Los tres estados de la melancolía
(Finlandia-Alemania, 2004.
Dirigida por Pirjo Honkasalo). Un documental en tres actos, que tienen como eje temático la
guerra en Chechenia y las consecuencias sobre la población juvenil. Una voz
en off sólo se ocupa de hacernos conocer a quienes aparecen en pantalla, sin
ninguna clase de subrayado. Primero vemos a adolescentes reclutados por una
academia militar, luego a una mujer que se encarga de recolectar a los hijos
de personas que no pueden mantenerlos y finalmente un rito religioso tan
brutal como ancestral. La violencia y dureza se desprende de casi todas las
imágenes; la melancolía a la que alude el título, de los rostros de esas
pequeñas víctimas. En algunos pocos momentos la posición de la cámara frente
al dolor puede generar polémica. Pero se trata tan sólo de otro más de los
puntos atrayentes de este fascinante docudrama. Los tres estados de la
melancolía exige mucho al espectador por su ritmo pausado, y por la
forma ascética con que está narrado. Sin lugar a dudas la película más
comprometida de la Competencia Oficial, estéticamente hablando.
Las recomendables
Vital
(Japón, 2004.
Dirigida por Shinya Tsukamoto). Un joven estudiante de Medicina sufre un accidente en el que
pierde la memoria y a su novia. Cuando retoma los estudios, por esas
casualidades que uno le acepta al cine, este muchacho tiene que estudiar el
cuerpo de su chica en el curso de Disección de Cadáveres. Tsukamoto tiene
una fascinación por la carne humana. Pero aquí se aleja de lo sanguinolento
para edificar un maravilloso, excesivo y desbordante cuento sobre el amor
eterno y, por tal, imposible. Imágenes poderosas y poéticas, y como siempre
en los japoneses, algo cursis también. Los impresionables cronistas de
CINEISMO entraron con recaudos, y salieron sensiblemente emocionados.
Sueño amargo
(Bitter
Dream. Irán, 2004. Dirigida por Mohsen Amiryoussefi). Esfandiar es un
preparador de cadáveres. El film lo seguirá tanto a él como a los otros
"actores" en esa tarea cotidiana que llevan a cabo desde hace más de 40
años. Ante la revelación de su propia y cercana muerte, el protagonista
intentará organizar el mundo para su futura ausencia y las relaciones con
sus compañeros de trabajo comenzarán a modificarse, aun a su pesar. Falso
documental sobre las prácticas mortuorias en Irán que va deviniendo en una
especie de comedia de humor negro, con gags corporales y chistes que
distienden y divierten por sobre la situación planteada, con personajes
excéntricos y queribles. Extraña (uno sospecha que se queda afuera de una
parte importante de ese universo, pero disfruta enormemente de lo que
consigue apropiarse) y con búsquedas formales interesantes.
Las que se dejan ver
Inconscientes
(España-Alemania-Italia, 2004. Dirigida por Joaquín Oristrell). Barcelona, 1913. Una mujer de
avanzada y su cuñado, un médico conservador, deberán atravesar un sinfín de
situaciones en procura de resolver la desaparición del marido de ésta. Mucho
psicoanálisis (en sus inicios; aparición de Freud incluida) una pesquisa
policial, hipnosis, política y novela familiar, absurdos y risas en un guión
que, como mecanismo de relojería, aúna las tesis freudianas sobre sexo a una
trama de misterio de la que son parte integrante y no mero añadido para dar
cuenta de los saberes del director o los guionistas, pero que también cae en
azares demasiado azarosos y en un estiramiento innecesario en procura
de cerrar todas las intrigas desplegadas. Un homenaje a películas como La
adorable revoltosa, El joven Sherlock Holmes y Ojos bien
cerrados. La comedia brillante del festival.
El gran
viaje
(Francia-Marruecos, 2004. Dirigida por Ismael Ferroukhi). Mezcla
de road movie con film de pareja despareja. Un padre marroquí realiza
un larguísimo viaje en auto con su hijo francés, cuyo destino final es la
Meca. Bien organizada por el director, la película nos atrae por la
construcción de los personajes, y las dudas reales que se les presentan. Tal
vez algún exceso sentimental, resaltado por la música, pone escollos en este
viaje que resulta placentero. Pero el mayor acierto de Ferroukhi es ir
poniendo todas las piezas en función de un final, que estalla como clímax
justo en las secuencias rodadas en la Meca, que resultan sinceramente
imponentes. A pesar de los paisajes que recorren padre e hijo, el film nunca
se torna una postal turística. Otro punto a favor de esta película chiquita,
pero agradable.
Antares
(Austria, 2004.
Dirigida por Gotz Spielmann). Tres parejas y sus conflictos sentimentales. Tres historias que se
cruzan en un monoblock y por las calles de Austria, unidas por un accidente
de tránsito. Sí, Amores perros se filmó hace unos años. Pero a favor
del film de Spielmann hay que decir que –a diferencia del mexicano– sus
historias mantienen pareja intensidad. Además, en el primer capítulo se pudo
ver la fellatio que le sacudió la modorra a la Competencia Oficial.
Claro, hasta que llegó la película de Moodyson. Antares, por otra
parte, resulta interesante por la fuerza de sus personajes femeninos y por
un manejo de la atemporalidad del que no se hace alarde alguno.
Un hueco
en mi corazón
(Suecia-Dinamarca, 2004. Dirigida por Lukas Moodyson). Una
Competencia Oficial que venía un tanto tibiecita, tuvo su vuelco con el film
del director de Descubriendo el amor. La sinopsis decía esto: un
hombre que vive con su hijo en un departamento, donde filma películas porno,
y su relación con una actriz y un actor. No sonaba mal, pero no estábamos
alertados de lo experimental que era el asunto. Imágenes fuertes,
repugnantes, revulsivas, que contrastan con la sensibilidad que le impregna
Moodyson a sus personajes. Lo mejor del director (el amor como escudo ante
la decadencia) y lo peor (esos psicologismos simplistas) se dan la mano en
un reality horror que, más allá de su fuerza e impacto, tiene un
defecto indisimulable: cualquier posibilidad de placer que podría generar lo
porno queda sepultada por una superficie sórdida. Igual, los firmantes somos
hinchas de Moodyson.
Un año
sin amor
(Argentina, 2004. Dirigida por Anahí Berneri):
adaptación del libro-diario íntimo de Pablo Pérez, escritor homosexual y HIV
positivo, cuya búsqueda del amor lo lleva a practicar sadomasoquismo. Los
mayores logros de esta película argentina son la dirección de Anahí Berneri,
la actuación de Juan Minujín y el tono sin desbordes que le impregna la
directora al relato. Aunque esto último también puede ser entendido como un
defecto, ya que le quita algo de emoción a este interesante film (el film ya
ha sido estrenado comercialmente, y se ofrece una crítica más completa en
otra página de este sitio).
Los que
vuelven (Les
Revenants. Francia, 2004. Dirigida por Robin Campillo). Un grupo de muertos retornan a la vida, y para hallar las causas y
resolver la nueva situación que su regreso plantea socialmente, las fuerzas
gubernamentales despliegan todos sus saberes en reuniones donde lo privado
se mezcla inevitablemente. Un mix de ensayo sociológico y ciencia ficción.
La problemática burocrática se impone al clima opresivo y de terror
envolvente que uno presupone. Se entrevé en la trama una potencia política
–estos zombies podrían representar cualquier sector relegado de la sociedad–
que lentamente se agota, diluyéndose en la veta romántica o en los
sentimientos de los personajes.
El niño dormido
(Marruecos-Bélgica, 2004. Dirigida por Yasmine Kassari). En el norte
de Marruecos una mujer recién casada y embarazada debe afrontar la partida
de su esposo en busca del trabajo que su país no le puede brindar. Los
exilios que la economía globalizada provoca, las familias divididas y las
esperas que se entrelazan con los mitos y las fábulas de los pueblos
"atrasados" (una especie de encantamiento permite detener la gestación más
allá de los nueve meses hasta el momento en que ellas decidan apropiado).
Las mujeres como sostén familiar y social resistiendo tanto ante las fuerzas
externas de los gobiernos como ante las internas de los hombres que usan y
abusan de las tradiciones en su provecho. Una narración lenta y morosa que
sólo al final recuerda la necesidad de ritmo. Elipsis muy abruptas que
parecen más un error de montaje que necesidad del guión. Opera prima que,
más allá de algunos hallazgos (la mayoría de los personajes son no actores y
no se nota; la fuerza de los silencios y del mundo femenino construido), no
puede desterrar la inexperiencia de su directora. Buena historia para un
cortometraje.
La caída
(Alemania, 2004.
Dirigida por Oliver Hirschbiegel). Las últimas horas de Adolf Hitler y su entorno narradas con una
cámara que se mete en la intimidad del bunker subterráneo nazi, mientras los
rusos invaden Berlín. El film pinta al nazismo como un grupo de inoperantes,
totalmente desbordados y dependientes de su líder. Esa fascinación por el
"padre" protector y la actuación de Bruno Ganz como Hitler son lo mejor de
La caída. Quienes noten una mirada condescendiente sobre este nefasto
personaje de la historia se equivocan. Escuchar a Hitler hablando sobre cómo
se debe suicidar y observar cómo elude la mirada cuando sacrifican a su
perra son momentos altos. Pero al igual que los nazis, la película no puede
sobrevivir a la ausencia de Hitler. La última media hora es un regodeo
morboso que espanta.
P.S.
(Estados Unidos,
2004. Dirigida por Dylan Kidd). Louise (Laura Linney), una mujer de treinta y pico, bella,
inteligente, encargada de los ingresos de alumnos en la Escuela de Bellas
Artes de la Universidad de Columbia, cree reconocer en una solicitud el
nombre de un ex novio de la secundaria muerto en un accidente fatal. Pacta
una cita con el aspirante, un joven que cumple con todos los estereotipos de
su edad y su vocación artística, y a partir de ese encuentro todo se
desencadena de una forma poco normal para esta mujer que debe admitir en un
corto lapso: su frustración, los engaños de su ex, la competencia de su gran
amiga y las verdades de su madre y su hermano ex adicto. Una comedia menos
ingeniosa pero no menos inteligente, más madura y con el mismo acertado oído
para los diálogos que el director ya supo demostrar en su primer film,
Cosas de hombres. Más clásica, podría decirse, pero en la que los
personajes van desgastándose y acaban aburriendo. Primera decepción para
Faliero; para Luzi no tanto porque no tenía mayores expectativas.
Cuando llegue la primavera
(Springtime.
Corea, 2004. Dirigida por Ryu Jang-ha). Luzi dice que ya no se pueden filmar
películas sobre profesores de música y alumnos. Faliero dice que sí y que
Springtime, sin ser una joya, respeta brillantemente las reglas de este
subgénero. Y hasta elude ciertos convencionalismos con elipsis bien
realizadas por el director. Además, la melancolía que tiñe el relato le da
una sensibilidad especial. Película otoñal y querible; chiquita y, es
cierto, no apta para una competencia festivalera. Ya estamos tomando nota
sobre los actores de Hollywood que van a protagonizar la remake.
Las insufribles
El noveno día
(Alemania-Luxemburgo, 2004. Dirigida
por Volker Schlöndorff). Un cura
católico con influencias en la cúpula eclesiástica de su país –Luxemburgo–
recibe una licencia de nueve días para abandonar el campo de Dachau y
realizar una misión que permita resolver la tensión entre el clero de esa
nación y los nazis. Película discursiva, con imágenes secas y certeras.
Dividió aguas entre estos cronistas. Para Faliero fue chata e
intrascendente, quizá repetitiva, aunque necesaria en su mensaje de memoria
y su duración de 90 minutos hizo que, por suerte, se pasaran volando los
nueve días. Para Luzi resultó claramente comprometida con la puesta en
imágenes de los testimonios que los sobrevivientes de los campos de
concentración nos han legado en sus escritos, tanto en los detalles más
nimios y cotidianos (el calzado, el agua, el alimento, las transacciones,
las prebendas) como en los fundamentales (la culpa, la adaptación a la
sociedad que vive en paralelo al régimen nazi, la traición).
La mujer de Gilles
(Francia-Bélgica, 2004. Dirigida
por Frédéric Fonteyne). ¡Qué lindo el
cine francés! Con sus violincitos, sus casas de campiña, su qualité.
En los años '30 una mujer va descubriendo cómo su marido la engaña con su
propia hermana. Intentará sobrellevar ese engaño lo mejor posible, y hasta
llegará a ser confidente de su marido en su desliz. Si uno se traga esta
historia, es porque Emmanuelle Devos –la cornuda– es una actriz enorme.
Realmente no se entiende si la chica es sumisa, comprensiva, manipuladora o
una completa imbécil. Y Fonteyne, que se hacía el superado, sobre el
final le mete la zancadilla a su personaje de una manera desleal. Sólo se
rescatan algunos climas logrados en la primera parte del relato.
Para que no me
olvides (España, 2004. Dirigida por Patricia Ferreira). Irene, directora
de teatro de actores no videntes; Mateo, su padre, un anciano que
(sobre)vivió la guerra civil española, y David, su hijo, estudiante de
arquitectura, conforman una familia contemporánea que a partir de un suceso
trágico deberá replantearse posiciones, conocimientos y afectos. ¿Qué se
hace con este tipo de películas? Según el productor, va directo al corazón.
Según Faliero es un dramón grandilocuente que acaba pareciéndose a una mala
(tele)novela. Luzi ve que funcionar, funciona. Uno sabe de qué va e igual
llora como una Magdalena. Demasiados temas importantes y mucha dependencia
del azar para que las cosas fluyan determinan abruptos cambios en los
personajes. La parte política y de memoria colectiva (los republicanos
caídos olvidados) se diluye en el fárrago de lo sentimentaloide que afecta
tanto como la música utilizada.
Casi hermanos
(Brasil,
2004. Dirigida por Lucía Murat). La contraposición de dos personajes que se
conocieron de niños, pertenecen a estratos sociales diferentes, y en el
presente de la narración –ubicados en las antípodas– "leen" ese pasado desde
su nuevo lugar y proyectan soluciones para el futuro. Miguel, blanco,
abogado y diputado; Jorge, negro, hijo de un sambista, líder desde la cárcel
de un comando armado juvenil que domina una favela. Parece que la
industria cinematográfica brasileña tiene con qué, si nos dejamos llevar por
estos "tanques". Todos los años nos presentan una de cárceles o favelas;
ahora tenemos ambas locaciones en una. Pálido y comprometido –desde una
postura de derecha de su directora–, el planteo da cuenta de una visión
crítica sobre la izquierda brasileña y apenas nos devuelve una película
maniquea y jodida ideológicamente. Bien filmada y con buena música, su
problema principal es que sobran los discursos y faltan las razones,
equivocadas o no, de por qué pasan las cosas que pasan y el guión se
preocupa en relatar.
La peor
Tatuado
(Argentina, 2004.
Dirigida por Eduardo Raspo). Un joven necesita saber la verdad sobre su madre. Una mujer que los
ha abandonado tanto a él como a su padre y que luego ha muerto de una
enfermedad terminal, y de la que ya nada recuerda ni posee... aparte de ese
tatuaje. Lo acompañarán en su búsqueda, a un pueblo del interior, su novia
–que lo apoya y lo involucra en sus mentiras y trampas, robos y peleas– y su
resignado y comprensivo padre. Un viaje de descubrimiento que no conduce a
ninguna parte. Problemas de guión, personajes que aparecen y desaparecen de
la nada. Situaciones inverosímiles y mal resueltas. Actuaciones en
diferentes registros que alcanzan su clímax en los jóvenes que siguen la no
actuación como naturalidad y no hacen más que destruir el verosímil que se
intenta alcanzar por otro lado. Guiños cool (el oscuro vestuario
juvenil, los gustos culturales de consumo) y una aproximación, en tiempo y
formas del relato, al "nuevo cine argentino" que no consigue disimular el
juzgamiento que el director le regala a sus personajes: los rebeldes
terminan por ser locos, chorros o enfermitos. Un desatino total.
Mauricio Faliero y Javier Luzi