Sympathy For Lady Vengeance (Corea del Sur, 2005. Dirigida por Park Chan-wook). Park completa
su trilogìa de la venganza –integrada asimismo por Sympathy For Mr.
Vengeance y Oldboy– en forma despareja, esta vez concentrándose
en la historia de una mujer que emprende una cuidada revancha contra un tipo
que la traicionó. El film acusa un gran trabajo a nivel audiovisual, pero
falla en el tono. Por momentos apuesta a la distancia irónica, mirando con
sarcasmo a los personajes, con situaciones de humor físico, básico aunque
muy gracioso. Otras veces se compenetra muchísimo con lo que cuenta,
apostando a un alto voltaje dramático, con escenas muy duras que caen en el
exceso. Estas variaciones de rumbo perjudican la recepción de la obra y
hacen que el conjunto pierda homogeneidad. Con todo, la crítica
inmisericorde a los valores sociales consagrados vuelve a abrirse paso, e
impera. Rodrigo Seijas
La Moustache
(El bigote.
Francia, 2005. Dirigida por Emmanuel Carrère).
Durante el Festival de Cine
de Chicago en 2005 me tocó participar del jurado de Fipresci para elegir la
mejor de las primeras o segundas obras presentadas. La Moustache fue
nuestra película elegida. Emmanuel Carrère es novelista, autor de “El
adversario”, sobre el cual se basó el film homónimo de Nicole García, y de
“La clase de nieve”, inspirador de un film del mismo nombre de Claude
Miller; su primer film como director se basa también en una novela propia.
Como en Caché, de Michael Haneke, se trata de la alteración del orden
cotidiano en el seno de una familia burguesa, que pone en evidencia la falta
de certidumbres. El protagonista Marc (Michael Lindon) decide un día
afeitarse el mostacho que lleva desde su juventud. Lo notable es que nadie
parece darse cuenta del cambio, y cuando él inquiere, ofendido, tanto su
mujer como todos sus amigos y colegas niegan que alguna vez él haya tenido
bigote.
Se
inicia así un camino hacia los infiernos de la irracionalidad y la paranoia
del protagonista, quien ve fracturarse su realidad al punto que su mujer
planea recluirlo en un sanatorio psiquiátrico. Como en los cuentos de
Cortázar, el bigote funciona como umbral de pasaje a la otredad de mundos
inexplicables, a menudo identificados con la locura. Allí, la ambigüedad, la
oscuridad y la falta de lógica confunden al espectador, desorientado por la
sugestiva, inquietante actuación de Emmanuelle Davos, por la fotografía
sombría de Patrick Blossier, y por las idas y venidas enigmáticas de Marc en
China, metáfora autorreferencial del mismo film. También como en Caché,
la crisis pone en descubierto el desencuentro en la pareja, su conflicto y
desconfianza latentes, y sobre todo, la importancia de la apariencia en la
construcción de la subjetividad y de la propia identidad. Inútil un acceso
al film desde la lógica, o pretender explicaciones objetivas, pues sólo
contamos con el punto de vista del protagonista. El espectador queda
sofocado por la irrupción de lo irracional en el orden cotidiano.
Josefina Sartora
13
(Tzameti)
(Francia-Georgia, 2005. Dirigida por Géla Babluani). Un policial francés
–aunque viene coproducido con Georgia– austero en todos los sentidos. Tanto,
que hasta está filmado en blanco y negro. Un torneo de ruleta rusa narrado
con precisión, sin agregados ornamentales, sin música, sin efectismos. Es
verdad que también le falta cierto suspenso en los momentos supuestamente
más tensos, pero no está mal. En una sección que se caracteriza por el
exceso, resulta bienvenida esta trama mínima, que esquiva el impacto fácil y
apuesta a reflejar todo el pánico y la claustrofobia de una situación.
Rodrigo Seijas
The
Roost
(El
gallo. Estados Unidos, 2005. Dirigida por Ti West). Típico ejercicio
amateur de un par de fanáticos del terror, formalmente correcto, aunque sin
ideas nuevas en lo argumental, temático y estético. Esto no va mucho más
allá de unos cuantos zombies persiguiendo a un grupo de adolescentes. Sí que
hay un interesante manejo del fuera de campo y de ciertos aspectos técnicos
de iluminación y sonido. Pero a la hora de crear climas, algo falla. Por
suerte, no se abusa sistemática e innecesariamente de sangre y vísceras. Más
para un ciclo de películas bizarras por TV que para un festival
internacional de cine. La aparición de Tom Noonan, usual villano en
películas como El último gran héroe o Cazador de hombres,
aporta cierto raro plus de jerarquía. Rodrigo Seijas
Godzilla: la última batalla
(Gojira: Fainaru Uozu. Japón-Australia, 2004. Dirigida por
Ryuhei Kitamura). Un disparate absoluto del que toman parte trece
supermonstruos, una invasión alienígena, un grupo comando que trata de
defender la Tierra y, por supuesto, el gran Godzilla, que no para de
aplastar ciudades, golpear a otras criaturas y pegar alaridos como sólo él
sabe hacerlo. Después de unas veinte películas y con cincuenta años encima,
la saga entró en una clara era de autoconciencia, con personajes, diálogos y
situaciones completamente insólitos y delirantes. Lo mejor es un capitán
supuestamente estadounidense, pero con una pinta de ruso que mata, y que
encima habla japonés, y que suelta un par de frases memorables. Lo peor es
el excesivo metraje, que supera las dos horas cuando noventa minutos
hubieran sido suficientes. Descabellado, alegre y despreocupado, el film
causó euforia entre los fanáticos que asistieron a la proyección de
medianoche en el Ambassador. Un objeto cultural prácticamente...
incalificable. Rodrigo Seijas
Nuit Noire
(Noche oscura. Bélgica-Holanda, 2004. Dirigida por Olivier
Smolders). Inmersión en un sueño, en un mundo en blanco y negro, en la
presentación de opuestos, unidos por un vacío que no es tal, porque en el
fondo es completud. Con un tono netamente experimental, el director Olivier
Smolders apuesta a adentrarnos en la mente de una persona y sus enigmas (que
pese a todo nunca conseguimos comprender). El ritmo narrativo es similar al
del Lynch de El camino de los sueños, pero también se emparenta con
el del Scorsese de Taxi Driver, tomando distancia, en cambio, del
psicologismo freudiano del Hitchcock de Cuéntame tu vida. “Las
explicaciones fáciles no existen”, parece decirnos en todo momento la trama.
O la falta de ella.
Rodrigo Seijas
Impulso adolescente (Thumbsucker. Estados Unidos, 2005.
Dirigida por Mike Mills). Esta es una muestra cabal de lo que puede ofrecer el cine independiente
estadounidense actual.
El film cuenta la historia de Joel Cobb (Chase Offerle), quien, a pesar de
cursar ya la escuela secundaria, sigue sucumbiendo a la tentación de
chuparse el dedo, cosa muy mal vista, por cierto. Los padres (Tilda Swinton
y Vincent D’Onofrio) están –típicamente– preocupados. Lo mismo un profesor
(Vince Vaughn) que ve en el muchacho un enorme potencial. Un día aparece el
dentista de Joel (Keanu Reeves) y, mediante la hipnosis, soluciona el
problema. O no. Porque a partir del fin de esa “adicción” no sólo brota con
mucha fuerza el potencial dormido del protagonista, sino también un lado
bastante oscuro en él, que le traerá unas cuantas consecuencias
conflictivas.
Thumbsucker
ofrece varios rasgos habituales en el cine surgido de la factoría Sundance:
consumo de drogas y alcohol, diálogos graciosos, iniciaciones sexuales,
actores famosos en papeles raros que les permiten dar una vuelta de tuerca a
sus habituales labores. También personajes que evolucionan en su
importancia, situaciones que bordean lo bizarro, momentos desencadenantes de
confesiones, revelaciones que crean expectativas (para luego decepcionarlas,
al mostrarse falsas).
Da la sensación de que este film se propone romper barreras y límites, pero
luego se conforma con sólo describirlos, reafirmándolos incluso a partir de
un desenlace conformista y feliz. No es que esté del todo mal eso –en última
instancia, las escenas finales se encadenan con fluidez y naturalidad–, pero
parecería que al realizador le dio miedo, demasiado miedo, quebrar lo
establecido y provocar despiole.
Prolija, inofensiva al cabo, muuuuy correcta, Impulso adolescente
difícilmente pasará a la historia. Como la mayor parte del cine indie,
que siempre parece proponer un cambio para, al fin y al cabo, reafirmar las
estructuras existentes. Rodrigo Seijas
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