verídico, es un film de una lucidez asombrosa que pinta con gran destreza las diferencias sociales y las consecuencias de la exclusión en Irán. Del lado argentino, lo mejor fue por lejos Los guantes mágicos, de Rejtman. Un Oscar para Vicentico, por favor.

Pude haber visto cincuenta o sesenta películas, pero vi cuarenta. Y estuvo bien que fuera así. Un festival de cine no es sólo ver películas. Es opinar, charlar, discutir con otra gente, correr de un lado para el otro, asistir a conferencias y presentaciones de libros como Mirada de mosca (una excelente serie de ensayos y reflexiones sobre films argentinos rodados entre 2001 y 2003, escritos por Lorena Cancela), establecer contactos, ir a fiestas y un largo etcétera. Esperamos que el sexto Bafici no haya sido el último y que queden muchos más por venir.

Rodrigo Seijas     

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