El Festival
Internacional de Cine Independiente que se desarrolla anualmente en Buenos
Aires ha vuelto a presentar, en su séptima edición, un conjunto de películas
que asombra por su cantidad y por su diversidad. También, por su naturaleza
efectivamente independiente. Hoy ya nadie discute que la
independencia de un film está determinada por su condición de obra
expresiva, artística, y este evento, junto a otras muestras y al aporte de
cada vez más críticos en distintos medios, ha contribuido a establecerlo
así.
Al pie de estas líneas encontrarán los
links a media docena de notas que dan cuenta de muchas de esas películas.
La dimensión sociocultural del Bafici
es igualmente impactante: durante dos semanas del mes de abril de 2005
convocó a más de 180 mil espectadores (una cifra inédita), 500 periodistas y
1500 invitados especiales de la Argentina y el mundo.
Otra cosa que no deja de impactar es
el carácter paradójico de este evento.
A nadie escapa que el Bafici tuvo y
tiene sede preferencial en el complejo Hoyts General Cinema del Abasto,
propiedad de uno de los emblemáticos oligopolios que, junto con las
sucursales de las principales distribuidoras estadounidenses, conspiran día
y noche contra la mostración del cine independiente (y contra
la cuota de pantalla del cine nacional en general).
Dicha conspiración es exitosa porque
dispone de recursos económicos, políticos (y aun diplomáticos) inagotables,
y porque cuenta con la tolerancia, por no decir complicidad, de los mismos
funcionarios nacionales y municipales que respiran "independencia" pour la
gallerie a la hora de los discursos... y transpiran impotencia y
derrotismo cuando tienen que explicar (y casi nunca tienen) por qué este
tipo de muestras son la maldita excepción y no la regla, o algo más parecido
a la regla, en lo que a exhibición cinematográfica respecta.
Pero claro: Buenos Aires, como la
Argentina, sigue siendo el territorio de la hipocresía. De la boca (de estos
sinvergüenzas) para afuera "nos hemos plantado" frente al FMI, la "economía
concentrada" y el "neoliberalismo de los '90", cuando en realidad estamos
más postrados y postergados que nunca. ¿Quién podía imaginar que la
exhibición de películas iba a constituir un caso aparte?
No estamos proclamando nada nuevo.
Pero hay que decirlo, o volver a decirlo, porque de otro modo estaríamos
alimentando, por omisión, un malentendido detestable que otros (los mentados
funcionarios, pero también muchos periodistas) fomentan con pleno
conocimiento de causa.
Ahora sí: con ustedes, las películas.
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