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SONATINE

Japón, 1999



Dirigida y protagonizada por Takeshi Kitano, con Aya Kokumai, Tetsu Watanabe, Ren Ohsugi, Kenichi Yajma, Eiji Minakata.



Quinta película de Takeshi Kitano que llega a nuestras salas (aunque en formato de video), Sonatine es un film de 1993, posterior a la fallida Escenas frente al mar y previa al accidente de moto que lo puso al borde de la muerte, dejándole como secuela ese tic en el rostro que tanto poder dramático insuflaba en Flores de fuego. Sonatine presenta las constantes estilísticas del director: ese uso tajante del montaje, la mezcla de humor y violencia, su inspirado uso del espacio en off, la melancólica humanidad de sus criminales y su eterno personaje, pleno de quietud y calma... hasta que aflora su lado asesino.

Kitano encarna a Murakawa, un exitoso yakuza que comienza a pensar en el retiro, al tiempo que es enviado con sus hombres a intervenir en un conflicto de pandillas en Okinawa, aparentemente sencillo de resolver. Pero las cosas se complican y pronto Murakawa y su banda deben refugiarse en una casa junto al mar. Allí encuentra, al menos por un tiempo, su ansiado retiro. Todos juegan como niños en vacaciones, e incluso Murakawa se consigue una compañera. El mundo real parece desvanecerse y todo es alegría y diversión. Pero sabemos muy bien que no será permanente. Y que la balacera final será inevitable.

Ahora bien, ¿cómo cuenta Kitano esta estadía en la sala de espera al infierno?

Con su humor característico, inimitable. Kitano usa la comedia como motor drámatico hacia la tragedia. Una noche, él y sus hombres se organizan en dos bandos para jugar a la guerra con fuegos artificiales. De un lado a otro vuelan morteros y cañitas voladoras. De golpe se escuchan disparos. Es él, que está haciendo trampa: acaba de desenfundar su revólver y dispara a mansalva contra el bando enemigo. La escena terminará así, como un juego, sin heridos. Y es hilarante. Pero por debajo de la carcajada queda en el espectador una sensación incómoda, perturbadora; la impresión de que esa gente es tan peligrosa como amiga que como enemiga. En torno de esa filtración de la violencia gira casi todo el humor de Beat Takeshi, que así tensiona la trama hacia el desenlace fatal. Aun en los momentos de distensión y alegría, esa agresividad está presente, latente, pujando por salir a la superficie y encaminar a los personajes hacia el colapso.

En una secuencia inolvidable, su compañera prueba la ametralladora. Acto seguido, Kurakawa se despacha a un manojo de enemigos. Kitano lo filma con mano maestra, haciendo impecable uso del espacio en off. Sólo vemos al personaje con la metralleta y el reflejo relampagueante del arma de fuego nos permite observar a algunos de sus oponentes cayendo como bolos apiñados frente a la cámara. Todo coronado por un plano de la ametralladora disparando hacia el espectador. La turbación que provoca esta secuencia nos había sido anticipada por los cuerpos temblorosos de Kurakawa y su pareja cuando esta accionaba por primera vez una metralleta. La puesta en escena perfecta de la violencia. El cierre trágico, lógico, de un calculado desarrollo dramático, lleno de tensión y alegría, pero que jamás sugirió otra resolución posible.

Como Flores de fuego, Sonatine es una gran película. Obra maestra, probablemente. Kitano merece más que estrenos proyectados en video y, sobre todo, merece público. Es uno de los mejores directores del momento.

Ramiro Villani      

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