A
Letter From Greenpoint
#1
(Estados Unidos, 2004.
Dirigida por Jonas Mekas).
Tras un arduo comienzo, en el que Mekas deja en claro con un par de largos
planos fijos (de un muchacho y una mujer cantando canciones que no parecen
acabar nunca) el carácter de representación que este registro de la
intimidad comparte con cualquier otra película, es imposible no sentirse muy
cerca de un tipo maravilloso, que elude ausencias tan ostensibles como la
del espacio vacío de su vieja casa sin muebles gracias a una voluntad de
vivir incomparable. Amigos, bebidas y canciones, o Contra el huevo
duro de la desazón no serían títulos inapropiados para esta pequeña
maravilla con formato de diario íntimo. Este lituano que es uno de los
padres fundadores del cine independiente estadounidense sigue tan en forma
como siempre, y sin caer en ninguna de las poses autocomplacientes que
comparten muchos de los que se alistan tras ese mismo rótulo. Marcos
Vieytes
A Letter From
Greenpoint
#2
(Estados Unidos, 2004. Dirigida por Jonas Mekas).
La película –si así
puede llamársele a este deshilachado conjunto de escenas inconexas– apenas
me provocó algunas reflexiones que, aunque me dan vergüenza (otros filman),
es lo único que puedo entregar: 1) Mekas quiere hacer un musical. Le falta
melodía. 2) No todos los vinos maduran bien; sólo los buenos. 3) Cuando lo
snob y lo cool se dan la mano, el espectador pierde. 4)
Niezstche y Narosky escriben aforismos. Mekas habla aforísticamente. Sólo
uno ofrece inteligencia; adivine cuál. 5) Hay egoístas, ególatras y
egocéntricos. ¡Faltaba juntarlos a todos en uno! 6) Hay quien no come huevo
para no tirar la cáscara. Hay concursos de quién come más huevos. Hay gente
que no puede comer sin tener la boca cerrada. 7) Lo de Norah Jones, sí, muy
lindo. Emotivo. Efímero. A propósito, ¿qué es de esa chica? Mekas da vuelta
por el Bafici y sus fiestas... 8) Como dice un amigo, el tiempo perdido no
se recupera más. Javier Luzi
A Tale of Cinema
(Corea
del Sur-Francia, 2005. Dirigida por Hong Sang-soo). Una pareja se vuelve a
encontrar después de un tiempo. Recuperan la relación que han tenido y
parecen vivir una etapa de plena felicidad. Tanta que no pueden hacerse
cargo de ella. Forjan un pacto para suicidarse juntos y eternizar el amor y
el bienestar alcanzado. Entonces, el quiebre. Lo que vimos no es más que un
film que también estuvieron mirando la actriz de la película y un amigo del
director que ha vivido parte de esa historia y se la ha contado
inocentemente. Entonces todo vuelve a empezar. El cine dentro del cine
vuelve a ser el tópico. En este caso, con una historia de amor que se
duplica merced a una vuelta de tuerca original y sencilla. ¿Dónde empieza la
ficción?, ¿de qué se alimenta el arte?, ¿hay límites en esa fagocitación?
Guión ingenioso e interesante, buenas actuaciones, bella fotografía, banda
sonora acorde. Javier Luzi
Before Born
(China, 2005.
Dirigida por Zhang Ming). Un hombre busca a otro en un balneario de una
ciudad veraniega fuera de temporada. Se cruza con una joven que también lo
busca. Comparten un viaje a una isla, un almuerzo, una excursión a una
iglesia, playas; momentos intensos y extraños en que los secretos siguen
siendo secretos y poco sabrán uno del otro, hasta que desembocan en una
propuesta de matrimonio insólita. Y entonces todo vuelve a comenzar. Con la
misma chica (ahora en el “rol” del hombre) y otro joven.
Con un manejo de
los tiempos y los planos de una belleza y una precisión magníficas (el
director no se enamora de sus imágenes ni nos empalaga con ellas, en un film
en el que los innumerables cortes “dicen” con una fluidez increíble), con
actuaciones brillantes y una banda de sonido que aparece en contadas
ocasiones pero siempre perfectamente calibradas, se desarrolla esta
narración que empieza como policial y acaba como una romántica y desesperada
historia de amor. Donde el deja vu se hace visión y cada plano que se
repite es igual y es distinto, y a la vez que se presenta se resignifica en
su pasado. Con la seguridad plena de que nadie se puede bañar dos veces en
el mismo río y de que ciertas tragedias (como corresponde) se imponen pese a
todas nuestras resistencias. Por allí asoman ecos del Antonioni de La
aventura. Un film encantador. Javier Luzi
El niño (L’Enfant. Bélgica-Francia, 2005. Dirigida por Jean-Pierre y Luc
Dardenne). Era el plato fuerte de la muestra por haber ganado la última
Palma de Oro en Cannes, pero también por ser de los ascendentes –en
prestigio, en interés– hermanos Dardenne y por tener estreno comercial
asegurado (aunque no fecha, todavía) en Buenos Aires. Y colmó todas las
expectativas. Se trata de una película concentrada en la cotidianidad más
pura, con una cámara que, como un personaje más, sigue de cerca a una pareja
de adolescentes marginales por las calles, en las que él junta dinero como
puede (pequeñas estafas, medianos robos) y por las que ella pasea, o carga,
al bebé que es hijo de ambos. Ocurre algo muy chocante, que no es dable
revelar, y a partir de ese momento la historia empieza a discurrir en torno
de un conflicto más puntual, o más convencional, o más palpable. Lo que
importa, sin embargo, es la acumulación emotiva que de punta a punta
opera el film, impregnándonos cada vez más de esas historias que, más allá
de toda clase de distancias (sociales, etarias, culturales), llegaremos a
vivir, o cuanto menos a sufrir en carne propia. Las actuaciones son
profundamente verosímiles, algo que llamó la atención en el caso de la
chica, Déborah François, de apenas 18 años. La propia Déborah –también
estuvo en Pinamar– reveló parte de la receta: los Dardenne no sólo le
pidieron a ella y a su compañero, Jérémie Renier, que “actuasen” como si
fuesen ellos mismos, sino que repitieron muchas tomas... ¡hasta 25 veces! Y
ciertas asperezas muy consustanciales a la relación de la pareja son hijas
de la dureza, y hasta la violencia, con que los hermanos trataron a los
actores. Y sí: cada maestro, con su librito. El hecho es que la química de
los protagonistas no
deja de sorprender, y uno los ve como pareja, pero también como dos hermanos
enlazados por un desamparo irrevocable, por una irrevocable sordidez. Y Renier es lindo y feo y joven y
viejo a la vez, como lo era Belmondo; no hay muchas máscaras así. Volviendo
a la cámara: constantemente al hombro, es una pieza clave de otra de esas
raras puestas en las que todo luce absolutamente natural... aunque nada haya
sido librado al azar: los desplazamientos de los personajes hacia cámara o
en sentido contrario hacen que los planos medios se conviertan
respectivamente, y exquisitamente, en primeros planos o en planos generales.
Esto proporciona agilidad sin restar espontaneidad. El final es redentor en
el mejor sentido porque, aunque tierno y optimista, también es doloroso,
y trágico, y hace que uno se pregunte: ¿y ahora qué otra mierda les espera?
Guillermo Ravaschino
Shadow
(Japón, 2004. Dirigida por Naomi Kawase). Un
hombre, ya mayor, le cuenta a una muchacha joven que es su verdadero padre.
La situación desconcierta, porque el hombre utiliza una cámara para filmar a
la mujer; un artificio que se va revelando paulatinamente a los ojos del
espectador. Naomi Kawase, la autora del brillante film Shara, se
plantea en apenas veintiséis minutos el papel de la mirada, la paternidad,
el descubrirse como hija, la pérdida y cómo asumir nuevas responsabilidades.
Un film que todavía me desconcierta y descoloca. Rodrigo Seijas
Svyato
(Rusia, 2005. Dirigida por Victor Kossakovsky).
Excelente corto documental, que mediante una puesta en escena sencilla, pero
funcional, sigue el descubrimiento de sí mismo del pequeño hijo del
director, a través de un espejo. Gran secuencia lúdica en la que impera el
poder de la mirada, combinado con otro descubrimiento: el de la
responsabilidad que la paternidad implica. El niñito cuyo nombre da título
al film tiene carisma, y hasta pasta de estrella. Rodrigo Seijas
Three Times
(Taiwan, 2005.
Dirigida por Hou Hsiao-hsien). Dividido, como su título se encarga de
anunciarlo, en tres tiempos (el del amor, el de la libertad, el de la
juventud), este es un film encantatorio y de una actualidad
impresionante. El primer capítulo, que transcurre en 1966, es una gema que
demuestra que una historia sencilla de amor y desencuentros ya es una gran
historia si cae en manos de un cineasta que se precia. Una fotografía y un
vestuario logradísimos que son pura belleza, y recuerdan a Con ánimo de
amar, y una utilización de la banda sonora que enamora sin remedio. El
segundo tramo nos sitúa en 1911 y, con el mejor estilo del cine mudo,
mediante una reconstrucción de época en vestuario y posturas actorales, sin
sonido, con carteles y música ininterrumpida, habla de la independencia de
Taiwan –lo público– y la repercusión o el reflejo que la Historia convoca en
una cortesana y su señor –lo privado–. El cierre retorna al presente, con un
triángulo amoroso en que la aparición de un fotógrafo desestabiliza la
tranquila relación de dos chicas, al calor de luces naturales, música
moderna y un interesante y complicado trabajo con el tiempo que disloca y
recrea de manera novedosa una historia bastante común. Con mano maestra,
como ha quedado dicho, y tres estilos bien diferentes que demuestran su
versatilidad en la dirección, Hou Hsiao-hsien vuelve a derrochar talento en
un film bellísimo. Javier Luzi
Twist Of Faith
(Estados Unidos, 2004.
Dirigida por Kirby Dick).
Cuenta la historia de un tipo de Ohio que en su niñez fue abusado por un
sacerdote... que ahora se muda a seis cuadras de su casa. Entre lo que filma
Kirby Dick y el material registrado por la propia víctima se arma una
película sin alardes formales pero apasionante. La complicidad de la Iglesia
Católica, dificultades maritales, las conversaciones sobre el tema con su
hija de diez u once años y, por sobre todas las cosas, el reproche hacia su
madre por continuar contribuyendo financieramente con el obispado son lo
mejor de una película que tiene un solo defecto: el uso de la música
eclesiástica tan repetida e inapropiadamente que en algunas secuencias se
torna morboso. Marcos Vieytes
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