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CINEISMORECOMIENDA

MATCH POINT

Inglaterra-Estados Unidos, 2005



Dirigida por Woody Allen, con Jonathan Rhys Meyers, Scarlett Johansson, Alexander Armstrong, Paul Kaye, Matthew Goode, Brian Cox, Emily Mortimer.



El espectador desprevenido se sorprenderá con algunos de los cambios que introduce Woody Allen en su opus Nº 35: la acción transcurre por primera vez íntegramente en Londres y su campiña y no en Nueva York –tal vez no tan querida como antes–; elabora esta vez un thriller oscuro y pesimista, y si asoma una pizca de humor, resulta tan sombrío como todo el film; el jazz ha cedido su lugar sonoro a la ópera, que muestra una mayor correspondencia con el aura trágica de la historia; y last but not least, en Match Point nos ofrece las escenas de sexo más apasionadas de su filmografía.

Sí, porque es éste un film en el que la pasión manda: la pasión de un hombre por la mujer equivocada, quien entorpecerá su ascenso en la escala económica y social. Aunque al principio Chris (Jonathan Rhys Meyers) parece conforme con su trabajo como profesor de tenis, una vez que ha probado el sabor de los blinis de caviar con buen vino francés y la comodidad de la mansión campestre de la familia de su mujer, esta suerte de nuevo Ripley deberá elegir entre los privilegios que habilita un auto con chofer o los momentos de sexo apasionado que comparte con su atractiva cuñada y aspirante a actriz (Scarlett Johansson), quien ejerce sobre él una atracción fatal en su camino al poder.

Suerte de reelaboración de Crímenes y pecados, aunque carece del sarcasmo de aquella historia igualmente trágica. No hay lugar aquí para el habitual personaje humorista que oficia de alter ego del director, presente en todos los últimos films de Woody. Esta es una de las pocas ocasiones –otra fue Interiores– en que Allen muestra que detrás de su humor late un lado más sombrío, más cercano a Dostoievski que a Oscar Wilde, y lo transmite en su mejor film de la última década.

La propuesta recurrente es que todo es en la vida una cuestión de azar: los personajes no cesan de repetir que es preferible tener suerte a ser bueno, claro que si se la ayuda un poquito, la suerte puede dar excelentes resultados. Una significación paralela aporta la metáfora del tenis, uno de los juegos más agresivos, porque no contempla el empate. El juego de simetrías es permanente, no sólo en la historia sino también en la composición del cuadro. Simetrías que remiten a contrastes, oposiciones, alternativas y, en última instancia, a elecciones. Sorprende el carácter de cuento moral del film: Allen propone que a pesar de que el mundo parece carecer de un orden ético, el castigo moral resulta más irrevocable y doloroso que el social, pues a lo largo de la vida el peso de la conciencia arrancará más de una lágrima furtiva.

La amplitud de registros del cineasta se evidencia en la evolución del clima de la narración, que parte de una comedia dramática, casi costumbrista, y aumenta de intensidad hasta agotar la situación en el thriller más negro. Una vez más, Allen demuestra su talento para elegir directores de fotografía, pues a pesar de ser la primera vez que trabajan juntos, Remi Adefarasin supo lograr los dorados y rojos y cálidos que caracterizan tantos films de Allen, y fotografiar las calles y plazas de Londres como otros de sus colegas lo hicieran con el Central Park. Y ante un elenco de extraordinarios actores ingleses, resulta difícil la elección entre los duelos actorales de Rhys Meyers y Johansson o la performance de Emily Mortimer, en su notable composición del personaje desgraciado de esa esposa tan enamorada como engañada.

Josefina Sartora      

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