Alice
(Portugal, 2005.
Dirigida por Marco Martins). Una de las películas que mejor recibimiento
tuvo por parte de la crítica. La historia es la de un matrimonio que perdió
a su hija varios meses atrás, y no han podido encontrarla. El padre, para
hallarla, se encarga de colocar cámaras de video por toda la ciudad, al
tiempo que recorre todas las mañanas el mismo camino que hizo la pequeña
Alice. Apoyado en la estupenda fotografía de Carlos Lopes, Alice
resulta un asfixiante drama sobre el significado de la pérdida y el desgarro
que genera la ausencia, más aun cuando se trata de una ausencia en eterno
suspenso. La actuación protagónica de Nuno Lopes, pese a sus desbordes, es
magnífica. Alice también es un estudio sobre la mirada, su utilidad o
no, y la veracidad de las imágenes. Sobre el final, cierta tendencia
conformista y el viraje hacia una visión más política que metafísica y
metafórica le restan fuerza a un relato que venía siendo compacto,
melancólicamente urbano, ejecutado con rigor extremo. Mauricio Faliero
Be With Me
(Quédate conmigo.
Singapur, 2005. Dirigida por Eric Khoo). Este film ofrece en un
principio tres historias sensibles y melancólicas: un hombre mayor que no
puede asumir la muerte de su esposa, un empleado obeso que está enamorado de
una ejecutiva de la empresa donde trabaja, y dos adolescentes lesbianas que
viven un amor rodeado de "brillos pop". Hasta allí todo muy bien. Con un
manejo de los silencios y los tiempos encomiable, Khoo regala una postal del
urbanismo más moderno, amparado en la soledad y la tristeza de sus
personajes. La belleza de los planos y la sapiencia para dosificar la
información van transformando a Quédate conmigo en un film
apasionante. Hasta que nos venimos a enterar de que estas historias
pertenecen a Theresa Chan, una escritora sorda y ciega, admirada por el
director... quien le dedica una extensa entrevista en medio de las
ficciones. La vida de Chan es súper atractiva, pero la redundancia
discursiva, más un catolicismo algo fanático, nos distancian de esta mujer.
De semejante bache narrativo el film ya no se recupera, y cuando Khoo
intenta retomar las historias que había dejado a la deriva, no puede sino
resolverlas de un plumazo, con decisiones
–que se convierten en
momentos– para nada sutiles. La cursilería habitual en el cine asiático hace
ruido, y la mezcla final entre ficción y realidad, con la escritora
consolando a uno de sus personajes, termina por distanciarnos del todo.
Queda el sabor amargo de la promesa de una gran película; de una gran
oportunidad... totalmente desaprovechada. Javier Luzi
Café
Transit (Border Cafe. Irán-Francia, 2005. Dirigida por Kambozia
Partovi). Más allá de sus valores cinematográficos, las películas en las que
la comida ocupa un lugar de relevancia suelen tener éxito de público. Sirven
como ejemplos La fiesta de Babette, Big Night, Comer, beber
y amar, y así sucedió en este festival con Gourmet Club y Café
Transit. Esta última parece una suerte de reelaboración iraní de la
alemana Bagdad Café, con la cual presenta numerosos puntos de
contacto. Una mujer joven con dos hijas, que acaba de enviudar, queda bajo
la protección y tutela de la familia conservadora de su marido, cuyo hermano
va a tomarla por segunda esposa. Proveniente de otra zona del país donde
esas tradiciones ancestrales ya han sido abandonadas, la viuda se niega a
aceptar su sojuzgamiento en la sociedad patriarcal, y decide hacerse cargo
del café-restaurant que le ha dejado su marido. Semejante conducta es
considerada en esa región como ultrajante para el honor familiar, de manera
que sus cuñados inician una campaña para desposeerla. Sucede además
que el restaurant ha quedado atractivamente decorado y sus comidas son
exquisitas, por lo que el lugar pasa a ponerse de moda, y todos los
camioneros se detienen a almorzar en ese café de frontera, quitándole
clientela al restaurant de los cuñados.
Muy apoyado en el
pintoresquismo de los detalles costumbristas, el film sufre de planteos
simplistas, con personajes estereotipados y resoluciones previsibles. Su
montajista es Jafar Panahi, quien había dirigido la notable El círculo,
otro film emblemático en favor de la reivindicación de la mujer, que contó
con el guión de Partovi, director de Café Transit. En este caso, se
habla también de la solidaridad femenina, en una subtrama que plantea el
cruce cultural entre la protagonista y una joven rusa que cae por
azar, o por destino, en el restaurant. El peso de la tradición está vivido
como una red de difícil escapatoria, visto que además la ley islámica falla
en contra de los derechos de la mujer y se resiste a aceptar sus derechos
como individuo. Y los hombres, por su lado, están convencidos de que los
asiste la razón. Un film que está lejos de las elaboraciones de Panahi, o de
la sutileza y la inteligencia de los planteos de Abbas Kiarostami. Las
comidas, ellas sí, lucen todas muy apetitosas. Josefina Sartora
Chicha tu madre
(Perú-Argentina,
2006. Dirigida
por Gianfranco Quattrini).
Un
taxista y
aprendiz de tarotista, ante una tirada de cartas,
decide variar el rumbo de su vida. Se separa de su esposa, procura acercarse
a su hija adolescente embarazada, pretende que su maestro lo nombre
su heredero, busca limpiar su nombre en el club donde
lo consideran yeta, inicia una amistad con un enfermero argentino que
lucra
con internaciones y operaciones
"al
50%"
en Argentina...
se enamora de una puta de buen corazón.
Ni falta
hace decir que los
lugares comunes
abundan,
que
los estereotipos son moneda corriente.
Y
las actuaciones abruman, el guión abusa de lo previsible,
las puestas en escena apenas
están
allí como
soporte de
lo que los diálogos dicen. No se llega a saber si los mensajes que las
cartas anuncian son premonitorios o sirven para explicar lo que acabamos de
ver en la secuencia anterior. Una sociedad machista, misógina, conservadora
retratada con trazos gruesos; unos
planos de referencia
que
no tienen sentido,
un
humor que carece de timing;
diálogos que remiten
a
nombres
y
lugares que son puro color local, completamente
afuncionales.
Cierto giro
del
protagonista, que podría haber
desembocado en
una propuesta interesante, se ve venir
de lejos
y queda sumido en el olvido
en virtud
de ciertos desafortunados
toques sentimentaloides. Lo único
no
previsible es el desenlace,
pero sólo porque uno
siente
que el
realizador
se ha metido en un atolladero del que resulta imposible salir.
Y
de algún modo sale,
creando
un final
que es en
sí mismo
aceptable...
pero que desentona con el planteo inicial.
Javier Luzi
Cine,
aspirinas y buitres
(Cinema,
Aspirinas E Urubus.
Brasil, 2005. Dirigida
por Marcelo Gomes). El
cine
brasileño, ya decíamos
en la cobertura de
2005, se exporta
luego de hacerse
popular como un supertanque
con pretensiones de
profundidad
y sensibilidad
para con las buenas causas. Este film no es la excepción. Una fábula de
época, con los disfraces propios de las superproducciones telenovelísticas.
Un
alemán escapado de la guerra (el film transcurre en la década del 40) pasea su
camión por el sertao nordestino
exhibiendo
publicidades cinematográficas y vendiendo aspirinas. En el viaje conoce a un
brasileño
que no hace más que despotricar contra su país, sus coterráneos y su
idiosincrasia. Esta especie de road-movie-histórica-con-mensaje-redentor
(y
cambios de actitud en los protagonistas)
peca de un virtuosismo artificial,
prefabricado,
que
impone
la
idea moral por
sobre el derrotero de
unos
personajes que,
encima,
de tan buenos acaban fastidiando. Políticamente correcto
en sus dichos (hasta, y especialmente, en los parlamentos cínicos y
calculados del sudamericano), con una fotografía quemadamente
artística,
hinchado de buenas intenciones,
este film made for
festivales
es de una superficialidad que abruma. Miserabilista, simplón,
estéticamente
publicitario
(¡el
comienzo con el protagonista mojándose el torso desnudo!),
pretencioso y
facilista.
Mauricio Faliero
Derecho de familia
(Argentina, 2005. Dirigida por Daniel
Burman).
Ariel Perelman es abogado, como su padre. Sólo que ha elegido la justicia
por sobre la ley. Pequeña pero no menor diferencia,
que se suma a las
que
todo hijo
suele tener con
su progenitor.
La vida de
Ariel
transcurre entre el dictado de clases en la universidad y su trabajo de
defensor público. Cuando forme su familia propia con Sandra
–una
ex alumna, profesora de Pilates–
y tengan un hijo, muchas verdades absolutas deberán ser revisadas. La
relación con su padre,
que no es mala (acertada
decisión
del guión)
sino
apenas
poco afecta a las demostraciones de cariño o de atención (Perelman no
recordaba que su hijo era zurdo;
Ariel olvida el cumpleaños de su padre), entra en una etapa que lo
desconcierta.
Será
el momento de enfrentar el espejo tan temido y reconocer que uno también
padece rasgos
que desprecia en el Otro y debe hacer algo
con ese descubrimiento ya innegable. Sutil, inteligente, descriptivo
y crítico
(pero no desde
un
lugar de
superioridad
impostada)
con
cierta
idiosincrasia argenta, con un
asombroso
manejo de los tiempos,
el
film
permite que mediante la sonrisa (cuando no la risa) conozcamos y nos
reconozcamos en las tribulaciones, fobias, faltas, miedos, carencias pero
también en las alegrías, amores, esperanzas
y
deseos de cada personaje.
Hasta
adentrarnos en un texto que a primera vista podía
parecer liviano y superficial,
pero que plantea cuestiones sumamente profundas sin bajadas de línea ni
respuestas certeras. Los diálogos
suenan
naturales y creíbles;
el cinismo tan característico de nuestro tiempo
(y cine)
no tiene lugar. Verse en este film es un derecho inalienable. Burman,
mientras tanto, encuentra su lugar en la cinematografía nacional y demuestra
una
vez más su talento.
Mauricio Faliero
Edmond (Estados Unidos, 2005. Dirigida por Stuart Gordon).
Esta película del
director de Re-animator, con guión de David Mamet, narra la
historia de un hombre común que por cuestiones del destino decide consultar
a una adivina, quien le dice que no está donde debe estar. Esta revelación
opera un clic en la cabeza del bueno de Edmond, invadiéndolo de ganas de
salir a la calle a confrontar sus demonios internos. Un film que se vuelve
previsible hasta en las supuestamente inesperadas vueltas de tuerca, y
maneja un cinismo que tiñe de profundidad superficiales pensamientos sobre
la libertad, el cumplimiento de los deseos, la vida y el paso del tiempo. Y
que recurre a una violencia que alternativamente da asco y genera risa, pero
parece abandonar todo sentido crítico o reflexivo. Igual, se deja ver
gracias a la recurrencia a un humor negrísimo. El comportamiento autómata de
Edmond se justifica por su propia construcción como ser humano; lo que no se
justifica es que, de una escena a otra, el protagonista pase de ser un
imbécil total (en el prostíbulo) a convertirse en un asesino brutal, o que
llegue –ya sobre el final–
a conclusiones a
las que nunca debería haber arribado. Un film que funciona como un
Psicópata americano de outlet, y cuenta con una notable (aunque por
momentos demasiado exacerbada) actuación de William H. Macy. Javier Luzi
El método (Argentina-España, 2005. Dirigida por Marcelo Piñeyro).
Marcelo Piñeyro regresa con
una
propuesta basada en la obra de teatro
"El
método Grönholm",
sobre la que operó una serie de cambios
(agregado
de personajes y escenas, modificación de la nacionalidad de las criaturas,
etc.) entre los cuales apenas destaca el uso de un espacio funcionalmente
cerrado. Siete
aspirantes a un puesto de importancia en una multinacional harán cualquier
cosa con tal de quedarse con el empleo. Apoyada fundamentalmente en los
diálogos –cínicos,
irónicos, inteligentes,
teñidos de profundidad–,
la película se desliza sobria pero
fatalmente
hacia la aceptación más facilista del espectador medio (en
el
estilo de La corporación,
por ejemplo),
construyendo personajes que entablan relaciones salvajes empujados por un
sistema más salvaje aun...
pero que jamás se corporiza. El afuera,
un exterior en descomposición social,
asoma a través de
unos
elementos
reflejantes (televisores, cámaras, ventanales) y apenas como gritos o
espacios
vaciados.
Entretanto,
en el interior se
continúa
librando
esa
batalla
sin cuartel.
Hasta el segundo
"expulsado"
(esto no deja de ser una especie de "Gran Hermano" sui generis)
todo
fluye más
o menos aceptablemente,
pero a partir de ese momento las vueltas de tuerca
empiezan
a
revelar
las costuras del guión...
y la
"sorpresa"
(más entre comillas que nunca)
se ve venir.
Ciertas
trampas biologicistas que
padecen
los personajes femeninos
abren las
puertas a un
discurso bastante conservador,
mientras
que
una escena masturbatoria con primer plano incluido resulta de un mal gusto
llamativo,
innecesario y
gratuito.
Lo
que evita que el film se desbarranque por completo son las
actuaciones
de
Najwa Nimri, Carmelo Gómez y Ernesto Alterio. La
de
Natalia
Verbeke está bien,
pero su función
de
comic relief se agota rápidamente.
Y Pablo
Echarri sólo está bien cuando hace lo que
sabe:
a un
chanta argentino.
Javier Luzi
El arco (Hwal. Corea, 2005. Dirigida por Kim Ki-duk).
Que las películas de Kim Ki-duk sean machistas es una cosa... y este
despropósito, otra. Aquí tenemos la historia de un viejo dueño de un barco
que tiene bajo su protección a una menor que, cuando cumpla los 17 años, se
convertirá en su esposa. El anciano defiende a su chica como si fuera una
mercancía, a puro flechazo con su arco que tiene la dualidad de
transformarse en instrumento musical. Más allá de la mutación festivalera
(con el consecuente lastre de una
corrección formal insustancial) que operó el cineasta surcoreano a partir de
Primavera, verano, otoño..., y que ha hecho que
gran parte de sus seguidores lo estén dejando a un lado, lo que aquí molesta
es el sesgo contemplativo de su acercamiento al punto del vista del
viejo, y a sus actitudes misóginas y conservadoras. La virtualmente nula
mirada crítica sobre ciertas "costumbres", que castigan a la mujer y la
condenan al rol mínimo de acompañante del hombre, impide disfrutar de
la belleza de los planos y de su excelsa fotografía, a la vez que genera
desconfianza sobre todo lo que se escucha. Los personajes honestos, o
nobles, son castigados en pos de ya ni se sabe bien qué tradiciones
milenarias. La escena en la que la joven tiene un orgasmo y es desvirgada
provoca vergüenza ajena. Y volviendo a la dualidad arco-instrumento musical:
sigo esperando su conexión con la historia. Mauricio Faliero
Kamataki
(Canadá,
2005. Dirigida
por Claude Gagnon).
Ken,
un joven canadiense que
ha intentado suicidarse luego de la muerte de su padre, a instancias de su
madre
viaja
a Japón
para
visitar a su tío (un famoso alfarero que practica la técnica milenaria
kamataki) y pasar una temporada en
su
casa.
El joven
aprende el arte de la cerámica,
y todo lo que
lo
rodea
–que
mucho tiene de ritual–
oficiará de camino de aprendizaje para la vida. El choque cultural
Oriente/Occidente
y los pares en pugna joven/viejo,
arte/vida,
tradición/modernidad
trazan el eje sobre el que se fundará
una
trama
que
podría haber
sido la
base de un producto
redondo
si
no se hubiera
occidentalizado
el estilo, subrayando cada gesto, explicando cada metáfora, resolviendo los
traumas a partir de explicaciones
superficialmente freudianas
que confluyen
en el sexo. El
"cambio
superador"
se
adivina
desde el principio y,
si bien
durante un
tiempo
el film logra atrapar con sus silencios, sus enigmas, su puesta en escena
(que
permiten sospechar algún mínimo trabajo
sobre
los estereotipos y lugares comunes),
rápidamente, en el momento en que desanuda la tensión sexual, se desbarranca
en una insoportable historia de vida llena de buenas intenciones, imágenes
de postal, filosofía new age y esperanza boba.
Algo
así como el Springtime del año
pasado,
pero encima menor.
Mauricio Faliero
Look Both Ways
(Mirar a ambos lados. Australia, 2005. Dirigida por Sarah Watt).
Deudora de todo el cine indie estadounidense que circula (pero
especialmente del malo), esta película australiana, si uno no se la toma en
serio, puede llegar a funcionar. Lástima que está hecha para tomársela en
serio, porque es sentenciosa, sermoneadora e irritante. Hay una mujer que ve
la muerte en todas partes (sus pensamientos se representan con dibujos, el
mayor hallazgo de la cinta... aunque la recurrencia lo acaba agotando); un
fotógrafo con cáncer de testículos; un periodista que embarazó a su novia
mientras no puede criar a los dos hijos de su matrimonio anterior; un editor
de un diario que no sabe cuándo cumple años su hija. Todos estos personajes
(pero hay más) se relacionan a través de un accidente con olor a suicidio.
Típica película coral en la que algunos cruces cierran y otros son
consecuencia de la más pura arbitrariedad. Cierto es que el film plantea la
apuesta de enfrentar la muerte, y todo lo que la rodea, con humor. Pero
luego de coquetear con ella, el guión no permite que nadie se muera. Y todos
los problemas se resuelven en uno de los finales redentores más imbéciles
que se hayan filmado. No faltan obvias referencias a Magnolia, aunque
se nota que la directora no entendió nada de aquella obra maestra de Paul
Thomas Anderson. La inclusión de ¡cinco! videoclips (con canciones bien
bonitas) es otra prueba de una notable carencia de ideas. Javier Luzi
Lost
And Found
(Perdido
y encontrado.
Bulgaria-Estonia-Alemania-Hungria-Rumania-Bosnia-Serbia-Montenegro,
2005. Dirigida
por Stefan Arsenijevic,
Nadejda Koseva, Mait Laas, Kornél Mundruczó, Cristian Mungiu y Jasmila
Zbanic).
Esta
película
se compone de
seis cortos de jóvenes procedentes de países de la Europa Central
poscomunista. El primero –uno
de los que mejor cierra–
trata de una boda en ausencia de sus protagonistas,
distancia salvada por el teléfono y los ritos inquebrantables. El segundo da
cuenta de una joven campesina que debe viajar a la ciudad ante la operación
de su madre,
para lo que debe aprender otras maneras de actuar. Sigue una especie de
documental sobre las diferencias que sobrevinieron a dos niñas nacidas el
mismo día y que viven separadas en los dos sectores de una ciudad partida
por la caída de un puente. Continúa con una sórdida y extraña historia de
dos hermanos que se reencuentran en la vieja casa familiar ante la muerte de
la madre y retoman una relación incestuosa.
Luego
viene
la narración de los cambios de una mujer que trabaja de boletera en un
tranvía y debe asimilar el hecho de que su hija quiera probar suerte fuera
de su país. El sexto
cortometraje funciona como
división o conjunción entre los otros y está realizado con la técnica de la
animación. Si bien hay diferencias entre
los
segmentos,
podría decirse
que
Lost
And Found
es un film de productor. Cada uno de los directores debió cumplir con tres
premisas: la originalidad del guión, la contemporaneidad de los hechos
narrados y el reflejo de la situación actual de sus respectivos países. Ese
tinte uniforme que, a pesar de las diferencias de tono, matiza logrando la
unidad de estilo quizá disminuye a la distancia la apreciación favorable que
se tuvo ni bien acabada la
proyección
del film.
De
cualquier manera,
y
a pesar de ciertas alegorías, algunas más felices, otras más forzadas,
y
de
algunos ejes temáticos algo transitados, hay cierta frescura que
va más
allá de
la buena voluntad
en estos relatos
de pérdidas y de tradiciones, de exilios y de esperanzas, de generaciones
que faltan o se han ido, de padres reales y simbólicos, de luchas y
de
cambios dolorosos pero necesarios. Sin recargar las tintas,
sin trazos gruesos
y
sin
esquivar
lo político y lo social,
pero
examinándolo indirectamente, a partir de las
vidas
privadas.
Mauricio Faliero
Molly's Way
(A la manera de Molly. Alemania, 2005. Dirigida por Emily Atef).
Este es un claro modelo de film con un punto de arranque atractivo...
malogrado por un final desparejo e irrisorio. La Molly del título es una
irlandesa que recorre Polonia en busca de un hombre al que conoció una
noche, y del que sólo sabe que trabaja en la industria del carbón. Así las
cosas, la mujer vivirá diversas experiencias que la sumergirán en un
contexto sórdido. La directora Emily Atef parece querer explorar nuevos
territorios a partir de la interesante utilización de las elipsis (en las
que un plano nos dice mucho más que un diálogo), de la generación de climas
puramente melancólicos, del buen manejo de la incertidumbre y la ambigüedad.
Pero a la hora de las resoluciones, los conflictos se le atragantan y
termina recurriendo a lugares comunes y estereotipados para: 1) sermonear a
Molly y castigarla innecesariamente; 2) revertir la imagen de los personajes
secundarios, en favor de cierto tufillo redentor recargado; 3) colar la
esperanza a caballo de un amor que se presenta traído de los pelos. Lo que
queda es la sensación de que tanto la directora como Molly se embarcaron en
una búsqueda... para perderse en el camino. Javier Luzi
Noticias lejanas (México, 2005. Dirigida por Ricardo Benet). El film
que ganó el premio al mejor de la Competencia Oficial no pasa de un correcto
melodrama rural, acerca de una familia desamparada y sus escasas
posibilidades de expansión social. El hijo mayor, que es quien intenta zafar
viajando a la gran ciudad, encontrará allí más problemas que soluciones.
Aunque se perciba o se sospeche una tendencia a enmarcarlo todo en el
esquema ciudad vs. campo, no es así. Porque el realizador se encarga de
exponer que para esta gente no hay posibilidades más allá del terreno donde
se encuentran. Dicha falta de posibilidades está narrada con la fuerza del
folletín, a tono con la añeja tradición mexicana, pero en una cuerda menos
altisonante que la que vibra en tantas otras producciones del mismo origen.
Por otra parte, la utilización de la voz en off es sumamente arbitraria. Si
Noticias lejanas pasa la prueba es porque tiene la habilidad de
hablar de temas universales desde un punto de vista reconocible
geográficamente, sin caer en lo excesivamente dramático ni en el
miserabilismo de exportación (aunque, por momentos, lo que se ve resulta una
pesadilla). Mauricio Faliero
Remake
(España, 2006.
Dirigida por Roger Gual). Algunos vieron un remedo de Las invasiones
bárbaras. Pero lo que en el film canadiense era miserable y
misantrópico, en esta producción española llega a la superficie merced a un
bien construido humor que hace tolerable
–incluso–
ciertos discursos
reaccionarios. Se trata del encuentro durante un fin de semana de padres e
hijos. Los primeros, ex hippies y símbolos de una generación fracasada; los
segundos, renegados y ejemplo de una generación que no sabe hacia dónde va.
Las culpas que se echan en cara de uno y de otro lado se refuerzan a partir
de unos diálogos afiladísimos, y de unas interpretaciones perfectas, que
juegan con la improvisación constantemente. Lo que hace que la obra despegue
de la medianía es, precisamente, ese tono juguetón que maneja Gual, que no
le permite caer en sermones o en bajadas de línea, sin por eso empujarlo a
redenciones facilistas ni a consensos incoherentes. Remake se vale
del diálogo tanto como de las imágenes, y ese es otro acierto del
realizador. Mauricio Faliero
The New World (El nuevo mundo. Estados
Unidos, 2005. Dirigida por Terrence Malick).
El nuevo film de Terrence Malick
(quien cierra un ciclo de 6 años sin estrenar largometrajes)
dividió a la crítica en el
Festival. Yo estuve en el bando de los decepcionados. Si sus anteriores
Badlands y La delgada línea roja me habían parecido personales,
originales, dignos de figurar en cualquier selección del nuevo cine
norteamericano, este último me resultó ambicioso, grandilocuente, y diría
que está lejos de agregar algo a lo ya visto.
Malick
es un director interesado en la problemática de su país, en las causas
profundas de su idiosincrasia. En El nuevo mundo se interna en la
conquista del suelo americano, en la llegada de los colonos ingleses y su
encuentro con los nativos en Virginia, a principios del siglo XVII. Con una
fotografía magnífica y música wagneriana –imposible no acordarse de 1492–
pone en escena el encuentro de los europeos con ese mundo desconocido, que
abre toda clase de interrogantes. Elige hacerlo contando una historia de
amor, la leyenda romántica de la princesa indígena Pocahontas (aunque en el
film nunca se la menta con su nombre original) con el capitán John Smith,
quienes vivieron un amor prohibido que al principio sirvió para salvar la
vida de los colonos, y posteriormente para incorporar a la india a la vida
colonizada. El problema radica en que para contarlo Malick recurre a la
fórmula que le dio tan buenos resultados en La delgada línea roja: un
retrato ingenuo, bastante simplista, sobre las dos culturas que se
enfrentan: los indios son limpios, puros y confiados; los ingleses, sucios,
incultos y traicioneros. El conflicto de ambos protagonistas también está
estereotipado, y hay una voz en off que no cesa de transmitir los
pensamientos de cada personaje: sus dudas, sus búsquedas, sus elecciones.
Francamente, este fluir de la conciencia que en aquel film antibélico era
poético y casi metafísico, aquí suena sumamente pobre y trivial. Todo el
argumento se ve permanentemente en peligro de ser absorbido por la
fotografía que de la naturaleza virgen realiza Emmanuel Lubezki, quien no
sin justicia ganó el correspondiente premio. Muchos espectadores quedaron
subyugados por la seducción de las imágenes que crean una atmósfera de
ensueño; pero esto no oculta un guión pobre y maniqueo.
Otra
dificultad fue la actuación de Colin Farrell, de registro muy limitado,
salvado en parte por la debutante Q'Orianka Kilcher (de origen quechua),
como emanación de la Madre Tierra que acoge benévolamente al invasor, y que
funciona más tarde como vestigio del paraíso perdido. Josefina Sartora