Moodyson,
Lukas: con A Hole
In My Heart, el director sueco de Descubriendo el amor irritó a
muchos, gustó a unos pocos y agotó a todos. Una película sobre un padre que
hace videos porno junto a otro hombre y una chica (y sobre su hijo,
adolescente retraído en su habitación), en la que Moodyson confirma que
siempre puede ir un poco más allá, aunque a veces no esté del todo claro
hacia dónde. Caótico, atropellado, acelerado, el film muestra a un director
que, como sus personajes, busca abrirse al mundo externo para así poder
crear su propio mundo interior. En este periplo Moodyson pone todo de sí, y
lo único que uno puede imaginar (aunque sepa que no ocurrió) es que cayó
muerto al finalizar la producción.
Godard, Jean-Luc:
volvió a su mejor forma con Notre Musique, provocando euforias
desmedidas en sus fans (ante mi pedido de opinión, Gustavo Castagna le
puso de puntaje 1000) y sorprendiendo a sus tímidos detractores, como el
que escribe, que piensa que ha sabido ser muy irritante y que Elogio del
amor –su anterior película– tocaba cumbres de ombliguismo. En Nuestra
música, Godard se permite ser un poco más abierto y transparente sin
dejar de ser cínico y ácido como sólo él lo es. Con momentos de reflexión
notables, ¡casi es apta para todo público! Al borde de los 75 abriles, el
francés sonado sigue dando pelea.
Ozu,
Yasujiro: el espíritu
de su filmografía, vinculado con el transcurso del tiempo y su incidencia en
las dimensiones urbanas, del espacio y del físico humano, estuvo presente a
través de Café Lumière, realizada por Hou Hsiao-hsien en homenaje al
centenario del nacimiento (en 2003) del legendario cineasta responsable de
Historia de Tokio. Un film notable, en el que parece que pasa nada
importante y a nadie le importa. Todo allí fluye como un río, y lo mejor que
uno puede hacer es relajarse y disfrutar.
Hugo del
Carril: había visto
Las aguas bajan turbias, y en la retrospectiva que armó el Festival
en su homenaje tuve la oportunidad de presenciar su obra maestra, Más
allá del olvido (1956), un melodrama con ecos de Rebeca y que
anticipó en dos años a Vértigo, de Hitchcock. Como para seguir
creyendo en los clásicos y en su poder intacto a través del tiempo.
Oldboy:
dirigida por Park Chan-wook (responsable de Sympathy For Mr. Vengeance
y niño mimado de Tarantino), premiada en Cannes, arranca como un cuento de
revancha bien filmado pero convencional para ir convirtiéndose en un
melodrama con ecos de tragedia griega. Extremo, desgarrador, visceral,
conmovedor, fue la grata confirmación de un director que que es mucho más
que un mero discípulo de Quentin.
Ceremonia de Apertura:
no pasó un minuto durante todo este ¿show? en que no me sintiera impaciente,
hastiado, avergonzado y demás variantes. Da pena escribir sobre esto, y no
es mi intención hacer una crítica destructiva, pero ciertas autoridades
deberían darse cuenta de que Mar del Plata no es Cannes, ni la Argentina
Francia. No podemos pretender montar un espectáculo similar al de la
alfombra roja de los Oscar con un presupuesto –y una capacidad de
organización– diez veces menor, que llevó a que el evento comenzase pasadas
las 21 cuando estaba previsto para las 19. Basta de discursos populistas,
que dicen poco y nada. Se podría haber hecho de manera más sobria y escueta,
con dos o tres disertaciones breves, la presentación bien sencilla de los
jurados y punto. Pero se eligió "el brillo", "el glamour", "el despliegue
escénico", y por momentos el caos lo dominó todo. Pudo haber sido peor...
pero no mucho.
Competencia Oficial:
vi muy poco y no me siento con gran derecho a opinar sobre el nivel de lo
exhibido y los premios entregados en esta sección. Lean a Mauricio Faliero y
a Javier Luzi. Con ellos me informé y fue lo mejor que pude hacer. Claros,
precisos. Se los recomiendo.
La Mujer
y el Cine: otra
sección a la que me dediqué escasamente. Lo que tuve oportunidad de ver me
defraudó –en especial Esperando las nubes, de la que huí a la media
hora–, más teniendo en cuenta que las películas de esta sección solían
exhibir un nivel parejo y seguro a lo largo de las últimas ediciones del
Festival.
Lo mejor
fue En el país de la leche y el dinero, que cuando se plantea como
una crítica feroz a las instituciones familiares y políticas alcanza una
gran performance, pero cuando se conforma con ser una sátira a las películas
de clase B cae en un pozo. Sin ser una maravilla, bastante interesante.
Cócteles
y conferencias: una
típica rutina de todo festival consiste en tratar de estar enterado de todos
los cócteles y reuniones en que se ofrezcan comidas y/o canapés: dónde se
hacen, a qué hora, cómo llegar, si es necesaria invitación, cómo
conseguirla, etc. Este año faltó el máximo experto en estos menesteres:
Jorge García, crítico de "El Amante", quien prefirió irse a Guadalajara a
tomarse unos tequilas. Sin embargo, tuve la oportunidad de estar presente en
el ágape organizado por el Instituto de Promoción de la Carne Vacuna (¿?),
profuso en carnes (obvio), vinos y canapés. También llegué (tarde; ya no
quedaban ni los cubiertos) a uno organizado por el programa "Raíces", antes
de una conferencia de prensa en la que Jorge Coscia, titular del INCAA, se
definió orgullosamente como "setentista". En medio de los aplausos, un
colega cuyo nombre no voy a revelar gritó "¡Grande Coscia, bárbara la
comida!". Telón lento (y piadoso).
Baile,
disco: el Festival
compensó la falta de un punto de encuentro neto (la gente siempre
tendía a dispersarse) con trasnoches de baile animadas por distintos DJs
cuyos nombres no recuerdo ni conocía. La Llorona, El Hermitage y Chocolate
fueron algunas de las locaciones. También hubo fiestas en el Yatch Club y en
el Costa Galana.
Bellezas: hubo
demasiadas mujeres hermosas, simpáticas e inteligentes en este Festival, con
lo cual se hizo difícil conservar la cordura y el buen comportamiento.
Destaco dos: Yasmine Kassari, directora belga-marroquí responsable de El
niño dormido (ganadora del premio a Mejor Director en la Competencia
Oficial) y Cynthia García, periodista de "Noticine". Como para hacerse
feminista (ante la falta de alternativa mejor).
Cines: repletos en muchas ocasiones, a pesar de que se duplicaron
las salas disponibles. Ninguno reunió las condiciones ideales. O era muy
fría la sala, o los asientos no eran muy cómodos, o la pantalla no era la
mejor. Pero casi no hubo problemas insalvables, y se pudo ver todo lo que
uno quiso. Quizá lo peor fue la distancia entre unas salas y otras, aunque
la reincorporación del complejo formado por el América y el Atlas, grandes y
dedicados a secciones convocantes como Cerca de lo Oscuro y Punto de Vista,
fue una gran decisión.
Homenajes: alguien me
dijo con total acierto que uno de los problemas más graves de este Festival
es su imperiosa necesidad de llenar el hueco dejado por los veinte años en
que estuvo ausente. De ahí los homenajes, premios y plaquetas para
directores, actores, películas que tuvieron su momento allá lejos y
hace tiempo... y que envejecieron bastante mal. Mar del Plata debería pensar
y mirar hacia adelante, junto a los nuevos cineastas independientes, en
lugar de seguir apadrinando a exponentes de una "industria" que ni siquiera
merece llamarse así.
Viaje,
comida, alojamiento:
el viaje de ida en tren fue cómodo, rápido y placentero. El de vuelta un
desastre, con la formación demorada cinco horas en Coronel Vidal, a pocos
kilómetros de Mar del Plata.
El hotel
estuvo muy lindo: TV por cable, cama confortable, desayuno abundante... como
para creer que existe una vida mejor pero más cara.
El mayor
problema era conseguir dónde comer barato (y bien): suerte que lo tenía a
Faliero (nuestro colega de redacción marplatense).
Playa:
este... bueno... desde una cuadra de distancia... se veía
lindo... al mar me refiero. Como me dijo cierta señorita: se me notó mucho
que no me bronceé para nada.
Sala de
prensa: lo mejor fue
la gente a cargo del lugar. El comportamiento de Bucky Butkovic y su equipo
fue impecable para conmigo. No me faltaron entradas, me atendieron siempre
de buen humor, respondieron a todos mis pedidos, me entregaron el material
necesario en tiempo y forma. Para con el resto de las personas que conozco
el comportamiento fue similar, y lo menos que puedo hacer es agradecerles.
Con semejante esfuerzo y voluntad, se disimula cualquier falla.
Niños y
jóvenes: hubo varias
películas con menores en el reparto. Muchos de ellos sufriendo como
marranos, como en Stray Dogs y Las tortugas también pueden volar,
lo que provocó iras diversas. También en comedias divertidas, como El
efecto ketchup, que no es una obra maestra al estilo Descubriendo el
amor, pero se defiende. La mejor fue Tierra y cenizas, donde el
niño que acompaña a su abuelo a decirle a su padre que todo el resto de su
familia ha muerto no es el centro de la trama pero sí importante, sin
invadir otros territorios. Dependiendo del lugar y la forma asignados, los
niños levantaron o terminaron de hundir a unos cuantos films de este
festival.
Documentales: vi poco
y nada, pero lo que vi me gustó mucho. In The Dark e Iván Z
encarnan distintos itinerarios de búsqueda. El primero es el más extremo,
mostrando en forma insólita la vida de un ciego y su gato. El segundo es una
simpática y melancólica entrevista a Iván Zulueta, director del film de
culto español Arrebato. Gratos momentos del Festival.
Objetos
perdidos:
Tarnation, Los tres estados de la melancolía y El sabor del té
fueron las que más lamenté haberme perdido (por razones que no vienen al
caso). Gajes de coberturas festivaleras, que se les dice.
Balbi,
Fausto Nicolás: el
responsable de "Cinerama", otro sitio para el que trabajo, se recibió de
Fiestero del Año. La pasó bomba y asombró a propios y extraños con su
soltura, desfachatez, talento y capacidad para establecer contactos. Mezcla
de guarango con poeta (estilo Neruda digamos), se transformó siempre en el
alma de la fiesta. Para botón de muestra, me pidió que le sirviera de
traductor para hablar con Yasmine Kassari y obtener su mail por cuestiones
estrictamente laborales. La noche siguiente, ya hablaba con ella sin
necesidad de traductor (e improbablemente por cuestiones laborales). Cuando
aprenda inglés, estaremos fritos.
Amigos: hasta este festival a la única redactora de CINEISMO
que conocía personalmente era a Josefina Sartora. Esta vez tuve ocasión de
toparme con otros miembros del staff, como Tomás Binder y Ezequiel
Schmoller. Pero fue con Mauricio Faliero y Javier Luzi con los que pasé
mayor tiempo y establecí una gran conexión.
Javier –que
estudia Letras en la misma facultad de la UBA donde yo estudio Artes–, de 33
años, parece mucho más joven por el espíritu juvenil que irradia. Es al
mismo tiempo tolerante, divertido, entrador, solidario y apasionado (sin ser
agresivo). Un placer hablar con él, compartir ceremonias, charlas y eventos.
Mauricio
vive en Mar del Plata, es periodista, mide 1,90 (mi escasa altura, al lado
suyo, quedaba muy en evidencia) y lógicamente, en algún momento de su vida
jugó al básquet. Faliero responde al clásico lugar común del grandote
pacífico difícil de irritar, aun por mis exabruptos cuando discutíamos sobre
películas en las que nuestros gustos diferían.
Habitualmente se nos sumaba María José Garufi, periodista del diario
marplatense "El Atlántico", quien puede pasar del estilo más reo (a
tal punto que, en broma, se la llamaba José María) al más dulce y delicado.
Sin embargo, su inteligencia, capacidad reflexiva y para escuchar nunca
desaparecen; son virtudes permanentes en ella.
En los
últimos días, cuando la cantidad de films vistos iba en descenso y las horas
de charla y diversión en ascenso, también pude conocer al novio de Majo,
Nicolás (del cual lo mejor que se puede decir es que es digno novio de esta
muchacha) y a Brian, otro amigo de Faliero y Majo que demostró ser un
excelente tipo.
Al
redactar estas líneas, toda esta gente produce en mí sensaciones
contradictorias: me inspiran a escribir sobre ellos lo mejor posible pero
aun así me cuesta encontrar las palabras apropiadas para describirlos como
se merecen. Quizá lo más adecuado sea decir que difícilmente la hubiera
pasado mejor sin ellos. Y que con ellos la estadía en Mardel se me hizo diez
veces más agradable (ya tengo ganas de volver).
Rodrigo Seijas