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21º Festival Internacional de Cine de Mar del Plata
Sección: Cerca de lo Oscuro


Monstruos, zombies, tiros...


Sympathy For Lady Vengeance (Corea del Sur, 2005. Dirigida por Park Chan-wook). Park completa su trilogìa de la venganza –integrada asimismo por Sympathy For Mr. Vengeance y Oldboy– en forma despareja, esta vez concentrándose en la historia de una mujer que emprende una cuidada revancha contra un tipo que la traicionó. El film acusa un gran trabajo a nivel audiovisual, pero falla en el tono. Por momentos apuesta a la distancia irónica, mirando con sarcasmo a los personajes, con situaciones de humor físico, básico aunque muy gracioso. Otras veces se compenetra muchísimo con lo que cuenta, apostando a un alto voltaje dramático, con escenas muy duras que caen en el exceso. Estas variaciones de rumbo perjudican la recepción de la obra y hacen que el conjunto pierda homogeneidad. Con todo, la crítica inmisericorde a los valores sociales consagrados vuelve a abrirse paso, e impera. Rodrigo Seijas

La Moustache (El bigote. Francia, 2005. Dirigida por Emmanuel Carrère). Durante el Festival de Cine de Chicago en 2005 me tocó participar del jurado de Fipresci para elegir la mejor de las primeras o segundas obras presentadas. La Moustache fue nuestra película elegida. Emmanuel Carrère es novelista, autor de “El adversario”, sobre el cual se basó el film homónimo de Nicole García, y de “La clase de nieve”, inspirador de un film del mismo nombre de Claude Miller; su primer film como director se basa también en una novela propia. Como en Caché, de Michael Haneke, se trata de la alteración del orden cotidiano en el seno de una familia burguesa, que pone en evidencia la falta de certidumbres. El protagonista Marc (Michael Lindon) decide un día afeitarse el mostacho que lleva desde su juventud. Lo notable es que nadie parece darse cuenta del cambio, y cuando él inquiere, ofendido, tanto su mujer como todos sus amigos y colegas niegan que alguna vez él haya tenido bigote.

Se inicia así un camino hacia los infiernos de la irracionalidad y la paranoia del protagonista, quien ve fracturarse su realidad al punto que su mujer planea recluirlo en un sanatorio psiquiátrico. Como en los cuentos de Cortázar, el bigote funciona como umbral de pasaje a la otredad de mundos inexplicables, a menudo identificados con la locura. Allí, la ambigüedad, la oscuridad y la falta de lógica confunden al espectador, desorientado por la sugestiva, inquietante actuación de Emmanuelle Davos, por la fotografía sombría de Patrick Blossier, y por las idas y venidas enigmáticas de Marc en China, metáfora autorreferencial del mismo film. También como en Caché, la crisis pone en descubierto el desencuentro en la pareja, su conflicto y desconfianza latentes, y sobre todo, la importancia de la apariencia en la construcción de la subjetividad y de la propia identidad. Inútil un acceso al film desde la lógica, o pretender explicaciones objetivas, pues sólo contamos con el punto de vista del protagonista. El espectador queda sofocado por la irrupción de lo irracional en el orden cotidiano. Josefina Sartora

13 (Tzameti) (Francia-Georgia, 2005. Dirigida por Géla Babluani). Un policial francés –aunque viene coproducido con Georgia– austero en todos los sentidos. Tanto, que hasta está filmado en blanco y negro. Un torneo de ruleta rusa narrado con precisión, sin agregados ornamentales, sin música, sin efectismos. Es verdad que también le falta cierto suspenso en los momentos supuestamente más tensos, pero no está mal. En una sección que se caracteriza por el exceso, resulta bienvenida esta trama mínima, que esquiva el impacto fácil y apuesta a reflejar todo el pánico y la claustrofobia de una situación. Rodrigo Seijas

The Roost (El gallo. Estados Unidos, 2005. Dirigida por Ti West). Típico ejercicio amateur de un par de fanáticos del terror, formalmente correcto, aunque sin ideas nuevas en lo argumental, temático y estético. Esto no va mucho más allá de unos cuantos zombies persiguiendo a un grupo de adolescentes. Sí que hay un interesante manejo del fuera de campo y de ciertos aspectos técnicos de iluminación y sonido. Pero a la hora de crear climas, algo falla. Por suerte, no se abusa sistemática e innecesariamente de sangre y vísceras. Más para un ciclo de películas bizarras por TV que para un festival internacional de cine. La aparición de Tom Noonan, usual villano en películas como El último gran héroe o Cazador de hombres, aporta cierto raro plus de jerarquía. Rodrigo Seijas

Godzilla: la última batalla (Gojira: Fainaru Uozu. Japón-Australia, 2004. Dirigida por Ryuhei Kitamura). Un disparate absoluto del que toman parte trece supermonstruos, una invasión alienígena, un grupo comando que trata de defender la Tierra y, por supuesto, el gran Godzilla, que no para de aplastar ciudades, golpear a otras criaturas y pegar alaridos como sólo él sabe hacerlo. Después de unas veinte películas y con cincuenta años encima, la saga entró en una clara era de autoconciencia, con personajes, diálogos y situaciones completamente insólitos y delirantes. Lo mejor es un capitán supuestamente estadounidense, pero con una pinta de ruso que mata, y que encima habla japonés, y que suelta un par de frases memorables. Lo peor es el excesivo metraje, que supera las dos horas cuando noventa minutos hubieran sido suficientes. Descabellado, alegre y despreocupado, el film causó euforia entre los fanáticos que asistieron a la proyección de medianoche en el Ambassador. Un objeto cultural prácticamente... incalificable. Rodrigo Seijas

Nuit Noire (Noche oscura. Bélgica-Holanda, 2004. Dirigida por Olivier Smolders). Inmersión en un sueño, en un mundo en blanco y negro, en la presentación de opuestos, unidos por un vacío que no es tal, porque en el fondo es completud. Con un tono netamente experimental, el director Olivier Smolders apuesta a adentrarnos en la mente de una persona y sus enigmas (que pese a todo nunca conseguimos comprender). El ritmo narrativo es similar al del Lynch de El camino de los sueños, pero también se emparenta con el del Scorsese de Taxi Driver, tomando distancia, en cambio, del psicologismo freudiano del Hitchcock de Cuéntame tu vida. “Las explicaciones fáciles no existen”, parece decirnos en todo momento la trama. O la falta de ella. Rodrigo Seijas

Impulso adolescente (Thumbsucker. Estados Unidos, 2005. Dirigida por Mike Mills). Esta es una muestra cabal de lo que puede ofrecer el cine independiente estadounidense actual.

El film cuenta la historia de Joel Cobb (Chase Offerle), quien, a pesar de cursar ya la escuela secundaria, sigue sucumbiendo a la tentación de chuparse el dedo, cosa muy mal vista, por cierto. Los padres (Tilda Swinton y Vincent D’Onofrio) están –típicamente– preocupados. Lo mismo un profesor (Vince Vaughn) que ve en el muchacho un enorme potencial. Un día aparece el dentista de Joel (Keanu Reeves) y, mediante la hipnosis, soluciona el problema. O no. Porque a partir del fin de esa “adicción” no sólo brota con mucha fuerza el potencial dormido del protagonista, sino también un lado bastante oscuro en él, que le traerá unas cuantas consecuencias conflictivas.

Thumbsucker ofrece varios rasgos habituales en el cine surgido de la factoría Sundance: consumo de drogas y alcohol, diálogos graciosos, iniciaciones sexuales, actores famosos en papeles raros que les permiten dar una vuelta de tuerca a sus habituales labores. También personajes que evolucionan en su importancia, situaciones que bordean lo bizarro, momentos desencadenantes de confesiones, revelaciones que crean expectativas (para luego decepcionarlas, al mostrarse falsas).

Da la sensación de que este film se propone romper barreras y límites, pero luego se conforma con sólo describirlos, reafirmándolos incluso a partir de un desenlace conformista y feliz. No es que esté del todo mal eso –en última instancia, las escenas finales se encadenan con fluidez y naturalidad–, pero parecería que al realizador le dio miedo, demasiado miedo, quebrar lo establecido y provocar despiole. Prolija, inofensiva al cabo, muuuuy correcta, Impulso adolescente difícilmente pasará a la historia. Como la mayor parte del cine indie, que siempre parece proponer un cambio para, al fin y al cabo, reafirmar las estructuras existentes. Rodrigo Seijas


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